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Reforma Fiscal Verde


Enviado por   •  23 de Enero de 2013  •  2.608 Palabras (11 Páginas)  •  427 Visitas

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Documento extraído de: Reforma Fiscal Verde en Costa Rica, 2008

José Pablo González Espinoza

Laura Rodríguez Berrón

Título I. Régimen Jurídico de la Fiscalidad Ambiental

Parte General

Capítulo 1. Generalidades

Sección A. Antecedentes

Apartado A.1. Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible

La destrucción de los ecosistemas no consiste únicamente en la pérdida de especies y recursos, o en su deterioro; también incluye la alteración de funciones ambientales reguladoras del entorno en el que vivimos, así como la pérdida de sistemas medioambientales de soporte vital para el mantenimiento de las condiciones de habitabilidad de nuestro planeta.

El desarrollo del modelo liberal laissez faire, laissez passer vigente en la actualidad y especialmente la relación hombre-naturaleza que este sistema trae implícita, ha tenido efectos desfavorables sobre el medio ambiente y ha sido la causa principal del deterioro ambiental que se vive en la actualidad. En los últimos cincuenta años, los seres humanos han transformado los ecosistemas naturales de forma más intensa y rápida que en ninguna otra etapa de la humanidad, con el fin de abastecer la infinita demanda de combustibles, alimentos, agua dulce y demás recursos, de una población que se ha duplicado en el último siglo.

Hasta la fecha, los individuos se han aprovechado de la naturaleza de forma ilimitada, derrochando los recursos que esta provee, lo que revela una actitud autodestructiva a mediano y largo plazo así como un total desconocimiento de la responsabilidad intrageneracional. Todo lo anterior ha generado sin duda, una pérdida significativa –y en algunos casos irreversible– de la diversidad de la vida sobre el planeta.

Según recientes estadísticas (Millennium Ecosystem Assessment, S.F.), desde mediados del siglo pasado se ha convertido más superficie del planeta en tierra laborable que en los siglos XVIII y XIX juntos, se ha perdido aproximadamente el 20% de los arrecifes de coral del mundo y un 20% más se degradaron en las últimas décadas del siglo XX y alrededor del 35% de las zonas de manglares se perdió durante ese mismo tiempo.

A partir de 1960, la toma de agua de los ríos y lagos se ha duplicado como consecuencia del incremento en la demanda de productos agrícolas, se han duplicado los flujos de nitrógeno reactivo en los ecosistemas terrestres y los flujos de fósforo se han triplicado. Desde 1750, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado alrededor de un 32% del cual un 60% ha sido a partir de 1950-, sobre todo a raíz de la utilización de combustibles fósiles y de los cambios en el uso de la tierra.

Como consecuencia del modelo energético actual a base de hidrocarburos fósiles, principal motor del desarrollo moderno y base de la mayoría de las economías actuales, se generan emisiones de dióxido y monóxido de carbono, así como de otros químicos extremadamente nocivos para la atmósfera, que al dañar algunas de sus capas, permiten la radiación solar directa, lo que acentúa el calentamiento global.

En el año 2001 se concluyó el Tercer Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), llegándose a un amplio consenso a partir de la evidencia científica sobre la evolución del cambio climático. La creciente concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera tiene consecuencias físicas y económicas muy significativas (elevación del nivel del mar, precipitaciones masivas, grandes sequías, etc.) en todo el planeta.

El dióxido de carbono representa alrededor del 80% del total de las emisiones causantes del calentamiento global y, por tanto, ocupa un lugar central en las políticas de control. La región latinoamericana no ha sido la excepción. Las proyecciones realizadas para el año 2000 (Banco Interamericano de Desarrollo [BID] y Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente [PNUMA], S.F., p.7) establecieron que en las selvas tropicales de la región, la extinción de las especies podría alcanzar el 10% de la existencia total.

La deforestación en las selvas tropicales -actuales pulmones del mundo y reguladores del clima-continúa debido a un serio problema de tala, tanto legal como ilegal; lo que deja sin hábitat a miles de especies y ocasiona serios fenómenos climáticos como inundaciones, deslizamientos, desertización y pérdida de la capacidad productiva de los suelos.

Si bien es cierto que los cambios en los ecosistemas han contribuido a obtener considerables beneficios netos a corto plazo en el bienestar humano y en el desarrollo tecnológico y económico, dichos beneficios han sido conseguidos a costos muy altos en relación con la degradación de los ecosistemas y el balance natural del planeta.

En este sentido, el modelo de desarrollo que ha venido imperando en los últimos tiempos y la falta de valores asociados al ambiente, ha traído como consecuencia el agotamiento de recursos naturales necesarios para la sobrevivencia de la humanidad, el calentamiento global, el derretimiento de los glaciares, la degradación de la capa de ozono, etcétera; todo lo cual ha menoscabado la actual calidad de vida de los individuos y el equilibrio de nuestra Madre Tierra. Como bien menciona Canosa (en Yábar, 2002, p.35), si continuamos con el sistema y ritmo de producción de bienes de consumo actual “No nos quedaría entonces nada, ni bienes ambientales ni recursos que explotar, ni siquiera bienes de consumo”.

Ya no se puede negar hoy día que existe una clara y estrecha relación entre el cambio climático y todos sus efectos, por una parte, y la utilización de ciertas materias primas y el desarrollo industrial de las actividades productivas humanas. En otras palabras, se puede afirmar con bastante certeza que el daño sufrido por nuestro planeta se ha dado en una relación directamente proporcional al desarrollo humano –a mayor desarrollo humano, mayores los daños sufridos por el medio ambiente-. La abusiva extracción de recursos naturales, amenaza la viabilidad de los ecosistemas y augura un futuro incierto para las generaciones futuras.

Aun cuando no es posible achacar todos los sucesos naturales extremos, tales como terremotos, sequías, huracanes y tsunamis al calentamiento global, resulta evidente que su frecuencia e intensidad es propensa a incrementarse cuanto mayor sea el calentamiento global (Para más sobre la relación del calentamiento global y los fenómenos naturales, ver Geo Anuario para el año 2004/2005 del PNUMA 2005).

El planeta, por decirlo de esta manera, está reaccionando en contra de la humanidad, que por su

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