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Fiestas Hispanas


Enviado por   •  7 de Julio de 2013  •  6.215 Palabras (25 Páginas)  •  426 Visitas

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Fiestas hispanas de moros y cristianos. Historia y significados

Moors and Christians' dramas in Spain: history and meaning

Demetrio E. Brisset Martín

Facultad de Ciencias de la Información. Universidad de Málaga. Málaga.

brisset@uma.es

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RESUMEN

Las fiestas de Moros y Cristianos aquí se abordan como objeto de investigación morfológico y etnohistórico, y como modo de expresión simbólica, a partir de los datos ofrecidos por unos 500 casos.Se las define, diferenciando sus elementos fijos y variables. A partir de un corpus compuesto por 130 representaciones de teatro popular, brevemente se analizan sus denominaciones, patronos, personajes y argumentos, en busca de sus modelos textuales y reales. Se procede luego a seguir su desarrollo histórico, conectándolo con otros rituales de conquista y universos festivos emparentados. Se termina con una breve selección de parlamentos.

ABSTRACT

From data offered by some 500 cases, Moors and Christians' dramas are approached as a morphological and ethnohistorical research object, as well as a symbolic expression. Their permanent and variable elements are identified. From a compilation of 130 ritual theater plays, their denominations, patron saints, characters and plots are briefly analyzed, in search of their real and literal models. Their historical developments are drawn, connecting them with other conquest rituals and related festivities. Finally, some short dialogues are selected.

PALABRAS CLAVE | KEYWORDS

fiestas de moros y cristianos | etnohistoria | estudio comparativo | teatro popular | Moors and Christians' dramas | ethnohistory | comparative research | folk theater

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¡Oh valeroso Christiano

detén tu valiente espada,

y ayúdame a levantar,

que ya vencido en batalla,

si me vence el argumento,

te prometo mi palabra

de recibir el bautismo,

y asistido de la gracia,

confesar de Dios el Nombre,

y á su Madre Soberana.

(Coloquio representativo entre un moro y un cristiano, pliego de cordel, siglo XVIII)

Uno de los elementos que configuran la cultura hispánica es el de sus rituales festivos. Y dentro de ellos, uno de los más característicos es el de las representaciones de conquista, funciones de teatro popular que rememoran épicos episodios de la historia local, integradas en las fiestas anuales en honor de los patronos tutelares de la comunidad.

La más extendida de estas representaciones, que se siguen celebrando en casi tres centenares de localidades pequeñas y medianas de la Península Ibérica, el continente americano y alguna otra zona geográfica, es la que gira en torno a la lucha entre un bando moro y otro cristiano. Estos enfrentamientos rituales, impregnados de una ostensible exaltación de la religión católica, son un fogoso y rejuvenecido rescoldo de una de las modalidades de diversión popular más profusamente implantadas en la Península y transportada por los españoles a todas las áreas por las que extendieron su cultura. Y este fenómeno abarca por lo menos ocho siglos.

En esencia, la fiesta de Moros y Cristianos consiste en una representación de teatro popular que complementa el ritual litúrgico de las celebraciones de reforzamiento de los lazos comunitarios, expresando el combate entre el bando de los héroes -los cristianos- y los enemigos -los moros- por la posesión de un bien colectivo, mediante acciones y parlamentos, aunque se puede prescindir de la palabra. Dentro de este esquema argumental mínimo tienen cabida variaciones sorprendentes, especialmente con los personajes.

Así, en cierta localidad aragonesa la batalla final rememora el combate naval de Lepanto, con las galeras de cartón que simulan ser la flota cristiana capitaneadas nada menos que por Carlomagno; en tierras mexicanos lo mismo se representan un desembarco turco en Yucatán, el desafío entre el Cid y Pilatos rey de Granada o la inclusión tanto de los moros como de los cristianos en las huestes que siguen al apóstol Santiago en su lucha contra los indios paganos; en los Andes peruanos el bando rival de Santiago y los cristianos está formado por demonios; en el occidente de Portugal es el jefe cristiano san Jorge quien necesita la ayuda de un ángel para liberar a la doncella cautivada sucesivamente por un dragón y por los turcos; y en Andalucía lo mismo son el obispo de la Sevilla visigoda, san Isidoro, que la abuela de Jesús, santa Ana, quienes proporcionan la victoria a las tropas de la cruz. Esta breve enumeración de anacronismos históricos y deformaciones legendarias da una pálida idea de la complejidad de personajes y situaciones que tienen acomodo en estas celebraciones rituales de aspecto histórico.

En la inmensa mayoría de las funciones peninsulares de Moros y Cristianos lo que aparentemente se conmemora es la "reconquista" de la localidad en algún momento de la Edad Media. Sin embargo, entre las andaluzas -radicadas en el que fuera antiguo reino nazarí de Granada- pervive el recuerdo de la sofocada rebelión de los moriscos granadinos contra Felipe II. Pero hay otros hechos históricos que pueden haber sido motivo de inspiración para los temas representados.La conquista de Jerusalem por los cruzados -entre los que se contaba un grupo de caballeros navarros- en el año 1099, puede ser el modelo admirado que se está imitando.La captura, 150 años después, del jefe de la VI Cruzada -el rey san Luis de Francia- por los musulmanes, todavía se recuerda en la Alpujarra granadina. Otra toma de una plaza fuerte que caló honda en la imaginación popular fue la de Antequera en 1410: Gracias al romancero viejo se inmortalizaron muchos episodios de la que puede considerarse penúltima gesta de la caballería peninsular, entre los que se cuenta la inflamada oratoria de fanáticos predicadores en cada bando, el intercambio de embajadas, la victoria de un escudero cristiano en su desigual duelo contra un gigante moro a caballo -al que decapitó-, y la ocupación de la ciudad justo al llegar el pendón de san Isidoro.Otras fuentes de inspiración histórica fueron la célebre toma de Granada por los Reyes Católicos; el saqueo e incendio de Cádiz por la armada inglesa en 1596, que incluyó la profanación de la patrona de los navegantes a las Indias, la Virgen del Rosario, que fue arrastrada por las calles con una soga al cuello (maldad que se suele atribuir a los moros en estas funciones); y, finalmente, la toma del puerto almeriense de Adra por los piratas turcos y berberiscos en 1620, cuyos avatares sangrientos todavía se rememoran con bastante exactitud en varias funciones alpujarreñas, que

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