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Lazarillo de Tormes El día que Lázaro es simplemente Lázaro.


Enviado por   •  28 de Enero de 2018  •  Ensayos  •  455 Palabras (2 Páginas)  •  135 Visitas

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Tratado octavo

El día que Lázaro es simplemente Lázaro.

¿Lazarillo de Tormes? Lázaro de ningún sitio, más bien. Pues mi vida como niño cerca del río Tormes se acabo hace siglos. Pensé mientras le contaba “a vuestra merced” la defensa que había preparado para mi esposa.

El niño que se despidió de su madre era un pequeño desvalido que no sabia vivir por sí solo acostumbrado a una vida de pobre aunque llena de cariño... Pero las palizas que he recibido durante mi niñez y juventud; el frío de la calle me convirtieron en un niño astuto de mente rápida que no necesitaba los puños para valerme aunque bien me habrían venido saber pelear, porque todos los adultos que se suponía, me protegían, más gustaban usarme de alguna manera u otra. Aún hoy, siendo ya adulto con derechos, me parece tan increíble como el primer día el haber logrado sobrevivir. (Todavía tengo la pequeña cicatriz, recuerdo de la lección que me legó el ciego y la gran cicatriz de cuando el clérigo me rompió la cabeza con una barra de madera.)

El destino quiso que parase a los "cuidados" de un ciego al cual lo que le faltaba de vista, lo tenia de zorro astuto. De hecho, lo llamaba águila, a pesar de no ver nada. Sonreí internamente al recordar mi sufrida, traumática y a la vez enriquecedora infancia con aquel viejo arisco. Incontables fueron las veces que intente jugársela al ciego saliendo mal parado. Lo que no me sucedió con otros que tenían una salud plena. Pero eran bebedores o austeros. No tenían ni la mitad de la inteligencia joven e intocable que tengo ahora. Sí, muchas cosas pasaron en mi vida; me han maltratado, padecer gula, me han abandonado... o huían. Y eso que era yo quien trabajaba de sol a sol.

Ahora que mi enemigo más voraz desde que tenia memoria, el hambre, finalmente había desaparecido ahora tengo otro enemigo: las habladurías. Se habla que mi mujer peca de adulterio con el arcipreste. Yo nunca sospecharía mal de mi esposa ¿por qué? Porque sé que es cierto. Al contrario de otros a mi no me importaba. Ella no me ama, yo no la amo. Es un matrimonio de conveniencia que ha generado una vida estable y comoda.

¿Por qué condenarla por querer vivir una vida feliz que yo siempre perseguí? Aun así, no tengo ni un pelo de tonto. Yo se muy bien que

proteger a una adúltera (como estoy haciendo ahora) es un delito que se paga con la muerte.

Por eso estoy preparado para cualquier imprevisto. Me niego a dejar que las malas lenguas y la doble moral se lleven mi primera y única estabilidad emocional, social y económica que finalmente he encontrado en mi miserable vida.

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