Origen de la vida. Desde tiempos muy remotos el hombre ha presentado un profundo interés por el conocimiento

El origen de la vida
Autor: Saint Sias

Desde tiempos muy remotos el hombre ha presentado un profundo interés por el conocimiento, por tratar de comprender todo lo que le rodea, todo lo que conforma su realidad y su mundo. Sin embargo, con el propio análisis y sentido reflexivo conducido por la filosofía, el hombre dejó de valerse de cualquier información que llegase de cualquier medio externo a sus sentidos. Así es, como dejo de creer, o de orientar su vida por los escritos más antiguos y los más populares del momento.

Desde el tiempo de los romanos hasta la actualidad hemos profundizado en distintos campos de la ciencia, hemos tratado de analizar, inclusive, las mismas teorías que antes se descartaban en su totalidad, por parecer irracionales. Lo que antes era ilógico, hoy puede ser interpretado. Aun así, muchos solo confían en las teorías comprobadas a través de un método científico. Olvidando que todo tiene un origen, que todo tuvo un inicio, un motivo para la era en que se vivía.

«El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer: sentimos como un cosquilleo nos llena los nervios, una voz muda, una ligera sensación como de un recuerdo lejano o como si cayéramos desde gran altura. Sabemos que nos aproximamos al más grande de los misterios». (Carl Sagan) Fuente: Cosmos, Introducción, p. 12

Resulta curioso que la mayoría de las respuestas a cerca de nuestro verdadero origen científico se remonte en lo más lejano; más lejano que el cielo y el vacío, y sólo visto en la fría oscuridad de la noche, el cosmos, el todo, el absoluto espacio, el vasto universo. Allí se encuentra la respuesta de toda nuestra incertidumbre. En las últimas décadas se obtuvo un gran avance, donde se llega a la conclusión que: Podemos saber cómo funciona cada cosa, como funciona la nada y el todo, podemos ver el inicio del universo, comprender el motivo de la vida, pero nunca la verdad podrá ser reconocida mientras aún tengamos cosas que aprender.

El mismo hecho de intentar comprender el origen de la vida puede resultar como un compromiso estúpido, esclavizador, enfermizo, porque centrarse en explicar y responder todo lo que va surgiendo a medida que vamos avanzando es inútil. No todos estamos preparados para entender lo magnífica que es la vida, lo rara, lo increíble, lo real y perfecta que es. Útil, sería analizarlo para sí mismo, e ir transmitiendo ese conocimiento poco a poco, como un complemento a nuestra propia carrera por el mundo. Como un refuerzo de valores que nos llevará a ser grandes personas, en un mundo tan pequeño, y a la vez siendo tan insignificantes.

Las teorías relacionadas con el Creacionismo pueden resultar admirables, no por su contenido literario, ni por su antigüedad, ni por la fe y memoria que se tiene sobre alguna de ellas. Es simple, ellas son el origen de una búsqueda más grande; en otras palabras, la ciencia sin la religión no existiría.

«La ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia está ciega» (Albert Einstein)

Pero, ¿y cómo? Cómo dos conceptos «distintos» pueden no sólo relacionarse sino hacerse aliados, pues, para ser exactos la religión va más allá de cualquier adoctrinamiento filosófico, o imposición cultural de creencias y de enseñanzas morales. En el punto donde se vuelve real, útil, y reconfortante, es cuando para el mismo ser significa un todo, una base, espiritualidad, consciencia, conocimiento, amor, pasión… Un científico que no crea, que no sienta de verdad lo que está haciendo, que no persevere, no soportará su sacrificio. Y es que hoy en día, muchos mueren por distintas causas, pero, morir por la ciencia puede llegar a ser tan valioso a morir por las creencias, a servir a la humanidad.

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