Sexualidad En Los Jovenes
Chilga3 de Junio de 2013
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SEXUALIDAD DEL ADOLESCENTE
Cambios y precauciones
La sexualidad de los adolescentes es un tema relevante, conflictivo, porque durante esta etapa convergen una serie de factores que interactúan de manera compleja y muchas veces opuesta. Por eso, es fundamental tener claro todo el proceso de la adolescencia para luego abordar las implicaciones de la sexualidad en esta etapa.
1. INTRODUCCIÓN
Actualmente, sicólogos, médicos, padres de familia y hasta los políticos hacen alusiones constantes al tema de la sexualidad en la adolescencia, lo que indica la importancia que tiene este período en nuestra sociedad.
Además de ser un tema relevante, también es conflictivo, porque durante esta etapa convergen una serie de factores que interactúan de manera compleja y muchas veces opuesta. Por eso, es fundamental tener claro todo el proceso de la adolescencia para luego abordar las implicaciones de la sexualidad en esta etapa.
2. DEFINICIONES
La adolescencia es el período en la vida en el cual se produce una serie de cambios físicos, psicológicos y sociales que transforman al niño en un individuo adulto.
3. DURACIÓN
Aunque algunos organismos internacionales utilizan rangos etáreos y definen la adolescencia como todos aquellos cambios que suceden entre los 10 y los 19 años, hay consenso en la literatura científica en efectuar conceptuaciones mucho más individuales.
Sin duda, el comienzo de la adolescencia es fácil de determinar porque los cambios físicos son sumamente notorios, por lo que no pasan inadvertidos. Sin embargo, la finalización de la adolescencia en muchas ocasiones es enigmática.
4. COMPONENTES
El niño experimenta una serie de cambios que podrían dividirse en tres grandes categorías:
• Físicos o biológicos
• Sociales
• Psicológicos
4.1.
CAMBIOS BIOLÓGICOS
Se denomina pubertad a todos los cambios físicos que le ocurren al niño y que, de manera gradual, lo irán transformando en un individuo con un cuerpo adulto. La aparición de la pubertad varía considerablemente entre un niño y otro, pero, en general, se inicia entre los 8 y los 13 años en la mujer, y entre los 9 y los 14 años en el varón.
Si una mujer no ha iniciado su desarrollo a los 13 años, o ya desarrolló pero no ha menstruado a los 15 años, amerita una valoración médica; de igual manera los varones que, a los quince años, aún no han comenzado los cambios de la pubertad.
4.2. PUBERTAD EN EL ADOLESCENTE
Los cambios físicos en el varón ocurren de manera más tardía, tal como se señaló anteriormente. Quizá las modificaciones corporales ocurran uno o dos años después con respecto a las mujeres.
Entre las primeras modificaciones se encuentran el crecimiento de los testículos y de la bolsa escrotal. Posteriormente, aparecen los esbozos del vello púbico y, más o menos un año después, se inicia el crecimiento longitudinal del pene. Simultáneamente, hace su aparición el vello sexual secundario en las axilas, el bigote, la barba, el pecho y las piernas, de una manera gradual (ver tabla 20-3).
El aumento en la estatura sucede en edades sumamente variables, pero, en términos generales, el mayor crecimiento está dado al finalizar los 16 años, momento en el cual las modificaciones en la estructura corporal ya están casi definidas, así como los cambios en la voz y en la piel, como el acné.
Aunque las primeras eyaculaciones no contienen espermatozoides maduros, capaces de provocar una fecundación y, por consiguiente, un embarazo, ya a los 14 años la mitad de los jóvenes posee un semen con capacidad de fecundar.
4.3. TRASTORNOS
En nuestras sociedades, los cambios biológicos no representan ningún problema. La población alcanza los requerimientos nutricionales necesarios para desencadenar los fenómenos hormonales propios de la pubertad. De manera que, desde el punto de vista biológico, la adolescencia transcurre de manera silente, y las alteraciones son producto de enfermedades hormonales.
Una de las enfermedades más apremiantes es la pubertad precoz, que consiste en la aparición de los cambios físicos de la pubertad en niñas menores de ocho años o en varones menores de diez años.
Aunque usualmente la mayoría de estos trastornos no tendrán ninguna implicación a largo plazo, se impone una consulta médica.
Los efectos psicológicos de la pubertad precoz pueden ser devastadores. Nada más hay que imaginarse el impacto que podría provocar tener una niña de siete u ocho años con un desarrollo mamario considerable. De igual manera resulta difícil concebir a un niño con vello púbico y desarrollo testicular y fálico a los nueve años.
