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RESUMEN “APOLOGÍA DE SÓCRATES”


Enviado por   •  30 de Octubre de 2016  •  Resumen  •  2.992 Palabras (12 Páginas)  •  375 Visitas

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RESUMEN “APOLOGÍA DE SÓCRATES”

1) Discurso principal (17a-35d)

Exordio. — Mis acusadores fueron muy persuasivos, pero no dijeron la verdad, especialmente cuando os previnieron contra mí por ser un orador peligrosamente hábil. Elegiré mis palabras al azar y sin embellecerlas, pero serán verdaderas. Como no tengo experiencia alguna de los tribunales de justicia, debo pediros que tengáis paciencia conmigo si me oís hablar como acostumbro a hacerlo en el ágora.

Respuesta a los “viejos acusadores”  (18a-24b)

— No temo tanto a los que me han acusado ahora como a los que, durante muchos años, se han encargado de llevar toda una campana de mentiras sobre mí, diciendo que soy “un sabio” que investiga los secretos de la naturaleza y convierte el argumento más débil en el más fuerte, practicas relacionadas popularmente con el ateísmo. Estos calumniadores son muy numerosos y han actuado sobre vosotros desde vuestra niñez. Frente a bellos me encuentro inerme, porque, a excepción de los poetas cómicos, son anónimos. Estos son mis verdaderos acusadores, y contra ellos debo hacer primeramente mi defensa.

No tengo deseo alguno de menospreciar la ciencia natural, pero, de hecho, no sé nada de ella. Preguntaos unos a otros, vosotros que me habéis oído hablar, os desafío a que me digáis si alguna vez me habéis oído pronunciar una sola palabra sobre esos temas. Tampoco soy un educador profesional como los sofistas, aunque debería estar orgulloso de poseer la habilidad que ellos tienen.

Entonces, .que explica la existencia de esos rumores? Yo os lo diré, si estáis dispuestos a escucharme en silencio, aunque pueda parecer que es presunción. Querefonte pregunto al oráculo de Delfos si existía alguien más sabio que yo y el oráculo dijo que no. (Querefonte ha muerto, pero su hermano es testigo de lo que digo.) Os ruego que permanezcáis en silencio: lo que sigue es relevante. Conociendo mi ignorancia, me preguntaba que habría querido decir el dios y pensé en un plan para poner a prueba su respuesta. Me dirigí a un hombre que tenía reputación de sabio —un político—, con la esperanza de poder decir: “Decía que yo era el más sabio, pero él es más sabio que yo”. Sin embargo,  me di cuenta de que, en realidad, no era sabio y que yo era un poco más sabio que él, justamente porque conocía, al menos, mi ignorancia. Intenté hacer lo mismo con otros y obtuve el mismo resultado. Eso los irritaba, cosa que me apenaba y me producía temor, pero tenía que tomarme en serio al dios y descubrí que la gente con la mejor reputación era la peor. Los poetas eran tan incapaces de explicar sus propios poemas que solo pude concluir que no los escribían con conocimiento, sino en un trance divino, como los profetas. No obstante, por causa de su poesía, se consideraban sabios también en otras materias. Así es que resolví que les llevaba la misma ventaja que a los políticos.

Por último, me dirigí a los artesanos. Ciertamente, ellos poseían un valioso saber del que yo carecía y, respecto a esto, eran más sabios. Pero cometían el mismo error que los poetas: por el hecho de ser buenos en su oficio, consideraban que entendían también las materias más elevadas. Así es que decidí que era mejor quedarme como estaba, sin su saber, pero también sin la clase de ignorancia que ellos tenían. El oráculo llevaba razón.

Estos interrogatorios son los que me han traído enemistades y calumnias, así como el nombre de “sabio”. Pero el sabio es el dios y este me tomo solo como ejemplo, para transmitir el siguiente mensaje: “El más sabio de todos vosotros es el que, como Sócrates, se da cuenta de no posee sabiduría alguna que merezca ser llamada asi”. Por eso voy examinando a quienquiera que considero sabio y, si no da prueba de que lo es, ayudo al dios a demostrarlo. Esta tarea no me ha dejado tiempo libre para ocuparme ni de los asuntos públicos ni de los míos y me ha llevado a la pobreza.

Debo admitir también que los jóvenes que disponen de tiempo libre, cuando me siguen, se divierten con este proceso y lo imitan, y sus víctimas me culpan a mí, en lugar de culparse a sí mismos, y dicen que corrompo a la juventud. Pero cuando se les pregunta cómo y por medio de que enseñanzas, no lo saben, y sacan a relucir las acusaciones que suelen esgrimirse contra todos los filósofos: “la investigación de la naturaleza”, “el ateísmo”, “hacer fuerte el argumento débil” cualquier cosa menos la verdad, que no es otra que haber sido sorprendidos pretendiendo estar en posesión de un saber del que carecen. Son gente influyente y persuasiva, de manera que propagan tales patrañas y ahora tengo que soportar los ataques de mis acusadores: Meleto, que habla en nombre de los poetas, Anito, en el de los artesanos y políticos, y Licón, en el de los oradores.

Respuesta a las presentes acusaciones (24b-28a).

— Vayamos ahora al buen patriota Meleto y a sus compañeros de acusación. Los cargos que presentan contra mí adoptan más o menos los siguientes términos: Sócrates es culpable de corromper a la juventud y de no creer en los dioses de la ciudad, sino en nuevos fenómenos sobrenaturales. Yo, por el contrario, acuso a Meleto de presentar contra mí una frívola acusación y de simular preocuparse por materias a las que nunca ha dedicado un solo pensamiento.

Ahora, ven aquí, Meleto, tú dices que corrompo a la juventud. Entonces, ¿quién los educa y los hace mejores?

M. Las leyes.

No dije qué, sino quién; ¿Quién los educa? ¿Los dicastas? ¿La audiencia?

¿Los miembros del Consejo? ¿La Asamblea?

M. Sí, todos ellos.

Los jóvenes son verdaderamente afortunados si en toda Atenas un solo hombre los corrompe y todos los demás los hacen mejores. Pero yo no creo que esto sea así, como tampoco lo es en el caso de los caballos o en el de los demás animales. Son solo unos pocos cuidadores o criadores adiestrados los que los mejoran, mientras que la inmensa mayoría los echa a perder. Tú, evidentemente, no te has preocupado lo más mínimo de este asunto.

Además, .quien querría vivir entre malos ciudadanos, en lugar de vivir entre los mejores? Con ello solamente estaría arriesgándome a recibir daño, y no soy tan insensato como para buscarlo voluntariamente. Pero si actuó involuntariamente, no es un crimen.

De cualquier forma, ¿cómo corrompo yo a la juventud? ¿Acaso por ensenarles esa irreligión que me atribuyen en el proceso que has entablado contra mí?

M. Así es, ciertamente.

Pues bien, yo no entiendo la acusación. .Quieres decir que creo en algunos dioses, pero no en los de la ciudad, o que no creo en ninguno en absoluto, como los ateos acérrimos?

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