ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Actividad Del Conocimiento


Enviado por   •  2 de Marzo de 2015  •  2.952 Palabras (12 Páginas)  •  620 Visitas

Página 1 de 12

EL CONOCIMIENTO COMO ACTIVIDAD HUMANA

José Antonio Camargo Rodríguez. Compilador

INTRODUCCIÓN

A pesar de que el conocimiento es una actividad común a todos los humanos no hay un acuerdo acerca de lo que sucede cuando conocemos algo. Por ello ha sido y sigue siendo un tema de permanente de discusión.

No obstante, en la discusión misma es de común aceptación que en el conocimiento se encuentran involucrados los siguientes cuatro elementos:

• El sujeto que conoce.

• El objeto conocido.

• La operación misma de conocer.

• El resultado obtenido, que es la información recabada acerca del objeto, la cual se contiene en los pensamientos o ideas que el sujeto tiene acerca de éste.

El debate que sobre el conocimiento se ha librado en el seno de la Filosofía a través de la historia ha estado alimentado por las distintas formas como estos elementos y su interrelación han sido concebidos o interpretados. Las diversas interpretaciones constituyen lo que conocemos como concepciones, doctrinas o teorías del conocimiento. Entre ellas se cuentan el idealismo, el realismo, el subjetivismo el objetivismo, el empirismo y el racionalismo.

Sin ceñirse a una concepción en particular y más bien acogiendo aportes de varias de ellas, a continuación se hace una descripción de cada uno de los elementos en mención y la forma como ellos se relacionan en la actividad humana de conocer.

CONOCER Y CONOCIMIENTO

“Conocer es aprehender teóricamente los objetos, sus modos y sus relaciones; el resultado de esta actividad es el conocimiento. No obstante, el término «conocimiento» se emplea para designar no sólo el resultado de la actividad de conocer sino también la actividad misma.

“Según el filósofo alemán Nicolai Hartman, pueden enumerarse como rasgos esenciales del conocer los siguientes:

 “El conocer es una relación entre dos miembros, sujeto y objeto, que permanecen distintos entre sí.”

 “Esa relación es una correlación, pues el término sujeto sólo es sujeto en cuanto el otro es objeto suyo.”

 “Ahora bien, esta correlación no es reversible. Ser sujeto es cosa completamente distinta de ser objeto. La función del sujeto es captar, aprehender; la del objeto, ser aprehensible y ser aprehendido.”

 “Esta aprehensión significa para el sujeto, por decirlo así, una invasión en un territorio más allá de él (trascendente). En cambio, para el objeto esto no significa ser atraído a la esfera del sujeto. Al objeto le es indiferente, para decirlo de algún modo, el ser conocido y el punto hasta el cual sea conocido por el sujeto. El objeto no cambia por virtud del conocimiento; el sujeto es el que se modifica en algo. Efectivamente, en el sujeto se produce una conciencia del objeto.”

 “Esta conciencia del objeto puede ser considerada como el hecho de trasladarse al sujeto la constitución del objeto”.

 “La representación del objeto, que nace en el sujeto, se llama ‘objetiva’, por cuanto concuerda con el objeto mismo. En esto, la representación objetiva sigue siendo, para la conciencia, distinta del objeto.”

 “Aunque el sujeto, por decirlo así, recibe las determinaciones del objeto, se comporta receptivamente, no por eso es pasivo. Puede mostrarse activo y hasta espontáneo en el conocer, y tomar parte, esencialmente, en la formación de la representación del objeto.”

 “Puesto que la representación más cabal del objeto permanece distinta del objeto mismo, puede el objeto ser designado como independiente del sujeto, como ‘trascendente’ (más allá) del sujeto. Todo conocer se orienta hacia un ser independiente del sujeto cognoscente (menciona o ‘mienta’ ese ser), y está además convencido de haberlo captado. Esto parece estar en contradicción con la esencia de la relación gnoseológica, según la cual objeto y sujeto como tales se hallan indisolublemente unidos.”

 “Pero ambos términos, sujeto y objeto, no se agotan en su correlación; ambos pueden existir ‘por sí’, desprendidos de esta correlación; bien que en este caso ya no sean sujeto y objeto el uno para el otro. La diferencia estriba en esto: que al deshacerse la correlación, el objeto deja de ser ‘objeto’ (para el sujeto en cuestión), pero el sujeto sigue siendo sujeto (aunque entonces no es sujeto ‘cognoscente’, sino acaso sujeto que siente, quiere, valora)”.

