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Poemas De Nicaror Parra


Enviado por   •  7 de Octubre de 2012  •  1.550 Palabras (7 Páginas)  •  490 Visitas

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Nicanor Parra

Me retracto de todo lo dicho

Antes de despedirme

Tengo derecho a un último deseo:

Generoso lector

quema este libro

No representa 1o que quise decir

A pesar de que fue escrito con sangre

No representa lo que quise decir.

Mi situación no puede ser más triste

Fui derrotado por mi propia sombra:

Las palabras se vengaron de mí.

Perdóname lector

Amistoso lector

Que no me pueda despedir de ti

Con un abrazo fiel:

Me despido de ti

con una triste sonrisa forzada.

Puede que yo no sea más que eso

pero oye mi última palabra:

Me retracto de todo lo dicho.

Con la mayor amargura del mundo

Me retracto de todo lo que he dicho.

El hombre imaginario

El hombre imaginario

vive en una mansión imaginaria

rodeada de árboles imaginarios

a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios

penden antiguos cuadros imaginarios

irreparables grietas imaginarias

que representan hechos imaginarios

ocurridos en mundos imaginarios

en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes imaginarias

sube las escaleras imaginarias

y se asoma al balcón imaginario

a mirar el paisaje imaginario

que consiste en un valle imaginario

circundado de cerros imaginarios.

Sombras imaginarias

vienen por el camino imaginario

entonando canciones imaginarias

a la muerte del sol imaginario.

Y en las noches de luna imaginaria

sueña con la mujer imaginaria

que le brindó su amor imaginario

vuelve a sentir ese mismo dolor

ese mismo placer imaginario

y vuelve a palpitar

el corazón del hombre imaginario.

Es Olvido

Juro que no recuerdo ni su nombre,

mas moriré llamándola María,

no por simple capricho de poeta:

por su aspecto de plaza de provincia.

¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,

ella una joven pálida y sombría.

Al volver una tarde del Liceo

supe de la su muerte inmerecida,

nueva que me causó tal desengaño

que derramé una lágrima al oírla.

Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!,

y eso que soy persona de energía.

Si he de conceder crédito a lo dicho

por la gente que trajo la noticia

debo creer, sin vacilar un punto,

que murió con mi nombre en las pupilas,

hecho que me sorprende, porque nunca

fue para mí otra cosa que una amiga.

Nunca tuve con ella más que simples

relaciones de estricta cortesía,

nada más que palabras y palabras

y una que otra mención de golondrinas.

La conocí en mi pueblo (de mi pueblo

sólo queda un puñado de cenizas),

pero jamás vi en ella otro destino

que el de una joven triste y pensativa.

Tanto fue así que hasta llegué a tratarla

con el celeste nombre de María,

circunstancia que prueba claramente

la exactitud central de mi doctrina.

Puede ser que una vez la haya besado,

¡quién es el que no besa a sus amigas!,

pero tened presente que lo hice

sin darme cuenta bien de lo que hacía.

No negaré, eso sí, que me gustaba

su inmaterial y vaga compañía

que era como el espíritu sereno

que a las flores domésticas anima.

Yo no puedo ocultar de ningún modo

la importancia que tuvo su sonrisa

ni desvirtuar el favorable influjo

que hasta en las mismas piedras ejercía.

Agreguemos, aún, que de la noche

fueron sus ojos fuente fidedigna.

Mas, a pesar de todo, es necesario

que comprendan que yo no la quería

sino con ese vago sentimiento

con que a un pariente enfermo se designa.

Sin embargo sucede, sin embargo,

lo que a esta fecha aún me maravilla,

ese inaudito y singular ejemplo

de morir con mi nombre en las pupilas,

ella, múltiple rosa inmaculada,

ella que era una lámpara legítima.

Tiene razón, mucha razón, la gente

que se pasa quejando noche y día

de que el mundo traidor en que vivimos

vale menos que rueda detenida:

mucho más honorable es una tumba,

vale más una hoja enmohecida,

nada es verdad, aquí nada perdura,

ni el color del cristal con que se mira.

Hoy es un día azul de primavera,

creo que moriré de poesía,

de esa famosa joven melancólica

no recuerdo ni el nombre que tenía.

Sólo sé que pasó por este mundo

como una paloma fugitiva:

la olvidé sin quererlo, lentamente,

como todas las cosas de la vida.

de Poemas y Antipoemas (1954)

A recorrer me dediqué esta tarde

Las solitarias calles de mi aldea

Acompañado por el buen crepúsculo

Que es Hay un día feliz

el único amigo que me queda.

Todo está como entonces, el otoño

Y su difusa lámpara de niebla,

Sólo que el tiempo lo ha invadido todo

Con su pálido manto de tristeza.

Nunca pensé, creédmelo, un instante

Volver a ver esta querida tierra,

Pero ahora que he vuelto no comprendo

Cómo pude alejarme de su puerta.

Nada ha cambiado, ni sus casas blancas

Ni sus viejos portones de madera.

Todo está en su lugar; las golondrinas

En la torre más alta de la iglesia;

El caracol en el jardín, y el musgo

En las húmedas manos de las piedras.

No se puede dudar, éste es el

...

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