Politica Exterior
Enviado por gonzalezmariagda • 11 de Octubre de 2012 • 3.211 Palabras (13 Páginas) • 390 Visitas
LA POLÍTICA EXTERIOR DE 1999 HASTA NUESTROS DÍAS
Cuando Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales de 1998, era previsible que él desarrollaría una política exterior diferente a los presidentes anteriores. Su pasado como oficial del Ejército que había liderado una intentona militar en 1992, el contenido de sus pronunciamientos públicos, tanto en la cárcel como en la calle, la naturaleza de la alianza electoral que le respaldaba y sus propias opiniones sobre la materia, así lo indicaban. De la misma manera, al juramentarse Chávez como Presidente en febrero de 1999, ante lo que él mismo definió como una “Constitución moribunda”, se entendía que Chávez iniciaría una profunda reestructuración de la política en Venezuela, en términos del discurso, de su visión del mundo, de promover una nueva Constitución y de impulsar una nueva relación entre el Estado y la sociedad, todo lo cual fue conocido como el desarrollo de la “Quinta República”, en una clara alusión a romper con el pasado, para así comenzar la llamada “Revolución Bolivariana”.
En la materia que nos ocupa, los dos primeros años del Gobierno de Chávez se caracterizaron por tener una política exterior que, de cierta forma, combinó compromisos históricos de Venezuela, tales como las relaciones del país con EE UU y Colombia y su permanencia en organismos multilaterales y en mecanismos de integración, junto con posiciones novedosas en términos de aspirar a una política exterior más cercana al progresismo internacional a Cuba y de aliento a movimientos populares en América Latina, así como a la promoción de la llamada democracia participativa, entendida ésta como un modelo contrario a la considerada “deficiente” democracia representativa. De esta forma, y en la medida en que pasaba el tiempo, el presidente Chávez profundizó a partir de esa fecha algunas desviaciones de nuestra política exterior, como lo son el hiperactivismo (muchos viajes y compromisos adquiridos) y el personalismo presidencial (pronunciamientos informales que indican, en su caso, una orientación radical), acompañado de una creciente falta de consenso entre el Gobierno y los factores políticos, empresariales, burocráticos e intelectuales que no sólo advertían sobre las consecuencias negativas de ese proceder, sino también sobre el giro hacia la izquierda que da la política exterior del naciente gobierno.
Dentro de este proceso la comunidad internacional, tanto al nivel mundial como hemisférico y subregional aceptó con ciertas dudas la aparición de un gobierno diferente en Venezuela. La legitimación de la victoria electoral de Chávez y sus partidarios, el apoyo popular, la debilidad de una oposición desordenada y de unos factores de poder limitados, dada la crisis general del país, más la propia habilidad del Gobierno de puntualizar sus novedosas iniciativas diplomáticas, sin llegar a la ruptura con tradiciones heredadas, permitieron a Chávez irrumpir en el escenario internacional con pocos obstáculos. De hecho, algunos gobiernos europeos y latinoamericanos simpatizan con el nuevo gobierno; el Gobierno de EEUU prefirió “esperar y ver” y otros gobiernos de izquierda (siendo el principal el cubano), aplaudieron la llegada de un nuevo socio.
Los años 1999 y 2000 presentan como consecuencia de lo anterior algunas líneas maestra y algunos casos específicos que permiten ilustrar cómo la diplomacia de Chávez combinó elementos, tanto del pasado como del presente, elementos tradicionales como no tradicionales.
En cuanto a las líneas maestra, se tiene, desde la perspectiva no tradicional, ir creando un vocabulario, unas imágenes, una visión del mundo de corte antioccidental e ir profundizando los elementos tercermundistas del pasado diplomático venezolano, en desmedro de un discurso más moderno y más occidental, tanto desde el punto de vista político como desde el punto de vista económico; mantener relaciones con todos los países pero haciendo énfasis en los aliados no tradicionales de Venezuela, tales como los países miembro de la OPEP y países progresistas e incómodos como Irak, Cuba, China e Irán; promover una serie de iniciativas para desarrollar una diplomacia oficiosa y paralela, de ayuda a movimientos insurreccionales, partidos, agrupaciones y personalidades ligadas al radicalismo mundial, con especial énfasis en los circuitos latinoamericanos de izquierda (con esto, no se está haciendo algo nuevo en cuanto a las características de esa diplomacia paralela. Los gobiernos anteriores hacían lo mismo, pero los actores eran diferentes. Ellos formaban parte de la comunidad democrática mundial y reiteraban el apoyo venezolano a favor de la lucha y la reconstitución democrática en el continente); reorientar la conducta de Venezuela en los organismos multilaterales con base en los pronunciamientos verbales, el tipo de votación en esos organismos y de las alianzas de Venezuela en los mismos; respetar el cuerpo diplomático heredado del pasado y promover paralelamente nuevos embajadores afectos al Gobierno, presionando a los diplomáticos venezolanos para que militaran en la naciente “causa revolucionaria” (Romero, 2002).
En términos concretos, los fundamentos de estas líneas maestra se manifestaron, desde la perspectiva política, en la votación venezolana en el seno de la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, ONU, en donde Venezuela desde 1999 le da una vuelta a su tradicional abstención en la condenatoria a la violación de los derechos humanos de algunos “países incómodos” por una votación en contra, en la actitud asumida adversa a la intervención de la ONU en el drama de la ex Yugoslavia, en el acercamiento a Cuba, Irak y China, en la promoción de la democracia participativa en el seno de la OEA, en la aparente actitud proteccionista en el seno de la Comunidad Andina, en el acercamiento a Brasil y el Mercosur a costa de la reducción de la cooperación con Colombia, en la actitud difusa del Gobierno ante el caso de Ilich Ramírez Sánchez, “El Chacal”, y su proceso judicial en Francia, en la dudosa posición oficial sobre el estatus de la guerrilla colombiana y su aparente simpatía mediadora, y en la naturaleza de algunos escollos encontrados en las relaciones con Estados Unidos en referencia a la política petrolera venezolana de reimpulsar la OPEP, el no compromiso con la política de derechos humanos hemisférica, por el debate en el seno de la OEA sobre la democracia participativa, sobre el apoyo al régimen de Fujimori en Perú, sobre el carácter inestable de las relaciones cívico-militares en Venezuela, por las orientaciones y pronunciamientos del presidente Chávez con relación a la necesidad de un mundo multipolar, la aversión a un mundo “dominado por el imperialismo”, los ataques al “capitalismo salvaje” y a los lineamientos
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