LAS ACTIVIDADES SENSORIAL Y RACIONAL EN EL PROCESO DE CONOCIMIENTO

El conocer implica tanto una actividad sensorial (sensación y percepción) como una actividad racional (el pensar abstracto en conceptos). Estas actividades se exigen la una a la otra. No puede existir un pensamiento abstracto que no esté de alguna manera ligado a lo sensorial. Ello es cierto no sólo en el sentido de que cualquier pensamiento teórico parte, en última instancia, de datos empíricos y se eleva al nivel de lo abstracto como resultado de un análisis más o menos profundo de los datos sensoriales, sino, además, en el sentido –más profundo- de que también el pensamiento abstracto refleja ciertas características sensoriales, por muy genéricas que ellas sean, las cuales constituyen como el reverso de dicho pensamiento. Por lo común, cada generalización conceptual lleva envuelta una generalización sensorial.

Por otro lado, en el desarrollo del proceso cognoscitivo, también la actividad sensorial se enriquece sin cesar. A medida que los datos sensoriales se van incluyendo en nuevas conexiones, la percepción se transforma, se hace más rica y profunda. Para convencerse de que ello es así, basta comparar la percepción del individuo que observa un instrumento de investigación científica sin entender nada acerca de los fenómenos que dicho instrumento permite estudiar, con la percepción del hombre de ciencia que sabe descifrar los datos proporcionados por el instrumento en cuestión: las mismas impresiones sensoriales adquieren, en este segundo caso, un nuevo significado, se percibe en ellas un nuevo contenido objetivo.

A medida que el objeto percibido se incluye en nuevas conexiones, va apareciendo con nuevas características que lo muestran de una forma cada vez más completa. Mediante la actividad racional de abstracción esas nuevas características se fijan en el pensamiento en forma de conceptos. De esta manera el proceso del conocimiento, al ir incorporando los nuevos contenidos que se le brindan en la percepción, en cierto modo vuelve constantemente a la esfera de lo sensorial. No cabe, por tanto, presentar el proceso del conocimiento como si estuviera compuesto de dos segmentos situados en una recta: un primer segmento representando la actividad sensorial y a continuación un segundo segmento representando la actividad lógica racional. Resultará inadecuada incluso la representación de dicho proceso como si fuera una sola línea recta uno de cuyos extremos se separa cada vez más del otro. La representación de la línea por la que se mueve el proceso del conocimiento, en la interacción entre el nivel sensorial y el nivel racional, se acercará más a la verdad si la concebimos como una espiral sin fin: después de cada alejamiento de lo racional con respecto a lo sensorial sigue un nuevo regreso; pero el punto de regreso del conocimiento se desplaza constantemente hacia delante, pues lo que se va fijando en el pensamiento, mediante la actividad de abstracción, se incorpora en cada nueva percepción del objeto.

La actividad racional, dentro del proceso del conocimiento, permite la comprensión y explicación de la realidad percibida mediante la actividad sensorial. La distancia a que la actividad racional pueda llegar respecto a los datos que la actividad sensorial proporciona, sirve de medida no sólo para tener idea del avance que verifica el pensamiento, sino, además, para poder comprobar si está o no conforme, y en qué grado, con las exigencias inherentes a un conocimiento verdadero. Resulta obvio, no obstante, que el conocimiento verdadero no coincide de manera directa con los datos sensoriales. Es más, a veces se encuentra en total oposición con éstos: los datos sensoriales nos indican, todos los días, que el Sol gira en torno a la Tierra, mientras que el conocimiento científico nos afirma lo contrario.

En conclusión: a fin de hacernos a una idea completa y adecuada del proceso del conocimiento es necesario considerarlo como un proceso único en la interrelación de sus actividades sensorial y racional. Ello no significa, naturalmente, que no se deban diferenciar estas dos actividades. Al contrario, sin analizar los distintos eslabones del proceso del conocimiento en sus particularidades específicas y en su aspecto global, dicho proceso no aparecería en lo que tiene de concreto, en la interrelación efectiva de sus actividades.

La actividad sensorial del conocimiento. La actividad sensorial la realiza el sujeto a través de los órganos de los sentidos al entrar éstos en relación con los excitantes (estímulos) del mundo objetivo. Mediante esta actividad, el sujeto obtiene imágenes de las cosas, de los fenómenos, en una palabra, de los objetos de su conocimiento. Gracias a esta actividad el sujeto incorpora al proceso del conocimiento las imágenes sobre las cuales realiza su actividad racional.

