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Resumen: Popol Vuh, el “Libro del Consejo” o los “Papeles del Consejo”


Enviado por   •  19 de Mayo de 2024  •  Resúmenes  •  2.540 Palabras (11 Páginas)  •  32 Visitas

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POPOL VUH

El Popol Vuh, también conocido como el “Libro del Consejo” o los “Papeles del Consejo”, ocupa un lugar central en la literatura prehispánica. Para los mayas quichés del altiplano guatemalteco, este texto sagrado es más que un relato: es un vínculo con sus dioses, sus antepasados y la creación misma del mundo. El Popol Vuh nos sumerge en la religión maya, desvelando sus creencias sobre la creación, los dioses y la relación entre el mundo natural y el espiritual. A través de sus páginas, encontramos la génesis del cosmos y la conexión entre los seres humanos y las deidades. No solo es un mito fundacional, sino también un registro histórico. Narra las hazañas de los Héroes Gemelos, semidioses que enfrentaron pruebas y desafíos. Además, nos presenta las dinastías de la nobleza quiché, revelando la estructura social y política de la época y, aunque escrito en el período colonial, el Popol Vuh nos ofrece vislumbres de las creencias y prácticas del Período Clásico. A través de sus símbolos y metáforas, podemos explorar la mente de los antiguos mayas y comprender su visión del mundo.

Al inicio te sitúan en un universo “virginal”, pues en él no había más que oscuridad y mares, sobre de estos, habitaban los dioses creadores, Tepeu y Gucumatz, quienes, al sentirse solos, decidieron crear al Corazón del Cielo, el cual conformaron por tres dioses, Caculhá Huracán, Chipi-Caculhá y Raxa-Caculhá.

Sintiendo que aún les faltaba algo, de las aguas hicieron emerger la tierra, la cual poblaron con animales grandes y chicos, sin embargo, estos al solo emitir chillidos, cacareos y bramidos, no les podían alabar, ante esto, los Creadores se enfadaron, pues para ellos eso era una gran falta de respeto, la cual penaron condenándolos a ser comidos los unos por los otros.

Así, los dioses decidieron entonces crear y formar al hombre, para por medio de este ser recordados y venerados.

Los primeros hombres fueron moldeados con tierra, sin embargo, por el material, estos se deformaban y no podían ni mantenerse en pie, ni mucho menos hablar para adorarlos. Viendo su fracaso, los desbarataron y decidieron invocar al abuelo Sol, Ixmucané, y a la abuela Luna, Ixpiyacoc, para que, con su sabiduría, les iluminaran para saber de qué material hacer los seres que les adorarían. Estos les dijeron que consultaran los granos de maíz, y así lo hicieron, obteniendo como respuesta que debían tallar al hombre usando madera.

Se dispusieron a terminar su obra antes del amanecer, y cuando los rayos de sol aparecieron sobre la Tierra, los hombres de madera cobraron vida, existieron y se multiplicaron. No obstante, al no tener corazón ni inteligencia, caminaban sin rumbo y a gatas, no se acordaban de sus creadores y formadores, nunca los adoraron, por eso, fueron castigados por el corazón del Cielo y de la Tierra, quienes mandaron una gran inundación que cubrió a los hombres de palo, matándolos así.

Aun no dándose por vencidos, decidieron intentar una vez más, en esta ocasión, hicieron a los hombres con madera de tzite y a las mujeres con espadaña; sin embargo, este último intento también fracasó, pues no pensaban y no hablaban con sus formadores, esto ocasionó que, al igual que sus predecesores, fueran aniquilados cruelmente, y, tras varias torturas, los que quedaron de esos hombres se terminaron convirtiendo en lo que hoy conocemos como monos.

Se narra también la historia del padre de los héroes gemelos que trajeron la luz a la Tierra, la cual transcurre antes de la creación, en medio de la oscuridad. Comienza con el nacimiento de Hun-Hunahpú y Vacub-Hunahpú, hijos de Ixpiyacoc e Ixmucané, los dioses contadores de días y adivinadores de ceniza. Hun-Hunahpú, el mayor, estaba casado con Ixbaquiyalo, con quien engendró a Hun-Batz y Hun-Chouen, los cuales, a diferencia de su padre y su tío, preferían las artes como la música y la pintura antes que el juego de pelota.

Hun-Hunahpú solía practicar el juego de pelota con su hermano, sin embargo, los sonidos que generaban eran tan fuertes que fueron escuchados por los Señores del Xibalbá, Hun-Camé y Vacub-Camé, los cuales enviaron a un búho para averiguar quienes eran los causantes de dicho escándalo, y cuando hubo regresado, los Señores del Xibalbá decidieron tenderles una trampa, fue así como dispusieron a sus mensajeros con los gemelos para extenderles una invitación para jugar al juego de pelota.

Los gemelos, alagados, se apresuraron a empacar sus cosas para jugar y muy emocionados se despidieron de su madre prometiendo volver. Descendieron montañas, barrancos, cruzado ríos y bosques, hasta que llegaron a un crucero con cuatro caminos, uno rojo, otro blanco, el tercero negro y el último amarillo, entonces, una voz se escuchó del camino negro y les dijo que debían tomarlo, pues antes de jugar, los Señores del Xibalbá deseaban ponerlos a prueba. Confundidos, aceptaron unas hojas de tabaco y algunos ocotes que les otorgaron y emprendieron su marcha por el camino negro.

Primero, llegaron a la casa obscura, en cuyo interior solo habitaban tinieblas, después pasaron por la casa del frío, donde solo encontraron gelidez, su tercera parada fue la casa de los tigres, en la cual feroces felinos intentaron devorarlos, saliendo de esta, cruzaron la casa de los murciélagos y por último la casa de las navajas. A penas salían los primeros rayos del sol cuando finalizaron todas las pruebas, fue entonces cuando una voz les preguntó por los ocotes y las hojas de tabaco, a lo que ellos respondieron que las usaron en la casa de las tinieblas para calentarse, en ese momento se dieron cuenta de que los Señores del Xibalbá no tenían intenciones de jugar la pelota con ellos, y habían caído en su trampa.

Hun-Hunahpú y Vacub-Hunahpú fueron sacrificados y enterrados, pero antes, por orden de sus verdugos, la cabeza del mayor fue cercenada y colocada en un árbol seco de jícaras. Dicho árbol se llenó de frutos con la misma forma de la cabeza de Hun-Hunahpú, al ver esto, los Señores del Xibalbá ordenaron que nadie debía acercársele y mucho menos comer de sus frutos. La belleza exótica y aroma de los frutos se volvió mítica, y los rumores de su existencia llegaron hasta los oídos de la doncella Ixquic, hija del señor Cuchumaquic, quien quedó admirada al oírla y decidió salir en busca de probar dichos frutos.

Al llegar al lugar donde el árbol se encontraba, la cabeza de Hun-Hunahpú le preguntó si en verdad deseaba tanto probarlos, a lo que ella respondió que sí, que en verdad añoraba saborear la fuente de tan delicioso aroma, la cabeza de Hun-Hunahpú le dijo que, entonces, extendiera su mano, y ella así lo hizo; él le escupió en la mano, y le explicó que con ese acto le había dado su decendencia. La doncella volvió entonces a su casa, donde fue acusada de haber deshonrado su linaje, ella les explicó lo ocurrido, sin embargo, nadie le creyó y su padre la mandó sacrificar, al ver su condena, Ixquic astutamente logró burlarlos a todos y huyó en busca de la abuela de los dos niños que en su vientre llevaba.

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