Muchos de estos infantes sufren desprecios en la escuela, reciben apodos y sienten enormes cohibiciones para disfrutar de las piscinas y las playas, por lo que la adaptación social les resulta dolorosa y a veces traumática.
El lado opuesto también existe, es decir, la pubertad tardía o retardo puberal, que ocurre en tres de cada cien jóvenes. Se define como la ausencia de los cambios físicos en una niña mayor de trece años o la ausencia de menstruación a los quince años. En el caso de los varones, se habla de una pubertad retrasada cuando las modificaciones corporales aun no han sucedido a los 14 años.
En estos casos, los jóvenes tienden a aislarse y a mantener conductas infantiles, porque sufren algún grado de desprecio por parte de sus compañeros que ya desarrollaron. Particularmente, esto se pone en evidencia en las actividades deportivas y sociales.
Al igual que en la pubertad precoz, la mayoría de estos cuadros son simples retrasos que ceden de manera espontánea y que no tendrán ninguna repercusión física a largo plazo, pero también es fundamental la valoración médica.
4.4. CAMBIOS SOCIALES
La adolescencia es uno de los períodos más conflictivos para nuestra sociedad, pero este conflicto ocurre a expensas de las variables psicosociales, las cuales interactúan de una manera sumamente compleja. Esto significa que el problema reside más en nuestra sociedad que en el adolescente, tal como lo demuestran múltiples estudios transculturales.
Resulta curioso que a la adolescencia se la designa, de manera simultánea, con adjetivos que la califican de manera opuesta. Mientras unos se refieren a ella como una etapa conflictiva, otros hacen mención a la frase “Juventud, divino tesoro”.
Por razones que no son muy claras, la pubertad ocurre cada vez más temprano. Así, las jóvenes que vivieron en los primeros años del siglo XX tuvieron su primera menstruación en promedio a los 15 años, mientras que, en la actualidad, ocurre entre los diez y los once años.
Por otra parte, las condiciones laborales existentes en lustros anteriores le permitían al individuo incorporarse al mercado de trabajo a temprana edad. Muchos varones podían hacerle frente a la vida a los 15 ó 16 años; es más, muchos se casaban y conformaban una familia a esas edades. Para corroborarlo, basta con averiguar a qué edad se casaron nuestros bisabuelos.
En contraposición, en la actualidad la independencia económica y el ingreso en el mercado laboral ocurren cada vez más tarde en la vida. Es mucho más difícil hacerles frente a las necesidades personales, por lo que la dependencia a los padres por lo general continúa hasta los 22 ó 23 años.
Como se observa, hoy la dinámica es sumamente complicada. Nuestros jóvenes maduran físicamente mucho más temprano y se independizan económicamente mucho más tarde. Este lapso abarca entre diez y doce años, mientras que en 1900 era de uno a dos años.
La sexualidad implica ante todo responsabilidades. De ahí la importancia de que el individuo pueda responder a esas exigencias, y difícilmente lo logrará un joven que ni siquiera puede mantenerse a sí mismo. Este es el complejo panorama del joven: tiene un cuerpo que desde los once años comienza a desencadenar deseos sexuales, y una mentalidad que requerirá más de una década para ser económicamente independiente.
Hay que comprender que, antes, la labor de los padres era más sencilla. La niña desarrollaba a los 14 años, y se casaba a los 15. El varón experimentaba su pubertad a los 15 años y, antes de los 17, ya había conformado un vínculo. El período entre la maduración sexual y la maduración psicosocial era sumamente breve, lo cual simplificaba el manejo del adolescente.
Los adultos no sabemos lidiar con estos lapsos tan grandes entre la maduración sexual y la maduración psicosocial; y, desgraciadamente, muchos se cierran al ver la complejidad de la situación y optan por desaprobar la sexualidad del joven, sin percatarse de que una censura familiar es un argumento sumamente débil para la mayoría de los adolescentes.
En estas circunstancias, algunas familias, al no poder ejercer el control sobre el joven, buscan reiteradamente el enfrentamiento, el choque y el conflicto, reacciones que propician que el adolescente vea en su estructura familiar un enemigo y no una fuente de protección y de consejos sabios.
Muchas familias se convierten en una verdadera policía represora, de manera que el adolescente ejerce su vida sexual de manera clandestina, en silencio, lejos del conocimiento familiar y muy cerca de los grandes riesgos que depara la sexualidad a esas edades.
Algunos asumen conductas infantiles y sumisas en el hogar, mientras que afuera ejercen papeles altamente sexuados. Otros no comentan nada y se muestran agresivos cuando la familia intenta inmiscuirse; y no es raro encontrar aquellos adolescentes que fingen indignación porque
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