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Psicologia Niño


Enviado por   •  18 de Diciembre de 2012  •  2.546 Palabras (11 Páginas)  •  365 Visitas

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Los padres y educadores deben formarse para llevar a cabo la difícil tarea de poner límites.

Hacer que tomen conciencia de los errores más frecuentes en sus actuaciones ante los hijos y

alumnos es el primer paso para establecer una serie de reglas y orientaciones que les hagan

sentir seguros a la hora de enseñar a controlar determinados comportamientos antisociales.

2. ¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL PONER LÍMITES?

Actualmente, los padres tienen miedo a imponer prohibiciones y castigos o a

demostrar excesiva fuerza. No desean (por suerte) dominar a sus hijos; la educación

autoritaria les aterroriza, por las traumáticas huellas que dicha educación dejó en muchos de

ellos. Por ello, son más tolerantes, más liberales y más amistosos que los padres de antaño.

Pero a la vez les cuesta desarrollar un concepto de educación propio, más acorde con otros

modelos socio-familiares democráticos y participativos, que mantengan una posición

equilibrada entre el dar y el exigir.

En nuestra sociedad existe un intenso debate acerca de la permisividad y la imposición

de límites; hay una conciencia generalizada de que este tema se nos ha escapado de las

manos y parece tocar fondo; no obstante, intentaré recoger diferentes planteamientos y

puntos de vista que ayuden a centrar y aproximar diferentes posturas.

El polémico pediatra francés Naouri (2005:1) es un destacado autor en el análisis del

modelo educativo y las relaciones familiares; para este autor el niño se ha convertido en un

«tirano doméstico», porque todo lo que los padres hacen desde su nacimiento es para darle

placer, por lo que defiende la frustración como «motor de la educación, para enseñarle lo que

es la vida». La inadecuada relación entre estos dos modelos está fomentando niños

irresponsables e infelices, egoístas y con poca capacidad para dialogar.

Naouri (2005) aboga por la importancia que tiene la relación democrática en la pareja,

ya que este modelo de coexistencia crea «padres y madres de calidad». Sostiene que trasladar

este modelo a la relación con los hijos supone desconocer las necesidades de los niños, ya que

estos necesitan ser dirigidos mediante reglas. Desde la educación se debería evitar que estos

niños se muevan por impulsos y se les enseñe a vivir según reglas democráticas.

Para Naouri (2005), los padres tratan de seducir a los hijos para que les amen y por ese

deseo se crean los niños tiranos, que hacen imposibles las relaciones familiares. Sólo a través

de la exigencia y disciplina se conseguirá concienciar al niño en la necesidad de sufrir o

esforzarse ante la vida.

Al niño no se le puede dejar al libre albedrío de sus propios impulsos, pues, de lo

contrario, se convertirá en un dictador. Cuando sea necesario los padres deben entrar en

conflicto con sus hijos sabiendo decir «no» y, si es preciso, utilizando el castigo, no el físico,

sino el de comportamiento, es decir, privándole de satisfacciones que le agraden (no ver la

televisión, restituir lo robado, pagar lo que ha roto, etc.).

En una dirección parecida, Urra (2005:1) sostiene que «Los padres deben tener una

igualdad de roles entre ellos, dejar de ser amigos de sus hijos y empezar a tomar decisiones e

inculcarles valores morales». Partiendo de nuestra realidad social, clasifica a los padres en tres

grupos: «Padres encantadores, padres permisivos que dejan hacer a sus hijos lo que quieran y

padres desaparecidos que no se atreven a educar».

Ante la falta de coherencia y la asunción de los mismos roles de los padres, los niños se

dan perfecta cuenta del grado de inseguridad de sus progenitores, de lo desamparados y

vulnerables que son. Así, se produce un cuestionamiento continuado de reglas y límites. ¿A

qué obedece esta inseguridad en la educación, esta falta de autoridad y esta incapacidad de

hacer valer la propia opinión? ¿Por qué nunca sucede lo que desean los padres?

3. ALGUNAS CAUSAS DE LA INSEGURIDAD, INCAPACIDAD Y POCA AUTORIDAD DE

LOS PADRES

Donde surgen con más virulencia los fallos de exceso de complacencia de la etapa

infantil es en la pubertad; de ahí que he elegido seis modelos de comportamiento que pueden

ilustrar, en diferentes niveles, las consecuencias que en la vida real puede desencadenar una

educación demasiado permisiva.

Recogemos a continuación los seis modelos más habituales del comportamiento de

los padres frente a sus hijos que Nitsch y Schelling (1998) describen haciendo hincapié en sus

causas y en sus consecuencias.

I. Los padres no saben decir «no» por miedo a parecer autoritarios. Pero tampoco hacen lo

posible por mantenerse firmes, sino que ceden en contra de su voluntad.

Estos padres tampoco quieren, de ningún modo, ser tildados de sabihondos o

defensores intolerantes de las reglas establecidas; lo relajado y amistoso tiene para ellos más

valor, en la esperanza de que sus hijos, que no tienen que sufrir presiones ni prohibiciones, se

desarrollen de forma libre y espontánea. No obstante, no suele suceder así, ya que los niños y

niñas no saben con seguridad a qué atenerse, les faltan referentes claros en los que confiar

para dejarse orientar.

Muchos pequeños se convierten en sacos de nervios insoportables que tiranizan a sus

padres, sabiendo imponer su voluntad a cualquier precio; tienen tanto poder que no muestran

el menor respeto por las necesidades de las demás personas, con actitudes despóticas,

saturadas de dosis altísimas de intolerancia. En el fondo, lo que piden a gritos es sentir una

mano firme y experimentar amabilidad y compromiso, con la esperanza inconsciente de hallar

aún orientación y freno. Les resulta muy difícil identificarse con unos padres débiles. Además

de todo ello, los niños cuyos padres no saben negarles nada, viven cada «no» inequívoco del

futuro como un auténtico fracaso personal o, si no, como acusación y rechazo.

Al carecer de modelos que les sirvan de apoyo, y con los cuales llegar a un acuerdo, se

encierran en una coraza para compensar la confianza que les falta en sí mismos.

II. Los padres desean actuar de forma absolutamente diferente a sus propios padres

porque cuando eran niños sufrieron el dominio de sus familias.

Este segundo modelo de educación ha provocado que muchos padres tengan

frecuentes sentimientos de culpa y que se dejen atemorizar fácilmente por la autoridad. No es

...

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