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Jucio De Paris


Enviado por   •  25 de Enero de 2014  •  787 Palabras (4 Páginas)  •  236 Visitas

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En la inmensa y regia morada del Olimpo, el gran festín llegaba a su término. Recostados en dorados lechos, los Inmortales bebían el néctar, fúlgido licor de la juventud, que los coperos divinos, Hebe y Ganímedes, vertían como ríos.

Estaban todos: desde los poderosos señores de la tierra y de las aguas hasta las divinidades menores, desde los pequeños faunos de los torrentes hasta las ninfas de los bosques. Todos eran felices porque su vida transcurría en un continuo e inalterable júbilo y porque el mundo, a sus pies, estaba en paz.

La fiesta se celebraba en honor de la diosa Tetis, desposada con Peleo, de cuyo matrimonio nació luego Aquiles., Zeus se hallaba en el centro del gran convite, rodeado por los hermanos Hades y Poseidón; las hermanas Hera, Hestia y Demetria; los hijos de Hera: Ares y Héfaistos; Apolo y Artemis, hijos de Latona; Atena, nacida de su cerebro; Hermes, Afrodita, Dionisio y numerosos sátiros y ninfas, que danzaban y cantaban para deleite de todos los presentes.

Estos dioses, como los mortales, tenían necesidad de alimento y de sueño. Su alimento era exclusivamente la ambrosia y su bebida el néctar. En el aspecto físico se diferenciaban de los hombres sólo por la estatura, la belleza y el don de eterna juventud. Pero poseían también todas las pasiones de los hombres: el amor y el odio, la ira y la envidia; eran a veces crueles y a veces magnánimos. Sus días transcurrían alegremente, pero todos estaban sometidos a un poder superior: el Destino, hijo del Caos y de la Noche, a quien ni Zeus podía oponerse.

De repente en el salón se hizo el silencio. Todas las miradas se fijaron en una extravagante figura que había aparecido en el umbral: Eris, la única diosa que no había sido invitada. “Es demasiado intrigante —habían convenido los anfitriones—. Es capaz de echar a perder la fiesta con sus maledicencias?. Y ahora se hallaba en medio de los convidados. Cuando estuvo cerca del triclinio donde se hallaban sentados los dioses mayores, la maléfica diosa extrajo de entre los pliegues de su túnica una manzana de oro y la arrojó sobre la mesa, exclamando: “He aquí mi regalo. Es para la más bella de las diosas.” Dicho esto, la diosa de la discordia se retiró.

Después de un instante de sorpresa, las tres diosas que se hallaban sentadas alrededor de la mesa: Palas, Hera y Afrodita, alargaron la mano hacia la reluciente manzana; pero se detuvieron sorprendidas y se miraron unas a otras. Zeus, el señor de los dioses, que observaba la escena, sonrió, e interviniendo dijo: “El único medio para conocer cuál de vosotras es la más bella, y establecer, por consiguiente, a quién corresponde la manzana de la discordia, es recurrir a un arbitraje. Escoged entre los mortales un juez de vuestro agrado y acatad su decisión.”

Como siempre, Zeus había sentenciado sabiamente. Después

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