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Antologia


Enviado por   •  28 de Febrero de 2014  •  540 Palabras (3 Páginas)  •  198 Visitas

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Romance de la doncella guerrera

Los romances son poemas formados por versos de ocho sílabas, donde en cada estrofa riman los versos pares: Dios, varón, inclinación, [escribir estas palabras en el pizarrón hace más clara la explicación] tienen rimas asonantes: en su última sílaba tienen una o tónica, acentuada. En México, los romances se convirtieron en corridos. Muchas veces, los corridos y los romances cuentan historias.

Hoy vamos a leer el de la doncella guerrera. Ella es una muchacha que se disfraza de hombre para que su padre tenga un hijo que vaya a servir al rey en la guerra.

En Sevilla, a un sevillano [Sevilla es

una ciudad española]

siete hijos le dio Dios,

y tuvo la mala suerte

que ninguno fue varón.

La más chiquita de ellas

le llevó la inclinación

de ir a servir al rey

vestidita de varón.

–No vayas, hija, no vayas,

que te van a conocer;

que tienes el pelo muy largo

y dirán que eres mujer.

–Si tengo el pelito largo,

madre, córtemelo usted,

y con el pelo cortado

un varón pareceré.

Y al subir al caballo

la espada se le cayó;

por decir ¡maldita sea!

dijo “maldita sea yo”;

siete años estuvo en guerra

y nadie la conoció,

si no fue el hijo del rey

que de ella se enamoró.

“Romance de la doncella guerrera” en Teresa de Santos (comp.), Romancero para niños. México, SEP-De la Torre, 2005.

11. La espada en la piedra

Una leyenda inglesa cuenta que, una vez, hace mucho, el rey murió sin dejar un hijo que lo heredara. Los nobles comenzaron a pelear entre ellos para apoderarse del trono, pero el mago Merlín sabía que el rey debía ser quien pudiera sacar del yunque o de la piedra donde estaba clavada una espada mágica que tenía nombre: se llamaba Excalibur.

El rey había muerto. El trono estaba vacante, no había un heredero para la Corona y el miedo iba extendiéndose por el reino. Todos sabían que sin rey no había autoridad ni mando. Los enemigos buscarían invadirlos; los nobles ya estaban peleando entre ellos por el trono; bandas de asaltantes y asesinos arrasaban los pueblos y se llevaban muchachas, niños y ganado. Hacía falta la autoridad de un rey.

Mientras tanto, por los senderos del bosque, iba caminando un mago. Su nombre era Merlín.

Merlín era tan viejo como las raíces de los robles; podía componer poemas con los sonidos del viento; sus ojos negros leían el futuro y sus hechizos podían cambiarlo. En ese momento, mientras se dirigía a la ciudad, veía la época radiante que tendría el reino si llegaba al trono quien debía llegar. Merlín sabía el nombre de ese rey y dónde se hallaba oculto. Con sus poderes había dispuesto que el niño naciera y lo había escondido para protegerlo de todo peligro.

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