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25 Aniversario sacerdotal


Enviado por   •  24 de Julio de 2014  •  14.581 Palabras (59 Páginas)  •  636 Visitas

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MEDITACION 1

ACOGER EL AMOR QUE VIENE DE DIOS

Del Card. Albert Vanhoye

“Es Él quien (primero) nos ha

amado y ha mandado a su Hijo”

(1 Jn. 4, 10)

Vocación a la vida en el amor

(Homilía sobre los textos de I Sam. 3, 1-10; Jn. 15, 9-17)

La narración del primer libro de Samuel es muy conmovedora: nos revela a Dios que llama al pequeño Samuel a una vocación particular. A veces se dice que es mejor esperar que un niño se convierta en adulto para que pueda decidir sobre su estado de vida. En realidad Dios no espera que una persona llegue a ser adulta para prepararla a una vocación especial.

En el episodio de I Sam. 3, 1-10, vemos que Dios es quien toma la iniciativa que provoca una significativa experiencia espiritual. Igualmente en el Evangelio notamos que la iniciativa la tomas Cristo, quien dice a sus discípulos “No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido a ustedes” (Jn. 15,16). La vocación no es una iniciativa del hombre, si no que es un don de Dios, no somos nosotros quienes la decidimos, si no que únicamente nos toca acoger el don de Dios.

Por otra parte, en la vocación de Samuel vemos que Dios se vale también del sacerdote Elí para hacer consciente a Samuel de su llamada. Cuando Samuel tiene esta experiencia espiritual no la sabe interpretar piensa que es Elí el que esta llamándolo y se presenta ante el diciendo: “¡Aquí estoy me has llamado!” (Vv. 4.6.8). Él le responde: “¡No te he llamado vuelve a dormirte!” (Vv. 4.6). Es necesario que el pequeño Samuel sea educado por Elí para interpretar su experiencia espiritual. La tercera vez, por fin, Elí comprende que se trata de una llamada divina y entonces sugiere a Samuel la respuesta justa: “Habla Señor que tu siervo escucha” (V. 9).

Este episodio nos hace comprender como nosotros de vemos de ayudar a los jóvenes en su vocación. Cuando vemos que un joven tiene una experiencia espiritual, debemos ayudarlo a discernir la llamada divina, a interpretar sus experiencias, los signos del Señor, de manera que pueda encontrar el camino justo a su vocación.

En el Evangelio Jesús nos muestra toda la belleza de la vocación cristiana, especialmente de la vocación religiosa. Es una vocación que proviene del Padre celestial, que pasa a través del amor de Jesús y se hace patente a quien ha sido llamado en este amor. Dice Jesús: “Como el Padre me ama así también los amo yo. Permanezcan en mi amor” (Jn.15, 9). Esta participación del amor que viene del Padre y que pasa a través de Jesús es un don maravilloso de Dios que nos hace participes de misma vida trinitaria.

Para permanecer en el amor de Cristo, debemos amarnos los unos a los otros. No se trata de vivir el amor que proviene de Dios como una especie de intimidad cerrada, si no al contrario de vivirlo como una corriente de amor que lleva a amar a los otros. Todavía afirma Jesús: “Este es mi mandamiento: Que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn. 15,12).El amor de Dios tiene su dinamismo que lleva siempre a los otros, del Padre a Jesús, de Jesús a los discípulos, de los discípulos a otras personas.

Este amor debe ser fecundo como nos lo explica Jesús: “Los he constituidos para que vayan y den fruto y su fruto permanezcan” (Jn. 15,16). En la vida religiosa hay siempre un aspecto de llamada al apostolado, que puede asumir distintas formas. En el caso de la vida contemplativa este se manifiesta en la forma de oración apostólica.

Y en todos estos diversos aspectos del apostolado el Señor nos transmite su alegría; Declara Jesús: “Les he dicho esto para que mi alegría este en ustedes y su alegría sea plena” (Jn.15, 11). Las exigencias del Señor pueden ser grandes, pero su objetivo no es ni la tristeza, ni la austeridad, si no la alegría: Una alegría maravillosa, una plenitud de alegría.

Constatación

¿Qué comportamiento ha prevalecido en mí hasta ahora: De esfuerzo por amar a Dios con mis solas fuerzas o de acogida en su amor?

Sugerencia para la semana

Dedica cada día algún momento a una oración de acogida al amor de Dios que viene a nosotros de tantas maneras, fielmente y delicadamente.

MEDITACION 2

LA CRISIS DE LA CONVERSION

De Ugo Vanni

“A fin de ganar a Cristo

y ser encontrado en El”

(Flp. 3,9)

¿Podríamos afirmar que Pablo se realizo, como el mismo lo afirma en el ámbito del judaísmo farisaico, que estuviese satisfecho de sí mismo?

La respuesta es sorprendente:

“Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una perdida a causa de Cristo. Y más aún juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, Mi Señor por quien perdí todas las cosas y las tengo por basura para ganar a Cristo y ser hallado en El no con la justicia mía la que viene de la Ley, si no la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios apoyada, en la fe” (Flp. 3, 7-9).

La negatividad precisa, tajante, hasta vulgar, de este juicio de Pablo muestra un estado de ánimo agitado; no es la simple valoración fría de un error. En otras palabras, cuando afirma que considera estos “valores suyos” como una perdida, Pablo muestra una disconformidad latente quizá una verdadera crisis que se ha dado en el Fariseo y que lo ha llevado a su conversión.

Pablo ha llegado a construir su identidad, una realización paganizada de sí mismo, una “justicia” suya, obtenida a través de la práctica de la Ley. Pero ahora califica esta realización de sí mismo como una “justicia según la carne”. El término “carne” tiene una marcada connotación negativa que aparece seguido en los escritos de Pablo: Indica al hombre que se toma a sí mismo con un egoísmo un tanto sofisticado como el absoluto de su vida, casi como un ídolo.

Después de haber construido en si mismo esta su imagen, Pablo en seguida, o al menos muy pronto ha tenido que llegar hasta los limites hasta encontrarse en disconformidad. Considerando las distintas prescripciones de la Ley, entendiéndolas, interpretándolas con la casuística

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