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Sobre Gramsci - Schulman


Enviado por   •  22 de Abril de 2013  •  3.077 Palabras (13 Páginas)  •  314 Visitas

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Su ejemplo militante

Visto desde los pragmáticos ‘90, la figura de Antonio Gramsci resalta como la de un antihéroe o, dicho con el cruel lenguaje que utilizan los cultores del pragmatismo político, como la de un verdadero “perdedor”. 

Derrotados los esfuerzos por transformar la rebelión obrera de Turín de 1920 en una sublevación nacional, se ve obligado a presenciar el ascenso al poder (con un claro respaldo de amplios sectores obreros y populares), del fascismo y su líder Mussolini en 1922. Perseguido por éste (“hay que impedir que este cerebro funcione”, había dicho el fiscal en su juicio), pasa los últimos años de su vida (de 1926 a 1937) encarcelado y aislado de su propio partido. Ni siquiera su mujer se atreve a abandonar la seguridad de Moscú para acercársele a la cárcel de la que sólo saldría tres días antes de su muerte. 

No es la suya una muerte heroica en el sentido clásico del término. No murió como el Che o el Roby Santucho, peleando con las armas en las manos; ni fusilado por sus enemigos como Julius Fuzik o nuestro Alberto Cafaratti; ni aplastado su cerebro por un garrote como Rosa Luxemburgo o Karl Liebcknet.  

No, murió en la cama, ya fuera de la cárcel y casi en soledad. Y, sin embargo, su ejemplo de vida nos es imprescindible como altura a conquistar por quienes aspiramos a convertirnos en militantes revolucionarios. 

Al pensar en el ejemplo de Antonio Gramsci para todos nosotros, me viene a la memoria algo que el poeta salvadoreño Roque Dalton escribiera sobre Lenin. Él decía que habiendo muchos Lenin, había que elegir el que fuera más útil a los latinoamericanos de finales de los ‘60 y que él (en contraposición a las corrientes reformistas, hegemónicas por entonces en los partidos comunistas de la región), elige al Lenin de la lucha abierta por el poder y la sublevación armada. 

Yo creo que este Gramsci de los Cuadernos de la Cárcel nos hace mucha falta. 

Es un revolucionario que resiste al triunfalismo del fascismo y que, para ser útil, en la cárcel y casi sin libros, sometido a la censura de los gendarmes, va a remontarse a lo más profundo y verdadero del pensamiento de Marx, de Engels y de Lenin para rescatar el marxismo, “la filosofía de la praxis” diría en su lenguaje carcelario, del dogmatismo que comenzaba a ahogarlo.

Hay que imaginar a Gramsci en esos años de encierro, reflexionando y haciendo anotaciones en las dos mil ochocientas cuarenta y ocho páginas de sus cuadernos escolares sobre los caminos de la victoria, mientras, tras los muros, se hacía notorio el descenso de la ola revolucionaria que siguió en Europa y en otros lugares a la Revolución de Octubre, la derrota de los intentos insurreccionales y el ascenso de gobiernos fascistas en Italia, en Alemania, en Hungría y en Polonia; el cerco a que se ve sometida la Revolución rusa y los graves problemas que ya se revelaban en ella. 

Como el político práctico que es, Gramsci va a concentrarse en los problemas que permitan una estrategia de resistencia y de rearme de las fuerzas diezmadas. Así, van a ir surgiendo una serie de conceptos enriquecedores del marxismo, que aún nos son absolutamente precisos y útiles: una concepción mucho más compleja e integral del Estado, la idea de la hegemonía y de la necesidad de pasar de una “guerra de maniobras” (el asalto a las ciudadelas del poder) a una “guerra de posiciones” (la construcción de la contrahegemonía en cada poro de la sociedad para crear las condiciones de su conquista). La valoración de lo cultural como elemento fundamental para el sistema de dominio cotidiano, que va a ser auxiliado por la fuerza de la represión cada vez que sea necesario. 

Pero su carácter de político práctico no se refiere sólo a los focos de atención de la reflexión gramsciana, también se verifican en el método de apoyarse permanentemente en la propia experiencia de las masas y en su propia experiencia desde el “Ordine Nuovo” y el Partido Comunista de Italia, del cual fuera uno de sus fundadores y principal dirigente, algo que gustan olvidar quienes han intentado “apropiarse” de la herencia gramsciana para fundamentar un posibilismo (los alfonsinistas del tipo Portantiero, Aricó o José Nun) que el propio Gramsci repudiaba con toda su inteligencia. 

“El realismo político ‘excesivo’ (y por consiguiente superficial y mecánico) conduce frecuentemente a afirmar que el hombre de Estado debe operar sólo en el ámbito de la ‘realidad efectiva’, no interesarse por el ‘deber ser’ sino únicamente por el ‘ser’. Lo cual significa que el hombre de Estado no debe tener perspectivas que estén más allá de su propia nariz.” 

“El político de acción es un creador, un suscitador, mas no crea de la nada ni se mueve en el turbio vacío de sus deseos y sueños. Se basa en la realidad efectiva, pero, ¿qué es esta realidad efectiva?, ¿es quizás algo estático e inmóvil y no sobre todo una relación de fuerzas en continuo movimiento y cambio de equilibrio? Aplicar la voluntad a la creación de un nuevo equilibrio de las fuerzas realmente existentes y operantes, fundándose sobre aquella que se considera progresista y reforzándola para hacerla triunfar, es moverse siempre en el terreno de la realidad efectiva, pero para dominarla y superarla (o contribuir a ello). El ‘deber ser’ es por consiguiente lo concreto o mejor, es la única interpretación realista e historicista de la realidad, la única historia y filosofía de la acción, la única política.” 

Y ese “deber ser”, tan parecido al factor subjetivo guevarista de los años ‘60, es el que hoy resalta entre tanto posibilismo y tanto culto al oportunismo marcándonos un primer elemento decisorio en la formación de los cuadros.

Gramsci destaca que los pilares de toda acción política e, incluso, de “no importa cuál acción colectiva” son los hechos de que existen gobernados y gobernantes, dirigentes y dirigidos y que para “preparar de la mejor forma a los dirigentes (y en esto consiste precisamente la primera sección de la ciencia y el arte político)” ...“es fundamental partir de la siguiente premisa: ¿se quiere que existan siempre gobernados y gobernantes, o por el contrario se desean crear las condiciones bajo las cuales desaparezca la necesidad de la existencia de esta división?, o sea, ¿se parte de la premisa de que la perpetua división es sólo un hecho histórico, que responde a determinadas condiciones?” 

Ocurrió con Gramsci lo que él había analizado que había ocurrido con Maquiavelo: “El maquiavelismo, al igual que la política de la filosofía de la praxis (el marxismo en el lenguaje gramsciano) ha servido para mejorar la técnica política tradicional de los grupos dirigentes conservadores; pero esto no debe enmascarar su

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