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Mexico Ante Dios


Enviado por   •  12 de Febrero de 2012  •  1.655 Palabras (7 Páginas)  •  1.805 Visitas

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La historia comienza cuando un señor cuenta que un anciano, araposo, que se encontraba acostado, suplicaba por que el narrador de la historia se le acercara para así poder contarle “la verdad”. El pobre no quería llevarse a la tumba su secreto. El narrador lo piensa mucho antes de acercarse al anciano, ya que dice que al dormir puede olvidar la pesadilla en la que estaba viviendo.

Hacia unos días la policía porfiriana se había llevado a su familia y a el lo habían metido a la cárcel. Vivía entre roedores que subían por sus pantalones, tratando de comer lo que fuera: tela, piel, pelo, etc. Al lugar apenas y le entraba luz y era un lugar nauseabundo.

Los primeros días no hacia mas que llorar, por lo que el resto de los presos le gritaban ““¡Ya cállate, pinche mariquita! ¿No quesque eras muy machito pa’ criticar a don Porfirio…? ¡Ahora te chingas, cabrón!”. Pero a pesar de eso, a pesar de preferir dormir a estar despierto, decidió acercarse al anciano para que así se desahogara y pudiera morir en paz, aunque no se conocieran o le contaba a el su “secreto” o nadie mas lo iba a escuchar.

El narrador cuenta como poco a poco sus ojos se acostumbraban mas a la oscuridad por lo que podía distinguir que el anciano no hacia mas que ver hacia el techo. Su voz ya no era más que suspiros y murmullos. Al acercarse tuvo que espantar a unas ratas que se encontraban sobre el pecho del anciano, luego acerco su oreja a los labios del anciano y pudo saber por fin el gran secreto.

Dice el narrador que al oír las primeras palabras no sintió más que un escalofrió recorrerle la piel. No era algo simple, una confesión ni los pecados cometidos por un humilde mortal, no, era algo mucho mas grande. Algo que sacudiría a la sociedad e influiría en las futuras generaciones. Algo que desenmascararía al peor enemigo de México. No era un simple chisme provinciano e intrascendente de confesionario. Cuanto lamentaba el narrador no poder haber escrito la confesión del anciano, la confesión de los atropellos sufridos por la nación a manos del clero católico.

El anciano, al notar que el narrador tenía un gran interés en lo que contaba, resurgió. Su voz adquirió un nuevo vigor, otra intensidad. Estaba feliz al saber que ya no se llevaría su secreto al fondo del Golfo de México, “No podía abandonar el reino de los vivos mientras alguien no supiera lo que he guardado durante muchos años, aquí, en mi pecho. Gracias por acompañarme, hijo mío…” Dijo el anciano.

Cuando el narrador se logro acomodar junto a Valentín Altamirano, que era el nombre del anciano, este comenzó a decirle sin mas rodeos que el había sido toda su vida escritor y periodista; que había trabajado en diversos diarios mexicanos; que había publicado un sinnúmero de libros, la mayoría sobre diversos aspectos de la historia patria; que después había sido editor y había sobrevivido instalado en la clandestinidad desde los primeros años de la dictadura porfirista, por haberse atrevido a revelar secretos clericales celosamente guardados. Las persecuciones de las que había sido víctima, lejos de inducirlo a trabajar en otros temas, le habían aguijoneado el amor propio al extremo de hacerlo abandonar todo para avocarse al descubrimiento del verdadero papel desempeñado por la iglesia católica mexicana en nuestro siglo.

¿Por qué nadie sabía de ciertos prelados, tan encumbrados como perversos, que habían influido en forma determinante al mismo nivel que Santa Anna, Juárez o Maximiliano y, sin embargo, su desempeño macabro se mantenía oculto, intencional y aviesamente, muy a pesar de haber torcido una y otra vez el rumbo del país?

El anciano le pregunto al narrador si sabia quienes eran Matías Monteagudo, Pelagio Antonio de Labastida, Francisco Javier Miranda y Morfi. Le dijo que en realidad nadie sabía de ellos, que la iglesia se había encargado de ocultar sus crímenes y atentados, que habían escondido su gestión militar, diplomática, política y financiera.

Después le contó que todo en la historia había sido gracias a la iglesia. Que si México había tenido guerras internas era para que los curas pudieran imponer a Maximiliano.

También le contó de cuando Labastida obligo a Porfirio a renunciar a la constitución que el mismo había aceptado y en la cual renunciaba a la iglesia, con tal de salvar a su amada.

Capitulo 2.

Los Soldados de la Fe

En este capitulo Don Valentín, relata pasajes familiares, porque su repulsión hacia la iglesia católica; En primer lugar su padre, hombre enérgico y machista, lo único que le importaba era el dinero, el honor mal entendido; la madre mujer abnegada y sumisa tanto para su esposo como para con Dios y todo lo que ello representara, Francisco su hermano, se había metido de cura por convicción y por ultimo su hermana María de la Luz, a quien adora con toda

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