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EL NIÑO DE 0 A 1 AÑO


Enviado por   •  10 de Junio de 2018  •  Informes  •  1.718 Palabras (7 Páginas)  •  169 Visitas

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EL NIÑO DE 0 A 1 AÑO

En ocasiones, el vínculo afectivo entre madre e hijo se desarrolla poco a poco.

Después de 9 meses de espera y 12 horas de trabajo de parto, una madre  finalmente puede conocer a su bebé. Sin embargo, no siempre llora de la emoción como se cree que lo haría tan pronto la viera, ni tampoco hay ese amor a primera vista que se esperaba con tanta ansiedad.

ESTRATEGIAS PARA LOGRAR UN MEJOR CONTACTO AFECTIVO ENTRE UNA MADRE Y SU BEBÉ

Algunas veces, el vínculo afectivo entre madre e hijo tarda semanas o meses en desarrollarse. Según los expertos, existe una serie de factores que interfieren con ese lazo amoroso: cambios hormonales (los niveles de estrógeno y progesterona caen súbitamente en 90% durante los tres primeros días después del parto), agotamiento físico y agobio por las nuevas responsabilidades en su rol como madre, etc.

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Con el paso de los días, a medida que la madre se familiariza con la presencia del bebé y se siente más segura acerca de sus capacidades para atenderlo y brindarle bienestar, su deseo de cuidarlo y protegerlo se desarrolla espontáneamente.

Hay formas de alimentar ese vínculo afectivo y acelerar el proceso de conexión emocional desde el momento en que nace un bebé. A continuación se mencionan algunas de ellas.

Unidos desde el comienzo

Las horas siguientes al parto representan para la madre y el infante una oportunidad de conocerse mutuamente. Un reciente estudio demostró que las mujeres que interactúan con sus pequeños durante al menos una hora —justo después del parto— son más sensibles y receptivas a sus bebés en el transcurso del primer mes respecto de aquellas cuyos bebés permanecen alejados en la sala de neonatos.

Aleja las distracciones

Es lógico sentir agobio por las nuevas responsabilidades. Si una madre desea pasar un tiempo a solas con su pequeño, descuelga el teléfono, le pide a sus conocidos posponer las visitas, aplaza los quehaceres domésticos y se dedica única y exclusivamente al bebé. Lo acaricia, lo alza cada vez que llora, lo mece, le canta, lo cambia... todo ello fortalece el vínculo afectivo entre los dos.

La naturaleza toma su curso

Un recién nacido está programado para que sus padres respondan a su llanto y a sus acciones. Todo lo que se debe hacer es prestarle atención cada vez que nos tome un dedo o nos sonría. Además, se siente una gran emoción cuando se observa que el bebé gira su cabeza al sonido de nuestra voz.

Alimentarlo con amor

Una de las mayores oportunidades de conexión emocional entre una madre y su bebé es la hora de la comida. Cuando una madre alimenta a su bebé, debe hacerlo en un lugar plácido y estableciendo contacto visual.

Si el bebé sonríe o balbucea, debe sonreírsele y hablarle, ya que es una forma de comunicarse. Si los problemas de apego emocional de la madre se relacionan con la lactancia, debe consultar a un experto.

Todo a su tiempo

Numerosos factores pueden retrasar el desarrollo del vínculo afectivo, entre ellos el temperamento del bebé: a algunos recién nacidos les disgusta que los acaricien mucho o tienen un umbral sensorial bajo que les dificulta soportar la intensidad del contacto visual. Además, es difícil para una madre establecer lazos afectivos con un infante irritable o molesto a quien no se le puede acariciar.

El dolor y la molestia de una cesárea o un parto doloroso, las dificultades para lactar y la falta de sueño también se convierten en barreras para el vínculo afectivo.

Si una madre siente que no ha alcanzado ese vínculo afectivo con su bebé, nunca debe desanimarse ni tratar de acelerar las cosas porque se sienta obligada. Lo mejor es que todo siga su curso natural.

Cuando pedir ayuda

Si transcurridos dos meses una madre siente poco apego por su bebé, tal vez su problema se deba a la depresión posparto. Debe evitar esperar demasiado: los estudios indican que la ausencia de un vínculo afectivo durante los primeros meses del bebé puede afectar sus relaciones sociales en el futuro.

EL NIÑO DE DE 1 A 2 AÑOS

La obediencia pertenece al pasado. El pequeño ya no es un bebé y plantea nuevos retos para manejar su incipiente independencia.

El niño, ahora más despierto, travieso y juguetón, tiene otras necesidades y las estrategias que se utilizaron durante sus primeros 12 meses dejan de ser útiles en esta nueva etapa de su vida.

CAMBIOS NOTABLES

Al año y medio comienzan sus ‘terribles’ 2 años. Aparece una emergente independencia, habilidades comunicativas, nuevas emociones que parecen controlar cada uno de sus movimientos.

Sus palabras favoritas son ‘no’ y ‘mío’. Ahora que quiere hacerlo todo a su manera es difícil lograr su cooperación y, para obtenerla, se tiene que recurrir a toda clase de juegos y actividades, eso sí, con una buena dosis de paciencia. Recuerda: debe dársele un tiempo de transición entre una actividad y otra.

Pérdida del apetito

Se debe a la disminución de la velocidad de crecimiento, ya que sus medidas de peso y talla dejan de aumentar con la rapidez que lo hicieron durante los primeros 12 meses.

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