ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

ANTÍGONA VÉLEZ


Enviado por   •  1 de Julio de 2013  •  10.471 Palabras (42 Páginas)  •  237 Visitas

Página 1 de 42

ANTÍGONA VÉLEZ

La Obra completa.

CUADRO PRIMERO

Frontis de «La Postrera; en lo alto de una loma: estilo colonial, de gruesas y bastas columnas. En el centro, gran puerta que deja ver un zaguán tenebroso a cuya derecha se abre la puerta del salón donde se velan los despojos mortales de Mar¬tín Vélez. La ventana derecha, es decir, la del salón, está ilumi¬nada por la luz temblante de los cirios. Atardecer pampa. Cuando se descorre la cortina, las mujeres están a la izquierda y los hombres a la derecha.

MUJER 1ª. —¡Hermano contra hermano!

MUJER 2ª. —¡Muertos los dos en la pelea!

MUJER 1ª. —¡Ignacio Vélez, el fiestero!

MUJER 2ª. —¡Y Martín Vélez, el que no hablaba!

(Un silencio.)

MUJER 3ª. —¿Dónde los han puesto?

MUJER 2ª. (Indicando la ventana con luz.) —Martín Vélez allá, tendido entre sus cuatro velas.

MUJER 3ª. —¿Y el otro?

MUJER 1ª. —No se puede hablar del Otro.

MUJER 3ª. —¿Por qué no?

MUJER 1ª. —Está prohibido. (Un silencio.)

LA VIEJA. —Martín Vélez recibió una hermosa lanzada.

MUJER 2ª. —Vieja, ¿cómo lo sabe?

LA VIEJA. —Yo mismo lavé su costado roto. Con vinagre puro, naturalmente. La lanza del indio le había dejado en la herida una pluma de flamenco.

CORO DE MUJERES. (Se santiguan.) —¡Cristo!

LA VIEJA. —Eso pensaba yo: como Cristo Jesús, Martín Vélez tiene una buena lanzada en el costado. En fin, ahora está mejor que nosotros.

MUJER 3ª. (Indicando la ventana con luz.) —¿Allá?

LA VIEJA. (Que

asiente.) —Sobre una mesa de pino, envuel¬to en una sábana limpia.

MUJER 3ª. —¿Y el otro muerto?

MUJER 2ª. —Nadie lo sabe.

MUJER 3ª. —¿Está en la casa?

MUJER 2ª. —No lo hemos preguntado.

MUJER 3ª. —¡Yo le preguntaría!

MUJER 1ª. —Dicen que no se puede hablar del otro muerto.

(Habla el Coro de Hombres. El de Mujeres escucha y se aproxima, con gesticulaciones y movimientos de coro antiguo, según el interés de lo que va escuchando.)

HOMBRE 1º. (Jovial.) —¡Ignacio Vélez! Lo llamaban «el fies¬tero».

HOMBRE 2º. (Grave.) —Esta noche Ignacio Vélez también andará de fiesta.

HOMBRE 1º. —¡Pero él solo!

HOMBRE 2°. —Él solo, y los pájaros carniceros.

HOMBRE 1º. —Ignacio Vélez pondrá su costillar tendido.

HOMBRE 2º. —Y los caranchos el pico y la garra.

VIEJO. —¿Dónde lo pusieron?

HOMBRE 2º. —¿A Ignacio Vélez? Lo habíamos encontrado en el lugar de la pelea, entre una carnicería de pampas muer¬tos. Entonces lo enlazamos de los pies y lo trajimos al galope, arrastrándolo sobre la polvareda. Lo dejamos allá, en la costa de la laguna, desnudo como estaba.

VIEJO. —¿Muerto?

HOMBRE 2º. —Lucía en la frente un balazo como una estre¬lla. (El Coro de Mujeres está retrocediendo con espanto.)

HOMBRE 1º. —No, a Ignacio Vélez no ha de faltarle su ve¬lorio esta noche.

HOMBRE 2º. —Los invitados de pico y garra ya se venían por el aire, al olor de Ignacio Vélez y de su carne difunta. El primero se le asentó en la cara y le reventó los ojos

a picotazos. (Un silencio.)

