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A Orillas Del Rio


Enviado por   •  5 de Mayo de 2015  •  338 Palabras (2 Páginas)  •  318 Visitas

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Un misionero español visitaba una isla, cuando se encontró con tres sacerdotes

aztecas.

— ¿Cómo rezáis vosotros? —preguntó el padre.

— Sólo tenemos una oración —respondió uno de los aztecas—. Nosotros

decimos: «Dios, Tú eres tres, nosotros somos tres. Ten piedad de nosotros.»

— Bella oración —dijo el misionero—. Pero no es exactamente la plegaria

que Dios escucha. Os voy a enseñar una mucho mejor.

El padre les enseñó una oración católica y prosiguió su camino de evangelización.

Años más tarde, ya en el navío que lo llevaba de regreso a España,

tuvo que pasar de nuevo por la isla. Desde la cubierta, vio a los tres sacerdotes

en la playa, y los llamó por señas.

En ese momento, los tres comenzaron a caminar por el agua hacia él.

— ¡Padre! ¡Padre! —gritó uno de ellos, acercándose al navío—. ¡Ensé-

ñanos de nuevo la oración que Dios escucha, porque no conseguimos

recordarla!

— No importa —dijo el misionero, viendo el milagro.

Y pidió perdón a Dios por no haber entendido antes que Él hablaba todas

las lenguas.

Esta historia ejemplifica bien lo que quiero contar en A orillas del río Piedra

me senté y lloré. Rara vez nos damos cuenta de que estamos rodeados por

lo Extraordinario. Los milagros suceden a nuestro alrededor, las señales de

Dios nos muestran el camino, los ángeles piden ser oídos…; sin embargo, como

aprendemos que existen fórmulas y reglas para llegar hasta Dios, no prestamos

atención a nada de esto. No entendemos que Él está donde le dejan

entrar.

Las prácticas religiosas tradicionales son importantes; nos hacen participar

con los demás en una experiencia comunitaria de adoración y de oración.

Pero nunca debemos olvidar que una experiencia espiritual es sobre todo una

experiencia práctica del Amor. Y en el amor no existen reglas. Podemos intentar

guiarnos por un manual, controlar el corazón, tener una estrategia de comportamiento…

Pero todo eso es una tontería. Quien decide es el corazón, y lo

que él decide es lo que vale.

Todos hemos experimentado eso en la vida. Todos, en algún momento,

hemos dicho entre lágrimas: «Estoy sufriendo por un amor que no vale la pena.»

Sufrimos porque descubrimos que damos más de lo que recibimos. Sufrimos

porque nuestro amor n

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