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FILOSOFÍA PRESOCRÁTICA ¿Qué es el arjé?


Enviado por   •  21 de Febrero de 2016  •  Informe  •  1.785 Palabras (8 Páginas)  •  1.024 Visitas

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FILOSOFÍA PRESOCRÁTICA

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INTRODUCCIÓN

Del mito a la ciencia

La importancia de los filósofos presocráticos radica más en el planteamiento de problemas que en las soluciones que les otorgaron. Ellos crearon conceptos que hasta la fecha son fundamentales en las ciencias más avanzadas, como los de causa-efecto, fenómeno, leyes, número, medida, materia, espacio, elemento, átomo, etc.

     A los primeros filósofos les interesaban los cambios cíclicos de las cosas, la regularidad de los movimientos celestes, el orden y la belleza del cosmos, los fenómenos atmosféricos, etc. No sólo se preguntaban qué son las cosas sino que también se preguntaban de qué estaban conformadas. Sustituyeron a los dioses mitológicos por explicaciones racionales de lo que rige el cosmos, poco a poco fueron dando forma al método científico, teniendo como base lo natural en lugar de lo sobrenatural.

La primera escuela

En las primeras páginas de la Metafísica, recogiendo las doctrinas de los pensadores griegos que le precedieron, Aristóteles afirma que Tales y sus discípulos de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes, fueron los primeros filósofos, ya que afontaron en términos racionales, y no míticos, el problema del arjé.

¿Qué es el arjé?

El término arjé proviene del griego ρχή que indica el principio, el fundamento, aquello de lo que todo ha tenido origen y que mantiene vivo el mundo. Los Milesios señalaron el arjé en un elemento natural (el agua, el aire, el ápeiron), pero ya los filósofos de la generación siguiente elaboraron respuestas más refinadas al problema: Heráclito identificó al arjé con el fuego, y Pitágoras con el número. Posteriormente el término se mantuvo en la tradición y fue empleado por Platón y Aristóteles para designar en sentido genérico ya sea la materia de la que están hechas las cosas, ya sea la fuerza que da vida a la naturaleza.

Tales: El principio de todo es agua.

El principio primordial se halla, según Tales, en el agua. La respuesta puede parecer desilusionadora, pero su importancia reside en el hecho de que por primera vez en la historia del pensamiento se busca una solución de tipo racional en lugar de mítico-fantástica. Lo confirman las razones aportadas por Tales: el agua es abundante y la vida surge del agua o de lo húmedo.

Anaximandro: El principio de todo es el ápeiron.

Con un notable salto intelectual respecto a Tales, Anaximandro ya no sitúa el arjé en un elemento natural, sino en el ápeiron, término que en griego indica lo ilimitado, lo infinito: una realidad primigenia e indiferenciada, sin límites ni confines. Probablemente el razonamiento que lo condujo a esta conclusión fue el siguiente: Cada parte del universo es el resultado de una oposición entre fuerzas antagónicas. La tierra, el agua, el aire, el fuego; es decir, todos los elementos son el resultado de un equilibrio de opuestos: el calor se opone al frío, lo seco se opone a lo húmedo. Pero también el cosmos en su totalidad ha de ser el producto de un antagonismo fundamental, y aunque el universo aparece definido, limitado, determinado en cada componente suyo, hay que pensar que tuvo un origen y que está sostenido por un principio diametralmente contrario: el ápeiron.

Anaxímenes: El principio de todo es aire.

Quizá realizando una cierta vuelta atrás respecto a la solución de Anaximandro, Anaxímenes identificó el arjé con un elemento natural: el aire.

     En realidad, es probable que con este término aludiese a lo que luego los griegos llamaron pneuma, es decir, el aliento caliente y rarefacto, de naturaleza más espiritual que material, que está presente en todo ser vivo y que se exhala del cuerpo con el último aliento. Más que una sustancia natural, el aire de Anaxímenes es el principio de la vida.

Pitágoras: El principio de todo es el número.

Pitágoras identificó el arjé con el número, el punto de partida, fundamento y causa que los Milesios encontraron en un elemento físico. Cualquier figura geométrica, y por lo tanto cualquier cuerpo existente, puede ser pensado como una cantidad finita y numerable de elementos base unitarios: los números.

     Todo se reduce a números y todo es numerable, con esta certeza, Pitágoras construyó la primera matemática y elaboró una metafísica, un ideal de orden, racionalidad y armonía cósmica.

     La idea pitagórica de número es distinta de la moderna: el número no es un ente abstracto, sino algo concreto, real y medible, una dimensión esencial de las cosas. Así pues el número pitagórico poseía una dimensión espacial: en ella hay triángulos, cuadrados, etc.

Heráclito: El principio de todo es el fuego.

Para Heráclito todo deriva del fuego. Así como el fuego es el más dinámico entre los elementos, así es la naturaleza. Ya los filósofos Tales, Anaximandro y Anaxímenes habían notado la importancia de los fenómenos de transformación en la naturaleza pero para Heráclito no es posible llegar a comprender la naturaleza puesto que lo que ahora es, después ya no es. Todo viene y todo va en la naturaleza y precisamente en este cambio consiste la naturaleza de las cosas.

Parménides: El principio de todo es el ser.

Contrario al pensamiento de Heráclito, de que todo en la naturaleza está en constante cambio, Parménides sostiene que en la naturaleza nada se mueve. Las cosas en la naturaleza sólo cambian en apariencia, en el fondo siempre permanecen siendo, el ser es lo que hace que las cosas permanezcan inmutables.

     Para Parménides todo lo que se encuentra en la naturaleza es un mismo ser eterno e inmóvil.

Empédocles: El principio de todo son los 4 elementos.

Por lo que respecta a la naturaleza Empédocles aceptó el postulado parmenídeo de la permanencia del ser; pero tratará de dar una explicación del cambio, negándose a aceptar el carácter ilusorio la realidad sensible. Para solucionar las aporías en las que habían caído los anteriores filósofos Empédocles postula la existencia de cuatro elementos (fuego, tierra, aire, agua) cada uno de ellos con las características de permanencia e inmutabilidad del ser, y la existencia de dos fuerzas cósmicas (Amor, Odio) que actuarán como causa de la combinación o disociación de los elementos.

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