DISEÑO Y UTOPÍA

Siempre había identificado el concepto “utopía” con la más simplista de sus definiciones, por así decirlo, que es aquella que una fuente tan fidedigna como la Real Academia de la Lengua Española resume en una frase directa al grano: “Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.” En definitiva, siempre asimilé su significado a lo irreal, imposible y a lo asociado con un estado “ideal” inalcanzable. Por ello, a primera vista, me resultó extraño relacionar este concepto con las ideas de revolución, transformación o crítica social.

Pues bien, ciñéndome a la definición de Diseño que para mí es más acertada, y que realizó André Ricard en 1982, según la cual el diseño interpreta las necesidades humanas que pueden cubrirse, creando productos, mensajes o servicios y que la función de todos ellos es ayudar al mejor disfrute o bienestar, es en este plano donde el “puzzle” empieza a tener sentido en mi cabeza. Intentando adoptar la visión de una persona que se dedica precisamente a su ejercicio, un creativo, podría decirse que, entre muchos factores, lo que les mueve y “conmueve” a la hora de crear es ese ansia por dar forma a algo nuevo o transformarlo de tal manera que cumpla una función que no ha sido cubierta previamente, aunque sea meramente estética y referida al deleite de los sentidos. En este aspecto es donde veo el afán por alcanzar ese “estado utópico” , para el que es necesario que utilicen la práctica del diseño y, es por eso que mi propia interpretación me lleva a la visión del diseño como la herramienta fundamental en el camino a la consecución de esa utopía, que seguirá siendo inalcanzable, pues al final todo es mejorable y puede ser objeto de transformación en numerosas ocasiones. La perfección o no existe o es inalcanzable, pero eso no implica que no se trabaje para alcanzar el estado más cercano a ella.

En cuanto a la repercusión de esta herramienta del diseño en nuestro entorno y sociedades, es innegable que precisamente por esa finalidad intrínseca de crear, transformar y mejorar lo que nos rodea, ha ejercido un impacto tal que ha condicionado , en el más positivo de los sentidos, nuestros usos y costumbres y así lo seguirá haciendo. Ha transformado a lo largo de los siglos cosas tan simples como nuestra movilidad –hay una salto cualitativo entre el transporte con animales a la automoción de hoy día-, nuestra manera de comunicarnos – gozamos de medios y tecnologías que nos ponen en contacto sin tener ni que hablar, por medio de un pequeño aparato-, como la estética y rendimiento de nuestras ciudades y núcleos de residencia- en los que gozamos de edificios adaptados a todas nuestras necesidades-. Y es en este punto del análisis donde, por mucho que los defensores de la artesanía basen el futuro en ideas inspiradas en el pasado, es donde se evidencia precisamente

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