Más allá del puente

Más allá del puente.

“…En todo caso, el puente tenía un solo fin, abstracto e incomprensible: el mío.”

Bastará decir que soy Alessandro Carletti, el pianista que logró sobrevivir al bombardeo de Hitler a Florencia, el 4 de agosto de 1944. Es justo ahora donde le agradezco a Cosimo I de' Médici, por no querer mezclarse con la gente en el siglo XVI  y construir el Corredor Vasariano que reposa encima del Ponte Vecchio, lugar donde logré refugiarme.

El 3 de agosto del mismo año, mis pies cansados y mi bicicleta montándome me exigían llegar a tiempo a uno de los conciertos más imponentes de Italia y del mundo: el Maggio Musicale Fiorentino. Es probable que no fuese el pianista extraordinario que obtendría una estatua en su honor y aparecería en las guías turísticas, sin embargo, poseía en mi poder un aspecto que aún no sé si me hacía único; más allá de eso, únicos eran mis dedos tocando solos mágicos. Pero... ¿Mágicos para quién?

Esa noche, mis pensamientos no coexistían más allá del simple hecho de lograr el querido fin, mi perfume era la tela que envolvía mis partituras y mis manos quién dirección le daban a mi Góndola. ¿Imaginas mis ojos cerrados y el silencio de las personas, mientras el éxtasis nacía en sus oídos? Antes de culminar el concierto mis manos picaban, quizá pronosticaban los aplausos de las personas. Ya me lo han dicho antes: “Alessandro, ya deja tu arrogancia”. Segundos después, tomé mis felicitaciones y en cada paso que daba estaba consciente de quién era y cuál era mi propósito. Monté mi bicicleta y aún sabiendo que me tomaría casi un día llegar al Ponte Vecchio, sonreía mientras dejaba detrás las hojas que caían de los pinos piñoneros.

Aspectos que, incluso, me hacían olvidar el hecho de que me encontraba en plena Segunda Guerra Mundial, y sin ser suficiente, en una guerra civil dónde el fantasma del poder hacía de las suyas día tras día, abordando el pensamiento magistral de reyes y dictadores. Los senderos definían la ruta de mí y mi gran compañera, la única que me podía transportar mientras veíamos los puentes y monumentos derrumbarse. Era un sutil sonido personal que no dejaba de sonar en mis oídos: la muerte. A pocos minutos de llegar al puente, observo incontables esvásticas en los cielos, mis suspiros llegan al suelo y rebotan hacia el cielo. “Quizá este era mi fin, mi propósito ya cumplido”  me decía mientras los minutos, iban a la velocidad que recordaba cada nota de mi vida, cada detalle.

Ya era 4 de agosto de 1944, y mis piernas temblando junto a las ruedas de mi bicicleta tocaron el primer pedazo de madera. Las esvásticas sobrevolaron el Ponte Vecchio, mientras solo veía una luz al final de la misma. Mi fin y mi propósito reflejaban lo que sucedía dentro del secreto del Ponte Vecchio: el Ponte Felice, donde olvidaría mis raíces y viviría a partir de lo que era. Justo en ese momento… Dejé de saber lo que habría, Oltre il Ponte.

...