VIEJO. (Pensativo.) —Oigan, hombres. Yo soy tan viejo como esta pampa y tan duro como ella: he visto mucha injusticia, y siempre dije amén. Pero lo de esta casa no me gusta.

HOMBRE 2º. —¿Qué cosa, viejo?

VIEJO. —Que un hermano esté aquí, entre sus cuatro velas honradas, y el otro afuera, tirado en el suelo como una basu¬ra. Leyes hay que nadie ha escrito en el papel, y que sin embargo mandan.

HOMBRE 1º. —Así ha de ser. Pero Ignacio Vélez no tendrá sobre los huesos ni un puñado de tierra.

VIEJO. —¿Quién lo ha ordenado así?

HOMBRE 1º. —Don Facundo Galván.

VIEJO. —Señor, ¿por qué?

HOMBRE 1º. —Ignacio Vélez era un mozo de avería, fantástico y revuelto de corazón. Se pasó a los indios, ¡él, un cristiano de sangre!

HOMBRE 2º. —¡Y ha regresado anoche con este malón! Ha muerto peleando contra su gente.

HOMBRE 1º. —Ignacio Vélez quería regresar como dueño a 'esta casa, y a este pedazo de tierra y a sus diez mil novillos colocados.

VIEJO. —¡Era lo suyo!

HOMBRE 1º. —¿Y quién se lo negaba? Suyo y de sus her¬manos. «Esta tierra es y será de los Vélez, aunque se caiga el Cielo», así ha dicho siempre Don Facundo Galván. ¿Es así, hombres?

CORO DE HOMBRES. —Así lo ha dicho.

HOMBRE 2º. —Don Facundo es un hombre como de acero. Él ha defendido a «La Postrera» desde que murió su dueño, aquel Don Luis Vélez que sólo montaba caballos redomones.

VIEJO. —Luis Vélez: yo lo conocí. Murió sableando a los

infieles en la costa del Salado.

HOMBRE 2º. —Y Don Facundo Galván se quedó en esta loma, con los hijos de Don Luis, que todavía jugaban. Su consigna fue la de agarrarse a este montón de pampa y de novillos, hasta que Ignacio y Martín Vélez pudieran manejar un sable contra la chusma del sur y un arado contra la tierra sin espigas.

HOMBRE 1º. —Recuerdo su amenaza: «Los enemigos de ‘La Postrera’ son mis enemigos».

HOMBRE 2º. —Martín Vélez cayó defendiendo a «La Postre¬ra».

HOMBRE 1º. —Por eso está él aquí, entre sus candeleras de plata.

HOMBRE 2°. —Ignacio Vélez desertó, y ha vuelto como ene¬migo.

HOMBRE 1º. —Por eso está solo y desnudo, allá, en el agua podrida.

MUJER 1ª. (Con pesar, a los Hombres.) —¿Nadie le cavará una sepultura junto al agua?

HOMBRE 1º. —Está prohibido enterrar a Ignacio Vélez.

MUJER 2ª. —¿No tendrá ni una cruz en su cabecera de barro? ¿Ni dos ramitas de sauce cruzadas en el pecho?

HOMBRE 1º. —¿Y quién se las llevaría? No se puede salir de la casa: los infieles han rodeado la loma.

HOMBRE 2º. —Los pampas no encenderán fuego esta, no¬che: se comerán sus yeguas crudas. Pero estarán afuera, con el ojo abierto.

HOMBRE 1º. —Y al nacer el sol nos darán el asalto.

MUJER 1ª. —¿Y si fuera esta noche? Será de luna grande.

HOMBRE 1º. —Nosotros estaremos junto a los cañones.

MUJER 1ª . —Nosotras, junto al muerto. (Al Coro de Muje¬res.) Vamos a rezar por Martín Vélez.

MUJER 3ª. —¡Y por el Otro! De loslabios adentro, las pa¬labras no sufren ley: van donde quieren.

MUJER 2ª. (Sombría.) —¡Las mías estarán con el otro muer¬to, en el barro y la noche!

(Lentamente, las Mujeres se dirigen a la

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (69 Kb)
Leer 41 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com