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Poesía Griega


Enviado por   •  25 de Octubre de 2012  •  1.141 Palabras (5 Páginas)  •  397 Visitas

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I 
La luna luminosa 
huyó con las Pleyadas; 
la noche silenciosa 
ya llega a la mitad; la hora pasó, y en vela 
sola en mi lecho, en tanto 
suelto la rienda al llanto 
sin esperar piedad.

II 
Amor, que el pecho mío 
continamente agita, 
es dulce y es impío, 
y es más que una avecita 
volátil y ligero. 
¡Ay! de su dardo fiero, 
¿quién consiguió victoria? 
Renueva, amada mía, 
renueva la memoria 
de cuando Atis ardía, 
tu dulce amor odiaba 
y a Andr6meda estimaba.

III 
Desciende, Venus bella, 
y en las doradas copas 
con el suave néctar, 
mezcla purpúreas rosas, 
y a mis dulces amigos 
que tu deidad adoran, 
con divinal bebida 
inspira y alboroza.

IV 
Será tal vez hallada 
simplecilla labriega, 
si dulce amor hirióla 
con su dorada flecha, 
Amor el rapazuelo 
de Venus Citerea, 
que con su blanda mano 
doma las bravas fieras. 
Y la joven hermosa 
nacida en la floresta, 
siendo de amor tocada, 
ya suaviza y templa, 
las rústicas costumbres, 
la esquivez de la selva, 
plegando sus vestidos 
con gracia y gentileza.

V 
De los verdes manzanos 
en las frondosas cimas, 
con estruendoso ruido 
las aguas se deslizan, 
las puras frescas aguas 
que el peñasco destila; 
el delicioso estruendo 
de las hojas movidas 
del apacible viento 
süave sueño inspira, 
y con Venus hermosa 
soñaba que dormía; 
mas de las altas ramas, 
del viento sacudida, 
una roja manzana 
de mi sueño me priva.

VI 
Al Olimpo volara 
si alitas yo tuviera, 
cual cándida paloma, 
y a Pafia la risueña 
mis cuitas contara, 
mis amorosas quejas, 
y de allí a las alturas 
de los montes viniera, 
y enlazaran mis brazos 
la causa de mi pena: 
que el amor dulce amargo 
con fiera violencia 
mi corazón impele, 
le arrebata y le lleva, 
cual viento impetuoso 
arranca por las selvas 
en los excelsos montes 
a las encinas gruesas.

VII 
La graciosa doncella 
en apartada estanza 
pasa su edad florida 
de delicias privada; 
sus cuidadosos padres 
dicen: -Amor la espanta, 
allí vive contenta, 
que no quiere de Pafia 
las süaves caricias-; 
mas, ¡ay!, niña cuitada, 
que ya siente tu pecho 
las amorosas llamas, 
triste, cerrada y sola, 
niña y enamorada. 

VIII 
Morirás, bella joven; 
ni servirá ser bella, 
ni quedará memoria 
de ti sobre la tierra, 
porque las frescas rosas 
no has gozado de Pieria: 
y así desconocida 
irás a las cavernas 
del horroroso Dite, 
ni será quien te vea 
cuando en las vanas sombras 
des fugitivas vueltas.

IX 
Alzad, alzad la casa, 
artífices, que viene 
el esposo gallardo, 
que a Marte se parece: 
al menos muy más alto, 
muy más robusto y fuerte 
que los más esforzados 
que la ciudad contiene. 
Todos de una vez toman 
y de sus asas tienen 
la gran Carkesia copa, 
y libación ofrecen, 
felicidad, delicias, 
eternos, justos bienes, 
al esposo desean, 
y el dulce vino beben. 
De todas las doncellas, 
tu venturosa suerte 
la más linda te ha dado, 
ni hallarse otra tal puede: 
la dulce joven bella, 
por quien tú tantas veces 
tiernos suspiros dabas, 
hoy a tus brazos viene; 
no envidies a los dioses, 
si tu ventura entiendes.

X 
Amor bulle en mi pecho 
y sin cesar voltea 
mi corazón amante 
y acá y allá le lleva; 
mis miembros desenlaza 
su poderosa diestra, 
y en viéndome rendido 
ya me desprecia y vuela; 
tiene sus lindas alas 
cual ave, mas es fiera, 
y dulce y apacible, 
y de indomable fuerza. 
Atis, de tu abandono 
al crudo Amor te queja, 
que en los ojos me abrasa

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