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El Hombre Mediocre


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2012  •  1.865 Palabras (8 Páginas)  •  491 Visitas

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El orgullo, subsuelo indispensable de la dignidad, imprime a los hombres cierto gesto que las sombras censuran: la vanidad. El vanidoso vive comparandose con los que lo rodean, envidiando toda excelencia ajena y carcomiendo toda reputacion que no puede igualar.

El que aspira a parecer renuncia ser. Credo supremo de todo idealismo, la dignidad es univoca, intangible, intransmutable. Es síntesis de todas las virtudes que acercan al hombre y borran la sombra: donde ella falta no existe el sentimiento del honor. Y asi como los pueblos sin dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos. La dignidad estimula toda perfeccion del hombre; la vanidad acicatea cualquier éxito de la sombra. Los orgullosos tienen el culto de su dignidad: quieren poseerla inmaculada, libre de remordimientos, sin flaquezas que la envilezcan o la rebajen. A ella sacrifican bienes, honores, exitos: todo lo que es prpicio al crecimiento de la sombra.

• Capítulo 5

La envidia es una adoración de los hombres por las sombras, del merito por la mediocridad. El que envidia se rebaja sin saberlo, se confiesa subalterno. La envidia nace, pues, del sentimiento de inferioridad respectop de su objeto; los celos derivan del sentimiento de posesion comprometido; la emulación surge del sentimiento de potencia que acompaña a toda noble afirmación de la personalidad. Por deformación de la tendencia egoísta algunos hombres estan naturalmente inclinados a envidiar a los que poseen tal superioridad por ellos anhelado en vano; la envidia es mayor cuando mas imposible se considera la adquisición del bien codiciado. Es el reverso de la emulación; esta es una fuerza propulsora y fecunda, siendo aquella una remora que traba y esteriliza los esfuerzos del envidioso.

Siendo la envidia un culto involuntario del merito, los envidiosos son, a pesar suyo, sus naturales sacerdotes. El envidioso activo posee una elocuencia intrepida, disimulando con niagaras de palabras su estiptiquez de ideas. Prentende sondar los abismos del espiritu ajeno, sin haber podido nunca desenredar el propio. El envidioso cree marchar al calvario cuando observa que otros escalan la cumbre. Muere en el tormento de envidiar al que le ignora o desprecia. Lo que es para otros causa de felicidad, puede ser objeto de envidia. El motivo de la envidia se confunde con el de admiración, siendo ambos dos aspectos de un mismo fenómeno. Solo que la admiración nace en el fuerte y la envidia en el subalterno. Envidoar es una forma aberrante de rendir homenaje a la superioridad. El gemido que la insuficiencia arranca a la vanidad es una forma especial de alabanza. Toda culminacion es envidiada. En la mujer la belleza. El talento y la fortuna en el hombre. En ambos la fama y la gloria, cualquiera que sea su forma. El hombre vulgar envidia las fortunas y las posiciones burocraticas. El talento-en todas sus formas intelectuales y morales: como dignidad, como caracater, como energia-es el tesoro mas envidiado entre los hombres. Hay en el domestico un sordido afan de nivelarlo todo, un obtuso horror a la individualizacion excesiva: perdona al portador de cualquier sombra moral, perdona la cobardia, el servilismo, la mentira, la hipocresía.

El castigo de los envidiosos estaria en cubrirlos de favores, para hacerles sentire que su envidia es recibida como homenaje y no como un estiletazo.

• Capítulo 6

Las canas son un mensaje de la Naturaleza que nos advierte la proximidad del crepúsculo. Las canas visibles corresponden a otras mas graves que no vemos: el cerebreo y el corazon, todo el espiritu y toda la ternura, encanecen al mismo tiempo que la cabellera. La decadencia del hombre que envejece esta representada por una regresión sistematica de la intelectualidad. Al principio, la vejez mediocriza a todo hombre superior; mas tarde, la decrepitud interioriza al viejo ya mediocre. Cuendo el cuerpo se niega a servir todas nuestras intenciones y deseos, o cuando estos son medidos en prevencion de fracaso, podemos afirmar que ha comenzado la vejez.

La personalidad individual se constituye por sobreposiciones sucesivas de la experiencia. En sus capas primitivas y fundamentales yacen las inclinaciones recibidas hereditariamente de los antepasados: la “mentalidad de la especie”. En las capas medianas encuentrase las sugestiones educativas de la sociedad: la “mentalidad social”. En las capas superiores florecen las variaciones y perfeccionamientos recientes de cada uno, los rasgos personales que no son patrimonio colectivo: la “mentalidad individual”. Inferior, mediocre o superior, todo hombre adulto atraviesa un periodo estacionario, durante el cual perfecciona sus aptitudes adquiridas, pero no adquiere otras nuevas. Mas tarde la inteligencia entra en su ocaso.

A la natural lentitud del fenómeno agreganse las diferencias que el reviste en cada individuo. Los que solo habian logrado adquirir un reflejo de la mentalidad social, poco tienen que perdewr en esta inevitable bancarrota: es el empobrecimiento de un pobre. Y cuando, en plena senectud, su mentalidad social se reduce a la mentalidad de la especie, inferiorizandose, a nadie le sorprende ese pasaje de la pobreza a la misera.

La psicología de la vejez denuncia ideas obsesivas absorbentes. Todo viejo cree que los jóvenes lo desprecian y desean su muerte para suplantarle. Traduce tal mania por hostilidad a la juventud, considerandola muy inferior a la de su tiempo.

Nacer y morir son los terminos inviolables de la vida. Nacemos para crecer; envejecemos para morir. Todo lo que la Naturaleza nos ofrece para el crecimiento, nos lo substrae preparando la muerte. Sin embargo, los viejos se quejan de que no se les respete bastante, mientras los jóvenes se desesperan por lo excesivo de ese respeto. Toda sociedad en decadencia es propicia a la mediocridad y enemiga de cualquier excelencia individual; por eso a los

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