La actividad sensorial que el sujeto realiza en el proceso del conocimiento comienza con la identificación y con la diferenciación de los excitantes o estímulos. Tanto la identificación como la diferenciación sensorial de los excitantes las lleva a cabo el sujeto por medio de instrumentos especializados (órganos de los sentidos), cada uno de los cuales se encuentra dispuesto para la correspondiente recepción; las propiedades de estos órganos receptores han ido formándose y consolidándose hereditariamente en el proceso evolutivo de los seres, bajo la acción de estímulos de vital importancia para el organismo.

La imagen sensorial de propiedades de la realidad tales como la forma de los objetos, su tamaño, la distancia que los separa entre sí y la distancia a que se encuentran respecto al observador, se forma como resultado de la interacción entre los distintos órganos receptores, como resultado de las relaciones que el sujeto establece entre los datos que tales órganos receptores le proporcionan.

El sujeto cognoscente establece relaciones entre las distintas propiedades sensoriales de los objetos cuando dichas propiedades son para él de importancia vital. En primer lugar pone en relación aquellas propiedades de los objetos que ejercen una influencia directa sobre sus funciones biológicas, y luego aquellas que desempeñan algún papel en su actividad práctica.

La diferenciación sensorial la realiza el sujeto con base en lo que convencionalmente podría denominarse impresión sensorial primaria, a diferencia de la sensación propiamente dicha, con la que de manera frecuente y equivocada suele identificarse. Así, cabe entender por sensación, en un sentido más estrecho y especial, el resultado de la diferenciación sensorial de los estímulos, es decir, de su análisis. En el sentido específico de la palabra, la sensación se forma como resultado de la diferenciación y selección de una determinada propiedad del excitante o estímulo, cuya propiedad reviste importancia para el sujeto por estar ligada a sus intereses o necesidades.

El paso del análisis de los excitantes o estímulos al análisis de las propiedades sensoriales de los objetos reflejadas en la sensación, da origen a la percepción. En la percepción del mundo circundante desempeñan un papel capital las propiedades y las relaciones espaciales de los objetos, su característica espacial. Percibimos las cosas como situadas fuera de nosotros en determinadas relaciones espaciales respecto a nosotros mismos y a las otras cosas; percibimos su forma, su contorno, su relieve, su tamaño, la distancia que las separa de otras cosas y de nosotros mismos. El objeto aparece como una cosa –aislada en el espacio- pero sus propiedades aparecen relacionadas entre sí. La diferenciación espacial del objeto y la interrelación de sus propiedades, gracias a la cual el objeto se nos presenta como un todo único, constituyen particularidades importantísimas de la percepción.

La actividad racional del conocimiento. Aunque la actividad racional, presente ya en la percepción, va más allá de la sensorial, no se da desligada de ella. Por eso no responde a la realidad del conocimiento el sensualismo, que reduce a lo sensorial todo el conocimiento, ni el racionalismo, que niega radicalmente la función cognitiva de lo sensorial y subraya de modo unilateral la falta de autenticidad de los datos sensoriales a la vez que sitúa todo el proceso del conocimiento en el pensar abstracto.

El proceso del conocimiento, basado de modo necesario en lo sensorial, franquea, también de modo necesario, los límites de lo sensorial y se eleva al pensar abstracto. El pensamiento es imposible sin la actividad sensorial dado que tan sólo en lo sensorial se encuentran los datos iniciales, únicos en que puede basarse el pensamiento. Mas aunque se basa en los datos que le proporcionan los sentidos, el pensamiento no puede detenerse en dichos datos.

En el nivel racional del conocimiento, las propiedades de las cosas captadas sensorialmente son materia de análisis del pensamiento. A través de este análisis, el pensamiento trata de descubrir propiedades internas (no captables sensorialmente) del objeto, aún desconocidas, a fin de hacer a través de ellas una explicación del mismo.

La actividad de análisis que el pensamiento desarrolla para delimitar las propiedades internas del objeto es una actividad de abstracción. Se trata de una abstracción que el pensamiento lleva a cabo a través de la exclusión de las propiedades circunstanciales o adventicias, es decir de aquellas propiedades que pueden faltar en el objeto sin que se afecte la naturaleza del mismo, y de la determinación de las propiedades específicas o esenciales del objeto, es decir de aquellas propiedades que deben encontrarse necesariamente en él. Tal es el objetivo real de la abstracción y en general del pensamiento abstracto, en la esfera del conocimiento.

La abstracción no estriba sólo en hacer caso omiso de algo; no presenta sólo un aspecto negativo, sino además otro positivo: separa algo de algo. La exclusión de propiedades adventicias, colaterales, secundarias, y la selección de propiedades fundamentales, esenciales, constituyen dos aspectos del mismo proceso de abstracción.

