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A mí que me lleve el diablo


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2015  •  Documentos de Investigación  •  1.238 Palabras (5 Páginas)  •  204 Visitas

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A mí que me lleve el diablo

En la casa vivía don Tomás, su hijo Miguel, el Chucho, medio hermano de Miguel; el Chito, medio hermano del Chucho; David, medio hermano de ellos dos; y yo, la hermana de la Lety. Ah, también su perra la Deisy, su gato el Cojo y de vez en cuando el Alejandro, hermano de nadie. En la familia Gurrola todos eran morenitos, chaparritos, panzones y tenían su acento norteño bien marcado. A simple vista no podías distinguirlos de la demás gente del pueblo pues, pero pobrecita de ti si los confundías. No eran cualquier gente y si no me crees, basta con decirte que la Deisy les costó veinte mil pesos de un jalón y yo cien, disque a la quincena. Un día escuché al don Tomás hablar por teléfono: dijo que la Calibre era su favorita, que esa le trajeran. Yo pensaba que su favorita era una tal niña Fernanda. ¿Quién es la Calibre?, pregunté. David, el más pequeño, me contestó: mi apa le pone la calibre a la mujer más bonita que encuentra, pa’ llevársela al negocio. Tú tienes suerte de estar fea, si no desde cuándo que te hubiera llevado pa’ llá. Mejor terminé de hacer el quehacer y me fui con el Cojo a la sala de estar, nos gustaba sentarnos a ver la lluvia por la ventana que sólo yo abría. Voltié a ver al cielo, tenía ganas de mirar a la Esperanza y a la Compasión que desde cuando que se habían retachado, pero las nubes grises no me dejaron. Aquí siempre llueve, aquí siempre es el día del entierro. Pa’ bajo ni se me ocurrió voltiar, no fuera ser que me llevara el río. Se llamaba “La Lengua del Infierno” y llevaba todas las aguas del don Tomás. Pasaba primero por todas sus tierras, disque pa’ que ninguna se quedara sin su regadita, después por todas sus vírgenes pos por la mesma razón y disque desembocaba en ese mentado negocio, decían. Por eso mejor me regresé pa’ mi casa, no fuera a ser cierto.

-Mamacita, ¡qué chula te ves! Ya te extrañaba.

¿Cómo le dices a alguien que las piedras fueron hechas para soportar el peso del día?

La casa de mi ama era pequeña, a veces extrañaba la casa tan grande de los Gurrola, pero luego veía a los árboles: calladitos en su pedazo de tierra. Ellos también crecen sin ver y oír nada y se ponen rete bonitos. Aquí lo único vivo es el silencio.

-Pa’ qué quieres una casa grandota mija, si los narcos llegan a quitártela si no les pagas la cuota.

-Pues sí ma, pero aunque no les debas nada esos llegan, ya ves lo que le pasó a la Chiquis: así nomás porque sí le quitaron su pedacito de tierra y la llevaron a otro, tan angosto, que a penas cabía en él la poca alma que le quedaba y tan profundo, que ni ganas le daban de gritar.

 Pobre Chiquis, se ahogó de tanta tierra que le echaron. Su último aire le alcanzó para decirme que del panteón se vuelan las flores, cada vez que el viento suspira por nosotras. Ya se fue la Margarita, la Cristina, la María, la Gaby, la Compasión, la Esperanza y la Luz.

        

-Pos que tú digas chula, chula… no está, pero pos ya no queda otra.

-¿Cómo de que no? ¿Y la Julisa?

-Se la llevó el Tomasito.

-¿Seguro que ya no hay otra aparte de ésa?

-Seguro.

-Pos ni modo, llévatela.

Pinchi Heri, yo iba llegando al pueblo, apenas y lo conocí esa noche, pero él sí me conocía muy bien a mí. Me trajo pa’ cá sabiendo que no tengo las alas para irme. Una vez la Lucy me dijo: uno busca en el otro lo que le falta. El otro tenía alas y Santo remedio. Salí volando. No porque tiene alas creas que es un ángel, también los murciélagos tienen. Y los zopilotes y los bobitos.

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