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Reseña La Ciudad Antigua.


Enviado por   •  23 de Mayo de 2013  •  5.363 Palabras (22 Páginas)  •  1.394 Visitas

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La ciudad antigua.

De editorial Porrúa, con primera versión de Fustel de Coulanges nos narra en 5 libros La ciudad antigua, que es el estudio sobre el culto, el derecho y las instituciones de roma.

Libro I. Creencias antiguas.

Primer libro narra en particular las creencias acerca de la muerte, de lo que sucedía con el alma cuando un cuerpo yacía muerto. Expone claramente las diferencias entre las culturas y lo que hacía cada uno con sus creencias; Por ejemplo los griegos y los italianos suponían que no era un mundo extraño, en donde moraban los espíritus (seguían en la tierra, cerca de los vivos). Mencionaban también que era un rito la colocación de los restos humanos en la sepultura, pensaban que era algo viviente lo que ahí se colocaba. Pronunciaban algunas frases cuando depositaban el cadáver, por ejemplo: ¡Que te encuentres bien! Al igual que objetos de uso personal, algunos alimentos y gustos del fallecido. Se insiste en que ahí se encontraba un vivo.

Uno de los tormentos más frecuentes para los hombres en las ciudades antiguas, era el hecho de no tener ceremonia cuando terminaba su existencia en la tierra. Además, si eras acusado de crímenes contra el estado, se podía llegar a privarte de la sepultura, con lo que se creía que, el alma nunca descansaría en paz. El ser que vivía bajo tierra, no solo bastaba con que el cuerpo se enterrara, se tenían que seguir forzosamente los rituales, el ser que vivía bajo tierra, no estaba lo bastante emancipado de la humanidad, por lo que frecuentemente en una temporada del año, se le tenía que llevar alimentos.

Se consideraba a los muertos por seres sagrados, los ciudadanos les otorgaban las más respetuosas frases y lisonjas que podían encontrar. Considerados también como dioses subterráneos. En sus tumbas que, eran sus templos de divinidad se escribía: Un dios aquí está enterrado. Además de una nueva existencia bienaventurada, se les tributaban ofrendas por los vivos, precisamente familiares, porque si algún extranjero se acercaba a la tumba perturbaba la tranquilidad del muerto. Si se cesaba de ofrecer alimentos fúnebres, ofrendas, a los muertos, salían enseguida de sus tumbas, como almas errantes y en pena, no dejaban sus apariciones, generalmente nocturnas hasta que se reanudaban las ofrendas. El sacrificio, la ofrenda del sustento y la libnacion, los hacia volver a la tumba y les devolvían el reposo y los tributos divinos. El hombre quedaba entonces en paz con ellos.

Cada familia tenía su tumba, donde sus muertos descansaban unos al lado de otros, siempre juntos. Todos los de la misma sangre debían ser enterrados allí y a ningún hombre de distinta familia podía encargársele su administración. Allí se celebraban sus ceremonias y sus aniversarios, siempre depositándolos cerca de la familia viva, así se consideraba, que podían estar cerca de sus seres consanguíneos.

Todos los antiguos hogares romanos y griegos debían de tener un altar, dentro de ese altar se encontraba un fuego: ¡El fuego sagrado! El fuego tenía algo de divino, se le adoraba, se le rendía un verdadero culto. Se consideraba una desgracia cuando el fuego se extinguía en una casa. El fuego de dejaba de brillar hasta que la familia perecía totalmente. No era una costumbre ni un rito insignificante, se consideraba como ley, la cual tenía métodos y ritos muy estrictos. Se le ofrendaban todas las cosas que podían ser gratas a un dios; flores, maderas, frutas incienso, vino. El fuego era pues, la providencia de la familia. Su culto era sencillo, solo tenían que tener unas cuantas brasas de carbón dentro del altar y a cierta hora del día, se colocaban maderas y hierbas secas, era entonces cuando el dios se manifestaba haciendo arder el material.

Al momento de comer se hacían oraciones, se creía que los dioses eran los que preparaban el alimento, eran quienes lo cocían y lo terminaban de consagrar. La comida era el acto religioso por excelencia. El dios la presidia. La comida se compartía así, entre el hombre y el dios. Se mencionan dos tipos de fuegos el puro y el casto uno para efectos de la familia y los segundos para una unión nueva de los sexos. El primero el fuego puro, se considera como un fuego moral y de aquello que se considera ético. El segundo era para saber si las parejas nuevas podían crear una verdadera familia y poder llevarla a cabo con todos protocolos.

Si compramos el culto del fuego y el culto a los muertos nos damos cuenta que guardan una estrecha relación: se refiere el primero a un dios que como ya expuse mantenía un estatus de divinidad dentro del seno familiar. El culto a los muertos por otro lado el muerto se consideraba que conseguía doblemente la humanidad al necesitar atenciones específicas al igual que el fuego. Tan necesario era el culto a los a los muertos en las comidas fúnebres que tenían que ser ofrecidos por los descendientes del muerto y no por otra persona aun cuando fuese conocido del finado Los dos crecían en un hogar con alta moral y ambos tenían una personalidad muy definida. En un claro ejemplo el nombre que se le dio al fuego de VESTA: y se consideraba una imagen muy similar a la de una mujer incluso representada en varias.

Al habla de religiones se tenía que hacer énfasis en las religiones domésticas. En la anterioridad, como actualmente ningún dios ofrecía unanimidad y no se anunciaba como dios único. Además siempre se han puesto en contra de aquellos que no profesan su creencia. En algunas ocasiones no aceptaban la adoración de todos los hombres. Actualmente nos cuesta mucho trabajo entender como los hombres tenían que adorar a sus padres o antepasados. Retomando al fuego moral de cada hogar, este también se consideraba como la representación y manifestación de los antepasados de una manera más cercana. A él y solo a él se le debía culto, respeto y toma de decisiones.

Por tanto tenemos que: la religión no residía en los templos si no en cada casa; cada cual tenía sus dioses.

Libro II La familia.

La familia ha sido el principio constitutivo de la familia antigua.

El segundo libro narra la formación de una familia y que la constituía. Menciona que cada hombre tenía un fuego sagrado (su dios) y que de ese fuego hacían un altar para formar una familia. Se le tomaba en cuenta a todo momento. En las mañanas para adorarlo, en las noches para darle gracias, en la hora de los alimentos, puesto que el fuego era un dios y era el dios quien preparaba los alimentos. Todas las familias tenían bóvedas para adorar y tener culto hacia sus muertos. Anteriormente el principio de la familia antigua, no radicaba en la generación exclusivamente. Se demuestra que la mujer no tenía el mismo peso y relevancia

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