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El Mundo De Sofia


Enviado por   •  10 de Julio de 2014  •  2.355 Palabras (10 Páginas)  •  291 Visitas

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Jesús

Bueno, Sofía. Supongo que me sigues todavía. Las palabras clave son «Mesías», «Hijo de Dios», «salvación» y «reino de Dios». Al principio todo esto se interpretó en un sentido político. También en la época de Jesús había mucha gente que se imaginaba que llegaría un nuevo «Mesías» en forma de líder político, militar y religioso, del mismo calibre que el rey David. Este «salvador» se concebía como un liberador nacional que acabaría con los sufrimientos de los judíos bajo el dominio romano. Pues sí, muchos pensaban así, pero también había gente con un horizonte un poco más amplio. Durante varios siglos antes de Cristo habían ido surgiendo profetas que pensaban que el «Mesías» prometido sería el salvador del mundo entero. No sólo salvaría del yugo a los israelitas, sino que además salvaría a todos los hombres del pecado, de la culpa y de la muerte. La esperanza de una “salvación”, en este sentido de la palabra, se había extendido ya por toda la región helenística. Y llega Jesús. No fue el único que se presentó como el Mesías

prometido. También Jesús utiliza las palabras «Hijo de Dios», «reino de Dios», «Mesías» y «salvación». De esta manera conectaba siempre con las antiguas profecías. Entra en Jerusalén montado en un asno y se deja vitorear por las masas como el salvador del pueblo. De esta manera alude directamente al modo en que fueron instaurados en el trono los antiguos reyes, mediante un típico rito de «subida al trono». También se deja ungir por el pueblo. “Ha llegado la hora”, dice. «El reino de Dios está próximo.” Todo esto es muy importante. Ahora debes seguirme muy de cerca: Jesús se distinguía de otros mesías en el sentido de que dejó muy claro que no era ningún rebelde militar o político. Su misión era mucho más importante. Predicó la salvación y el perdón de Dios para todos los hombres. Y decía a las gentes con las que se encontraba: «Te absuelvo de tus pecados» Resultaba bastante inaudito en aquellos tiempos repartir la absolución de esa manera. Más escandaloso aún era que llamara «padre» (abba) a Dios. Esto era algo totalmente nuevo entre los judíos en la época de Jesús. Por eso tampoco tardaron mucho en levantarse entre los letrados protestas contra él. Al cabo de algún tiempo iniciaron los preparativos para que fuera ejecutado. Precisando más: mucha gente en la época de Jesús esperaba la llegada con gran ostentación (es decir, con espadas y lanzas) de un Mesías que reinstauraría el «reino de Dios». La expresión «reino de Dios» también se repite en toda la predicación de Jesús, aunque en un sentido muy amplio. Jesús dijo que el «reino de Dios» es amor al prójimo, preocupación por los débiles y los pobres y perdón para los que han ido por mal camino. Se trata de un importante cambio del significado de una expresión vieja y medio militar. El pueblo andaba esperando a un general que pronto proclamaría un «reino de Dios». Y llega Jesús, vestido con túnica y sandalias, diciendo que el «reino de Dios», o el “nuevo pacto”, significa que debes amar al prójimo como a ti mismo. Y hay más, Sofía: dijo además que debemos amar a nuestros enemigos. Cuando nos golpean, no debemos devolver el golpe, qué va, debemos «poner la otra mejilla». «Y debemos perdonar, no siete veces, sino setenta veces siete». Con su propio ejemplo Jesús demostró que no se debía dar la espalda a prostitutas, aduaneros corruptos y enemigos políticos del pueblo. Y fue aún más lejos: dijo que un sinvergüenza que ha despilfarrado toda la herencia paterna, o un dudoso aduanero que ha cometido fraude, es justo ante Dios si se dirige a él y le pide perdón; tan generoso es Dios en su misericordia. Pero, ¿sabes?, aún fue un poco más lejos, aunque no te lo vayas a creer: Jesús dijo que esos «pecadores» son más justos ante Dios, y por ello más merecedores del perdón de Dios que los irreprochables fariseos y «ciudadanos de seda» que andaban por la vida tan orgullosos de su irreprochabilidad. Jesús subrayó que ningún hombre puede hacerse merecedor de la misericordia de Dios por sí mismo. No podemos salvarnos a nosotros mismos. (¡Muchos griegos pensaban que eso era posible!) Cuando Jesús predica las severas exigencias éticas en el Sermón de la Montaña, no lo hace sólo para mostrar lo que es la voluntad de Dios, sino también para mostrarnos que ningún hombre es justo ante Dios. La misericordia de Dios no tiene límites, pero es preciso que nos dirijamos a Dios suplicando su perdón. Dejo a tu profesor de religión profundizar en el personaje de Jesús y en sus palabras. Tu profesor tiene una enorme tarea. Espero que logre haceros comprender qué persona tan especial era Jesús. Utiliza genialmente el lenguaje de la época, llenando a la vez de nuevo y más amplio contenido las viejas consignas. No es de extrañar que acabara en la cruz. Su mensaje radical de salvación rompía con tantos intereses y posiciones de poder que fue necesario quitarlo de en medio. Al hablar de Sócrates vimos lo peligroso que puede resultar apelar a la sensatez de las personas. En Jesús vemos lo peligroso que puede resultar exigir un incondicional amor al prójimo y un igualmente incondicional perdón. Incluso en nuestros días vemos cómo tiemblan los cimientos de ciertos Estados poderosos cuando se encuentran ante sencillas exigencias de paz, amor, alimento para los pobres y perdón para los enemigos del Estado. Acuérdate de lo indignado que estaba Platón por que el hombre más justo de Atenas tuviera que pagar con su vida. Según el cristianismo, Jesús era la persona más justa que jamás había existido. Según el cristianismo murió por los hombres. Es lo que se suele llamar la “muerte redentora” de Jesús. Él fue el «servidor que padeció», que asumió la culpa de todos los hombres para que pudiéramos reconciliarnos con Dios y salvarnos de su castigo.

Pablo

A los pocos días de la crucifixión y entierro de Jesús, comenzaron a correr rumores de que había resucitado. De esa manera demostró que era algo mas que un hombre. Fue así como mostró que era en verdad el “Hijo de Dios”. Se puede decir que la Iglesia cristiana inicia ya en la mañana del Domingo de Pascua los rumores sobre su resurrección. Pablo puntualiza: «Si Cristo no ha resucitado, nuestro mensaje no es nada y nuestra fe no tiene sentido». Ahora todos los hombres podían tener la esperanza de la «resurrección de la carne», pues Jesús fue crucificado precisamente para salvarnos a nosotros. Y ahora, querida Sofía, debes darte cuenta de que los judíos no trataban el tema de la «inmortalidad del alma» o de alguna forma de «transmigración de las almas», que eran ideas griegas, y por lo tanto, indoeuropeas. Según el cristianismo no hay nada en el hombre (tampoco su alma) que sea inmortal en sí. La Iglesia cree en

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