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Apuntes De Moda, Desde La Prehistoria Hasta La época Moderna


Enviado por   •  20 de Abril de 2013  •  4.202 Palabras (17 Páginas)  •  924 Visitas

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La historia de la indumentaria se nos ofrece

como un libro abierto en el cual podemos

descubrir los más variados aspectos

de nuestro pasado histórico. Es difícil precisar

en qué momento el ser humano decide

cubrir su cuerpo. Sin embargo, desde

la más remota antigüedad, las imágenes

plasmadas en las diversas manifestaciones

artísticas y los restos arqueológicos que

han llegado hasta nosotros nos informan

de que el vestido ha estado asociado al ser

humano casi desde su aparición en el planeta.

El acto de vestirse inmediatamente

fue acompañado de la búsqueda de diferenciación,

y en ella iría implícito el deseo

de novedad y cambio que daría origen a

ese fenómeno social que conocemos

como moda.

La moda, hoy como ayer, dirige los más

variados aspectos de nuestra vida; sin

embargo, la acepción que aquí nos interesa

es la referida al vestido. Covarrubias, en su

Tesoro de la Lengua Castellana o Española,

de 1611, no recoge el término “moda”

pero sí el Diccionario de Autoridades de

1723, que lo define como “uso, modo ù costumbre.

Tomase regularmente por el que es

nuevamente introducido, y con especialidad

en los trages y modos de vestir”, en lo

que se aprecia el especial hincapié en esa

asociación con el vestido. No obstante, el

término moda, tal y como hoy lo entendemos,

es en el siglo XVII cuando comenzamos

a encontrarlo en los documentos de la

época. En España lo encontramos mencionado

en una obra de 1662, de Agustín

Moreto, El lindo Don Diego; y en Francia,

en La escuela de mujeres de Moliere.

En cada momento de la historia y en

cada época se ha resuelto de distinta

manera la necesidad humana de protegerse,

identificarse y expresarse por medio

del vestido. Por esta razón, el vestido,

estrechamente ligado al ser humano y asociado

al fenómeno de la moda, refleja los

gustos estéticos y las tendencias del

momento en el que se desarrolla, convirtiéndose

así en uno de los signos más visibles

de las transformaciones sociales, políticas,

económicas y culturales. No en vano

decía Balzac, en su Tratado de la vida elegante,

que “el atavío es el más elocuente

de todos los estilos (…) forma parte del

propio hombre, es el texto de su existencia,

su clave jeroglifica”.

Hay dos maneras de vestirse. Una, la más

simple y antigua, se resuelve con un trozo

de tela cuya hechura no reproduce las formas

naturales del cuerpo humano. Un

trozo de tela de forma rectangular daría

respuesta a esa tipología básica de vestidos

envolventes que se ciñen al cuerpo

mediante fíbulas o cinturones, tipología

que ha sido denominada por algunos historiadores

como vestidos drapeados, por

los pliegues que hace la tela al ser ceñida

con un cinturón al cuerpo. La segunda

tipología responde a aquellos vestidos

cuyas piezas han sido cortadas y unidas

mediante costura para adaptarse a las formas

naturales del cuerpo humano. Mientras

que la primera no exige la presencia

de una persona especializada para su confección,

la segunda sí. Ambas fórmulas han

dado solución a las necesidades de indumentaria

de la humanidad hasta nuestros

días.

Como comentábamos anteriormente,

desde la Prehistoria tenemos referencias

visuales y arqueológicas que nos informan

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Amalia Descalzo Lorenzo

Apuntes de moda

desde la Prehistoria

hasta época moderna

de las diferentes indumentarias que ha ido

adoptando el ser humano. La referencia

clásica de la primera representación del

traje en España son las pinturas rupestres

de Cogull (Lérida), que muestran con claridad

personajes vestidos con pieles. Sin

embargo, habrá que esperar al primer

milenio a. C., cuando, por influencia de las

colonizaciones fenicia y griega, se desarrollan

las culturas tartésicas e íbera, para

encontrar representaciones detalladas de

la indumentaria: túnicas y mantos drapeados,

con flecos y cenefas de adorno, y

abundante joyería. Las piezas de cerámica

ibérica y las numerosas esculturas de

damas oferentes que conservan nuestros

museos reflejan también este atuendo,

que en lo esencial debió de mantenerse,

junto al uso de la toga latina.

La civilización romana, que admiró e imitó

en muchos aspectos a la griega, no se limitó

a copiarla, sino que la asimiló y la transformó.

El vestido romano tenía como prenda

básica la túnica, formada por dos piezas

de tela cuadradas o rectangulares, cosidas,

que dejan abiertos los espacios para sacar

la cabeza y los brazos, y la cual se ceñía a la

cintura con un cinturón. Una variedad de la

túnica fue la llamada laticlavia, decorada

con ribetes o clavus. También encontramos

una túnica con manga larga, hasta la muñeca,

de origen oriental. Sobre estas túnicas

se ponía un manto de hechura rectangular

llamada pallium. A diferencia de los griegos

los romanos llevaron prendas interiores. De

forma similar a la túnica, la prenda interior

confeccionada en lino recibió el nombre de

subucula, y licium, una especie de taparrabos

que se anudaba alrededor de la cintura.

La prenda típicamente romana fue la

toga, que, de hecho, solamente la podían

utilizar aquellos que tenían la categoría de

ciudadanos romanos. Consistía en una gran

pieza de lana blanca cortada en forma semicircular.

Su gran tamaño dificultaba su colocación,

y había que ser muy hábil para

ponérsela, o por el contrario contar con la

ayuda de un sirviente.

La indumentaria femenina derivaba en

parte de la griega, pues su prenda principal

estaba inspirada en el quitón griego. El

vestido principal recibía el nombre de

stola y, dependiendo de la manera en que

disponían los cierres y el cinturón para

ajustar al cuerpo, se creaban diferentes

tipologías. Ésta se vestía sobre la túnica

íntima, pues también las romanas hicieron

...

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