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HUEHUETLATOLLI DE LA MADRE A LA HIJA


Enviado por   •  1 de Octubre de 2014  •  1.741 Palabras (7 Páginas)  •  2.640 Visitas

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HUEHUETLATOLLI

DE LA MADRE A LA HIJA

La madre pronuncia este discurso después del padre. He armado todo el huehuetlatolli tomando fragmentos de las versiones de Miguel León-Portilla –por la calidad de su traducción– y de Sahagún –ya que su versión está completa–. (La versión de León-Portilla está en cursivas)

1. Tortolita, hijita, niñita, mi muchachita. Has recibido, has tomado el aliento, el discurso de tu padre, el señor, tu señor.

Has recibido algo que no es común, que no se suele dar a la gente; en el corazón de tu padre estaba atesorado, bien guardado.

En verdad que no te lo dio prestado, porque tú eres su sangre, tú eres su color, en ti se da él a conocer. Aunque eres mujercita, eres su imagen.

Pero ¿qué más te puedo decir?, ¿qué te diré todavía?, ¿qué felicidad fuera, si yo te pudiera dar algo?, ya que su palabra fue abundante acerca de todo, pues a todas partes te ha llevado, te ha acercado, nada en verdad dejó de decirte.

2. Pero sólo te diré algo, así cumpliré mi oficio. No arrojes por parte alguna el aliento y la palabra de tu señor padre.

3. Porque son cosas preciosas, excelentes, porque sólo cosas preciosas salen del aliento y la palabra de nuestro señor, pues en verdad el suyo es el lenguaje de gente principal.

4. Sus palabras valen lo que las piedras preciosas, lo que las turquesas finas, redondas y acanaladas. Consérvalas, haz de ellas un tesoro en tu corazón, haz de ellas una pintura en tu corazón. Si vivieras, con esto educarás a tus hijos, los harás hombres; les entregarás y les dirás todo esto.

5. Lo segundo que te quiero decir es que mires que te amo mucho, que eres mi querida hija; acuérdate, que te traje en mi vientre nueve meses, y desde que naciste, te criaste en mis brazos: y te ponía en la cuna, y de allí en mi regazo, y con mi leche te crié.

6. Hijita mía, tortolita, niñita, pon y guarda este discurso en el interior de tu corazón. No se te olvide; que sea tu tea, tu luz, todo el tiempo que vivas aquí sobre la tierra. Escucha, es el tiempo de aprender aquí en la tierra, ésta es la palabra: atiende y de aquí tomarás lo que será tu vida, lo que será tu hechura.

7. Mira que tus vestidos sean honestos y como conviene; mira que no te atavíes con cosas curiosas y muy labradas, porque eso significa fantasía y poco seso y locura.

8. Tampoco es menester que tus atavíos sean muy viles, o sucios o rotos, como son los de la gente baja, porque estos atavíos son señal de gente vil y de quien se hace burla: tus vestidos sean honestos y limpios, de manera que ni parezcas fantástica ni vil.

9. Y cuando hablares, no te apresurarás en el hablar, no con desasosiego, sino poco a poco y sosegadamente; cuando hablares, no alzarás la voz ni hablarás muy bajo, sino con mediano sonido, no adelgazarás mucho tu voz cuando hablares ni cuando saludares, ni hablarás por las narices, sino que tu palabra sea honesta y de buen sonido, y la voz mediana; no seas curiosa en tus palabras.

10. Mira hija, que en el andar has de ser honesta, no andes con demasiado apresuramiento no con demasiado espacio porque es señal de pompa andar despacio, y el andar deprisa tiene resabio de desasosiego y poco asiento; andando llevarás un medio, que ni andes muy de prisa ni muy despacio, y cuando fuere necesario andar de prisa has así, (que) por eso tienes discreción; para cuando fuere menester saltar algún arroyo saltarás honestamente, de manera que ni parezcas pesada y torpe ni liviana.

11. Cuando fueres por la calle o por el camino no lleves inclinada mucho la cabeza, o encorvado el cuerpo, ni tampoco vayas muy levantada la cabeza y muy erguida, porque es señal de mala crianza, irás derecha y la cabeza poco inclinada; no lleves la boca cubierta, o la cara con vergüenza, no vayas mirando a manera de cegajosa; no hagas con los pies meneos de fantasía por el camino, anda con sosiego y con honestidad por la calle.

12. Lo otro que debes notar, hija mía, es que cuando fueres por la calle no vayas mirando acá ni acullá, ni volviendo la cabeza a una parte ni a otra, ni irás mirando al cielo, ni tampoco irás mirando a la tierra; a los que topares, no los mires con ojos de persona enojada, ni hagas semblante de persona enojada; mira a todos con cara de serena. Haciendo esto no darás a nadie ocasión de enojarse contra ti.

13. Muestra tu cara y tu disposición como conviene, y de la manera que conviene, de manera que ni lleves el semblante como enojada ni tampoco como risueña.

14. Mira también, hija, que no te des nada por las palabras que oyeres yendo por el camino, ni hagas cuenta de ellas, digan lo que dijeren los que van o vienen; no cures de responder ni cures de hablar, más haz como que no lo oyes ni lo entiendes, porque haciendo de esta manera nadie podrá decir, con verdad, dijiste

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