Abstraer significa poner de manifiesto de qué modo se presenta una cosa, un fenómeno, en su dependencia respecto a otras cosas, a otros fenómenos; para lograrlo, se hace caso omiso de las propiedades externas que ocultan o modifican lo que se quiere poner de manifiesto. Las propiedades internas específicas de una cosa son las que aparecen en su «aspecto puro» cuando se elimina el efecto de ocultamiento ejercido por todas las propiedades adventicias con las que, por lo común, dichas propiedades específicas suelen darse en la percepción. Tales propiedades específicas, internas, constituyen lo que en el lenguaje filosófico suele denominarse «esencia» de las cosas, son sus propiedades esenciales.

Revelar las propiedades internas esenciales, específicas, de las cosas, constituye el objetivo natural del conocimiento; estas propiedades aparecen sólo en ciertas condiciones y de modo aproximado en la percepción. Por lo común, en ella cambian de aspecto, se presentan envueltas en numerosas circunstancias accesorias e influencias que se entrecruzan. El análisis encaminado a la obtención de las propiedades esenciales de la cosas o de los fenómenos en sus concatenaciones y dependencias esenciales, ha de dejar de lado, necesariamente, las circunstancias accidentales y los nexos casuales. Las propiedades específicas de las cosas que aparecen de modo inmediato y sensorial sólo pueden ser definidas, en su aspecto puro, mediante conceptos abstractos.

Así, pues, el pensamiento, que se orienta hacia el conocimiento de las propiedades específicas, esenciales, de las cosas y de los fenómenos, abandona con rigurosa necesidad lo sensorial para dirigirse a los conceptos abstractos.

Cuando el pensamiento descubre las propiedades internas y esenciales de las cosas –como resultado de su labor analizadora de abstracción-, la dependencia que entre tales propiedades existe se presenta con carácter de ley. Las leyes son, en realidad, relaciones de dependencia entre las propiedades internas de las cosas, de los fenómenos y de los procesos. La leyes, o sea las relaciones de dependencia interna descubiertas entran, luego, en la definición misma de los fenómenos y de las cosas, como por ejemplo las leyes de Newton en la definición del “movimiento variable”, y la ley de Boyle-Mariotte en la definición del “gas ideal”.

Por importante que sea la labor analítica del pensamiento –labor mediante cual disocia las propiedades que en la percepción se presentan juntas y se eleva a la esfera de la abstracción- la finalidad del conocimiento no queda circunscrita a dicha abstracción. En última instancia, lo que el sujeto busca no es dejar de lado el mundo sensorial que lo rodea de modo inmediato a fin de elevarse a la esfera de la abstracción, sino comprender y explicar el mundo de cosas y fenómenos en el que vive y actúa. Por eso, después que el pensamiento ha disociado las propiedades del objeto, con el fin de establecer las diferencias existentes entre ellas (análisis), restablece la unidad del objeto (síntesis), para lo cual parte de las mismas propiedades que ha disociado en el proceso de abstracción. Así, pues, junto a la actividad analítica del pensamiento se presenta en vinculación necesaria la actividad sintética del mismo. En la síntesis, el pensamiento recorre el mismo camino recorrido en el análisis, si bien en dirección contraria. Mediante la síntesis el pensamiento correlaciona las propiedades del objeto que ha disociado en el análisis, restablece las relaciones de dependencia existentes entre tales propiedades.

Como resultado de este doble trabajo de análisis y de síntesis, el sujeto restablece intelectualmente la realidad concreta inicial, pero ya analizada en lo que respecta a su contenido. El restablecimiento se verifica gradualmente, paso a paso, según una u otra medida de aproximación, aunque cada vez ésta es mayor.

En este doble trabajo de análisis y de síntesis tiene su origen todo conocimiento teórico, incluido, por supuesto, el conocimiento científico. Mediante este procedimiento se crean la Mecánica, la Física, la Economía Política, la Historia, la Lingüística y, en general, todas las ciencias.

FUENTES BIBLIGRÁFICAS:

HARTMANN, Nicolai . Metafísica del conocimiento. Losada. Buenos Aires, 1997

ROMERO, Francisco. Teoría del Conocimiento. Losada. Buenos Aires, 1995

RUBINSTEIN S.L. El proceso del conocimiento. ¬¬¬En: El ser y la conciencia. Grijalbo. México, 1993 pgs. 63-159

...

Descargar como  txt (18.9 Kb)  
Leer 11 páginas más »
txt