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William Shakespeare - Sonetos De Amor


Enviado por   •  25 de Febrero de 2014  •  3.984 Palabras (16 Páginas)  •  246 Visitas

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SONETOS DE AMOR

William Shakespeare

********************************************

I

De los hermosos el retoño ansiamos

para que su rosal no muera nunca,

pues cuando el tiempo su esplendor marchite

guardará su memoria su heredero.

Pero tú, que tus propios ojos amas,

para nutrir la luz, tu esencia quemas

y hambre produces en donde hay hartura,

demasiado cruel y hostil contigo.

Tú que eres hoy del mundo fresco adorno,

pregón de la radiante primavera,

sepultas tu poder en el capullo,

dulce egoísta que malgasta ahorrando.

Del mundo ten piedad: que tú y la tumba,

ávidos, lo que es suyo no devoren.

II

Cuando asedien tu faz cuarenta inviernos

y ahonden surcos en tu prado hermoso,

tu juventud, altiva vestidura,

será un andrajo que no mira nadie.

Y si por tu belleza preguntaran,

tesoro de tu tiempo apasionado,

decir que yace en tus sumidos ojos

dará motivo a escarnios o falsías.

¡Cuánto más te alabaran en su empleo

si respondieras : - « Este grácil hijo

mi deuda salda y mi vejez excusa »,

pues su beldad sería tu legado!

Pudieras, renaciendo en la vejez,

ver cálida tu sangre que se enfría.

III

Mira a tu espejo, y a tu rostro dile:

ya es tiempo de formar otro como éste.

Si no renuevas hoy su lozanía,

al mundo engañas y a una madre robas.

¿Quién es la bella del intacto seno

que tu cultivo marital desdeñe?

y ¿quién tan loco para ser la tumba

de un amor egoísta sin futuro?

Tu madre encuentra en ti, que eres su espejo,

la gracia de su abril, su primavera;

así, de tu vejez por las ventanas,

aunque mustio, verás tu tiempo de oro.

Mas si pasar prefieres sin memoria,

muere solo y tu imagen morirá.

IV

Derrochador de encanto, ¿por qué gastas

en ti mismo tu herencia de hermosura?

Naturaleza presta y no regala,

y, generosa, presta al generoso.

Luego, bello egoísta, ¿por qué abusas

de lo que se te dio para que dieras?

Avaro sin provecho, ¿por qué empleas

suma tan grande, si vivir no logras?

Al comerciar así sólo contigo,

defraudas de ti mismo a lo más dulce.

Cuando te llamen a partir, ¿qué saldo

podrás dejar que sea tolerable?

Tu belleza sin uso irá a la tumba;

usada, hubiera sido tu albacea.

V

Las horas que gentiles compusieron

tal visión para encanto de los ojos,

sus tiranos serán cuando destruyan

una belleza de suprema gracia:

porque el tiempo incansable, en torvo invierno,

muda al verano que en su seno arruina;

la savia hiela y el follaje esparce

y a la hermosura agosta entre la nieve.

Si no quedara la estival esencia,

en muros de cristal cautivo líquido,

la belleza y su fruto morirían

sin dejar ni el recuerdo de su forma.

Mas la flor destilada, hasta en invierno,

su ornato pierde y en perfume vive.

VI

No dejes, pues, sin destilar tu savia,

que la mano invernal tu estío borre:

aroma un frasco y antes que se esfume

enriquece un lugar con tu belleza.

No ha de ser una usura prohibida

la que alegra a quien paga de buen grado;

y tú debes dar vida a otro tú mismo,

feliz diez veces, si son diez por uno.

Más que ahora feliz fueras diez veces,

si diez veces, diez hijos te copiaran:

¿qué podría la muerte, si al partir

en tu posteridad siguieras vivo?

No te obstines, que es mucha tu hermosura

para darla a la muerte y los gusanos.

VII

¡Ve! si en oriente la graciosa luz

su cabeza flamígera levanta,

los ojos de los hombres, sus vasallos,

con miradas le rinden homenaje.

Y mientras sube al escarpado cielo,

como un joven robusto en su edad media,

lo siguen venerando las miradas

que su dorada procesión escoltan.

Pero cuando en su carro fatigado

deja la cumbre y abandona al día,

apártanse los ojos antes fieles,

del anciano y su marcha declinante.

Así tú, al declinar sin ser mirado,

si no tienes un hijo, morirás.

XV

Cuando pienso que todo lo que crece

su perfección conserva un mero instante;

que las funciones de este gran proscenio

se dan bajo la influencia de los astros;

y que el hombre florece como planta

a quien el mismo cielo alienta y rinde,

primero ufano y abatido luego,

hasta que su esplendor nadie recuerda:

la idea de una estada tan fugaz

a mis ojos te muestra más vibrante,

mientras que Tiempo y Decadencia traman

mudar tu joven día en noche sórdida.

Y, por tu amor guerreando con el Tiempo,

si él te roba, te injerto nueva vida.

XVI

¿Y por qué no es tu guerra más pujante

contra el Tirano tiempo sanguinario;

y contra el decaer no te aseguras

mejores medios que mi rima estéril?

En el cenit estás de horas risueñas.

Los incultos jardines virginales

darían para ti vivientes flores,

a ti más semejantes que tu efigie.

Tendrías vida nueva en vivos trazos,

pues ni mi pluma inhábil ni el pincel

harán que tu nobleza y tu hermosura

ante los ojos de los hombres vivan.

Si a ti mismo te entregas, quedarás

por tu dulce destreza retratado.

XVII

¿Quién creerá en el futuro a mis poemas

si los colman tus méritos altísimos?

Tu vida, empero, esconden en su tumba

y apenas la mitad de tus bondades.

Si pudiera exaltar tus bellos ojos

y en frescos versos detallar sus gracias,

diría el porvenir: « Miente el poeta,

rasgos divinos son, no terrenales ».

Desdeñarían mis papeles mustios,

como ancianos locuaces, embusteros;

sería tu verdad « transporte lírico »,

« métrico exceso » de un « antiguo » canto.

Mas si entonces viviera un hijo tuyo,

mi rima y él dos vidas te darían.

XVIII

¿A un día de verano compararte?

Más hermosura y suavidad posees.

Tiembla el brote de mayo bajo el viento

y el estío no dura casi nada.

A veces demasiado

...

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