ENSAYO: “Cuando éramos ricos”

ENSAYO: “Cuando éramos ricos”

En un mundo globalizado y crecientemente interconectado, adquiere especial relevancia la posición geopolítica y económica que una nación posea en el ámbito internacional. La economía del conocimiento del siglo XXI ha sido determinante en beneficiar aquellos países que desde finales del siglo decidieron emprender obras de infraestructura necesarias para albergar nuevas formas de comercio, así como la movilización de personas y capitales sin importar su procedencia. También ha resultado implacable con aquellos que guardaban la esperanza en que el dirigimos económico iba a prevalecer con los gobiernos y la eliminación de barreras comerciales nunca se iba a producir.

Cuando transcurrimos algo más de quince años desde inicios de siglos, podemos juzgar preliminarmente algunos efectos que en el nuevo orden económico mundial ha traído consigo. Resulta bastante interesante saber de naciones que hasta entonces mantenían un a un gran número de sus habitantes sumidos en la más profunda pobreza y que luego de abrir sus fronteras al comercio internacional habían sido capaces de reducir sustancialmente estos índices junto al desempleo y tasa de ocupación.

La movilidad del capital ha hecho posible que inversionistas de todos los rincones del mundo busquen en las economías emergentes alternativas de rentabilidad que no se ofrecen en otras partes. En los albores de este siglo ninguna de las consideras potencias mundiales o bloques económicos como la Comunidad Económica Europea han sido capaces de mantener en crecimiento sus economías y por el contrario se han visto abocados a lidiar con tasas de recesión que estancan su producción de bienes y servicios. Los mercados financieros no han sido ajenos a este comportamiento y de ahí el motivo de que no pueden ofrecer rendimientos atractivos a posibles inversionistas.

Los países del tercer mundo ahora denominados emergentes han logrado insertarse con algún grado de éxito en el mercado global, a tal punto de ofrecer rentabilidades atractivas a inversionistas que no están satisfechos con el rendimiento de sus capitales. Se junta entonces por un lado la necesidad de los emergentes en adecuar su infraestructura a las necesidades del comercio internacional y los capitalistas que no cesan en su afán de colocar sus recursos con algún grado de seguridad al mejor postor. Para que esta figura funcione es necesario que los gobiernos emprendas majestuosas obras viales, férreas, aéreas entre otros que al no poderse financiar desde la banca local, tengan que buscar respaldo internacional que no tarda en aparecer siempre y cuando quien solicito el endeudamiento goce de una buena calificación de riesgo ante los organismo de regulación y control.  

Ante este marco circunstancial son muchos los gobiernos que han decidido promulgar ambiciosas políticas en infraestructura que les permita prever un crecimiento económico acelerado en un mercado global de bienes y aun más de servicios, donde prevalecen criterios del máximo rendimiento económico a costos moderados de producción y con amplias ventajas competitivas según el lugar donde se encuentren.

Valdría la pena preguntarse si realmente la inversión en infraestructura de un país en vías de desarrollo va a ser capaz de aportar al crecimiento económico de la nación, o a la postre se convertirán en obras imponentes de gran magnitud que beneficiaran a unos cuantos de sus habitantes a un elevado costo gubernamental debido a su mantenimiento. No solo se trata de medir el costo o beneficio que una obra de infraestructura represente a una nación, sino la capacidad que esta tenga de insertarse con éxito en el mercado global así como la estabilidad que pueda ofrecerle a sus inversionistas actuales y potenciales, a través de sus mercados financieros, estabilidad política y económica, firma de tratados comerciales, ventajas competitivas e impositivas en la comercialización de bienes entre otros.

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