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“LA CARPA: ANÁLISIS DE DOS POEMAS DE MANUEL J CASTILLA”


Enviado por   •  16 de Octubre de 2022  •  Resumen  •  3.446 Palabras (14 Páginas)  •  239 Visitas

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SEMINARIO DE LITERATURA REGIONAL TP N°1

LIENDRO, DARÍO BENJAMÍN

“LA CARPA: ANÁLISIS DE DOS POEMAS
DE MANUEL J CASTILLA”

A mediados de la década de 1.940 aparece en Tucumán un nuevo grupo literario autodenominado a sí mismo La Carpa. Este grupo estaba formado por diversos escritores, pintores y cantores de la región entre los que podemos nombrar a Raúl Aráoz Anzoátegui, Raúl Galán, Sara San Martin y Manuel J Castilla, entre otros. La Carpa se convertiría poco después en un referente obligado de la poesía del Noroeste del país y de la poesía regional pues fue el primer movimiento que logro aunar a varias provincias otorgándole cierta unidad  al territorio del noroeste argentino y delineando su perfil como región. Este perfil se caracterizó por dos rasgos principales: el rico acervo cultural de tradición oral y la filiación histórica y social con la zona andina de Bolivia, lo que determinó que en las provincias de Salta y Jujuy exista –hasta hoy- un sincretismo y heterogeneidad cultural que difícilmente pueda reproducirse en otra zona del país. El grupo de La Carpa supo aprovechar estos aspectos y así lo expresa en su manifiesto poético que constituye además una forma de hacer y de entender la poesía y la vida, no como escritores encerrados en su torre de marfil sino como escritores comprometidos con la vida y con la sociedad:

“...Creemos que la Poesía es flor de la tierra, en ella se nutre, y se presenta como una armoniosa resonancia de las vibraciones telúricas. Creemos que el poeta es la expresión más cabal del hombre, del hombre hijo de la tierra aunque se yerga como el árbol de inspiración a altura.
Concientes (sic) de las solicitudes del paisaje y de las urgencias del drama humano no renunciamos ni al Arte ni a la Vida. Esa conciencia nos hace en cierto sentido -o en todo sentido- políticos. Es la responsabilidad que, a nuestro entender, recae sobre quien ofrece a los otros los frutos de su alma. En fin creemos que la Poesía tiene tres dimensiones: belleza, afirmación y vaticinio”

A partir de aquí se puede reconocer dos notas sobresalientes en la poesía de La Carpa: la reflexión metapoética y el eje compositivo de la dualidad hombre-tierra (paisaje). Famosa es –a estas alturas- la provocación iconoclasta contra el patriarca de las letras salteñas el poeta Juan Carlos Dávalos, provocación que tal como señala Santiago Sylvester abre el camino para que esta nueva generación de poetas pueda enfrentarse y construir una contemporaneidad para las letras salteñas. En algún sentido, la provocación era necesaria para que el grupo adquiriera identidad y relevancia. El “parricidio literario” es necesario tal como lo plantean en -mejores términos por supuesto- Raymond Williams y Even Zohar pues los sistemas literarios compiten por ocupar el centro del sistema, de modo tal que algunos escritores emergentes y marginales para el sistema comienzan a construir una nueva estética diferente.

La reflexión metapoética recae primeramente sobre elementos formales como la ruptura con el verso rimado o  con las estructuras de tradición española  que tanto había cultivado Dávalos, de modo que se abre el camino para el verso libre y para temáticas no “tan poéticas” para la época como los oficios, el rol de la mujer trabajadora o la figura del indio y la revalorización del saber popular. Pero también hay otra reflexión metapoética, acaso más profunda y rica en matices para la historia de la literatura y la teoría literaria en el norte del país, y es la conciencia que tiene el grupo de la carpa de inventarse a sí mismo y rebelarse –por decirlo de algún modo- contra el folklorismo pintoresco que había dominado las producciones anteriores a 1940. En ese sentido, la escritura epigonal, las formas cristalizadas que sobrevivieron al tiempo debían ser dejadas de lado y comenzar a pensar en una escritura contemporánea. La Carpa como movimiento concibe a la poesía como un espacio colectivo y social. El poeta, por lo tanto, no puede pensar a los hombres y al paisaje aislado o como una exterioridad sino que tanto el hombre como el paisaje constituyen una unidad. La responsabilidad del poeta sería precisamente atender ambas, esto es, recoger por igual "las resonancias del paisaje" y "los clamores del ser humano". Concebida de ese modo, la poesía tendría una misión que cumplir en un mundo en crisis.

“(…) asumimos la responsabilidad de recoger por igual las resonancias del paisaje y los clamores del ser humano (…) esta desea ser pues poesía de la tierra, empeñada en soñar para este mundo un orden sin barrotes, ni hambre, ni sangre derramada…
        Por qué afligimos de que la Poesía sufra las crisis que el hombre vive? Pobre de ella si tal no hiciera. Y pobre del hombre si la Poesía no sintiese también el drama de redimirlo de sus dolores con la proyección depurada del dolor sobre un cielo de esperanzas (…)”

¿Y cuál es esa misión? En primer lugar, redimir al hombre de su dolor, hacerlo visible y de ese modo lograr que la sociedad se sensibilice ante las injusticias sociales. En segundo lugar, y por la misma razón antes dicha, la poesía constituye también un arma de resistencia contra el autoritarismo y las desigualdades en un contexto caracterizado por guerras cruentas o gobiernos de tinte totalitarios, como lo fueron la segunda guerra mundial o el ascenso del Peronismo a partir de 1.943. La poesía regional deja entonces de mirar el pasado como algo pintoresco para subsumirse en el presente y asumir ese pasado cultural, no como un simple paisaje sino como algo inherente a la identidad del hombre norteño. Ese es el verdadero alcance de la dimensión compositiva del par hombre-paisaje:

Los autores de estos poemas hemos nacido y residimos en el Norte de la Republica Argentina pero no tenemos ningún mensaje regionalista que transmitir, como no sea nuestra amor por este retazo de país donde el paisaje alcanza sus más altas galas y en el cual el hombre identifica su sed de libertad con la razón misma de vivir.

Se está aquí en más cercano contacto con la tierra, con las tradiciones y el pasado, elementos auténticamente poéticos que no son responsables de las secreciones de cierto nativismo mezquino que encubre su prosa con el injerto de giros regionales y de palabras aborígenes. Por ello proclamamos nuestro absoluto divorcio con esa floración de 'poetas folkloristas' que ensucian las expresiones del arte y del saber popular utilizándolos de ingredientes supletorios de su impotencia lírica.

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