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El Mundo Segun Diego


Enviado por   •  29 de Agosto de 2011  •  510 Palabras (3 Páginas)  •  749 Visitas

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El día había transcurrido del modo como suelen transcurrir estos días; lo había

malbaratado, lo había consumido suavemente con mi manera primitiva y extraña de

vivir; había trabajado un buen rato, dando vueltas a los libros viejos; había tenido

dolores durante dos horas, como suele tenerlos la gente de alguna edad; había tomado

unos polvos y me había alegrado de que los dolores se dejaran engañar; me había dado

un baño caliente, absorbiendo el calorcillo agradable; había recibido tres veces el correo

y hojeado las cartas, todas sin importancia, y los impresos, había hecho mi gimnasia

respiratoria, dejando hoy por comodidad los ejercicios de meditación; había salido de

paseo una hora y había visto dibujadas en el cielo bellas y delicadas muestras de

preciosos cirros. Esto era muy bonito, igual que la lectura en los viejos libros y el estar

tendido en el baño caliente; pero, en suma, no había sido precisamente un día

encantador, no había sido un día radiante, de placer y Ventura, sino simplemente uno de

estos días como tienen que ser, por lo visto, para mí desde hace mucho tiempo los

corrientes y normales; días mesuradamente agradables, absolutamente llevaderos,

pasables y tibios, de un señor descontento y de cierta edad; días sin dolores especiales,

sin preocupaciones especiales, sin verdadero desaliento y sin desesperanza; días en los

cuales puede meditarse tranquila y objetivamente, sin agitaciones ni miedos, hasta la

cuestión de si no habrá llegado el instante de seguir el ejemplo del célebre autor de los

Estudios y sufrir un accidente al afeitarse.

El que haya gustado los otros días, los malos, los de los ataques de gota o los del

maligno dolor de cabeza clavado detrás de los globos de los ojos, y convirtiendo, por

arte del diablo, toda actividad de la vista y del oído de una satisfacción en un tormento,

o aquellos días de la agonía del espíritu, aquellos días terribles del vacío interior y de la

desesperanza, en los cuales, en medio de la tierra destruida y esquilmada por las

sociedades anónimas, nos salen al paso, con sus muecas como un vomitivo, la

humanidad y la llamada cultura con su fementido brillo de feria, ordinario y de hojalata,

concentrado todo y llevado al colmo de lo insoportable dentro del propio yo enfermo; el

que haya gustado aquellos días infernales, ése ha de estar muy contento con estos días

normales y mediocres como el de hoy; lleno de agradecimiento se sentará junto a la

amable chimenea y con agradecimiento comprobará, al leer el periódico de la mañana,

que no se ha declarado ninguna nueva guerra ni se ha erigido en ninguna parte ninguna

nueva dictadura, ni se ha descubierto en política ni en el

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