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CONDICIONES ECONÓMICAS, POLÍTICAS, INTELECTUALES Y SOCIALES DE EUROPA A FINALES DEL SIGLO XVIII


Enviado por   •  6 de Agosto de 2013  •  12.691 Palabras (51 Páginas)  •  842 Visitas

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1.- CARACTERÍSTICAS GENERALES

Dentro del panorama histórico español, una de las notas predominantes

del siglo XIX es su complejidad. Complejidad derivada no tanto de la

acumulación de acontecimientos y personajes que jalonan su desarrollo

cuanto de las evidentes contradicciones existentes entre ellos. La causa

última de tal peculiaridad hemos de buscarla en las propias estructuras que

rigen el país durante esta época. Los políticos que acaparan el poder se

esfuerzan en negar la relación existente entre política y economía.

Cada época reporta nuevos problemas que obligan a los países a

adoptar nuevas soluciones y modificar los esquemas por los que hasta

entonces se han regido si no quieren ver paralizada sus evoluciones.

España entrará en el siglo XIX anclada en los “moldes” de la sociedad del

Antiguo Régimen. El poder seguirá en manos de una monarquía absoluta,

defensora de los intereses agrarios de la nobleza, máximos representantes

de este tipo de organización social. Junto a ella, una naciente burguesía

pugna por abrirse paso frente a una nobleza que detenta todavía la mayor

parte del poder económico y domina el espacio político, lo que nos ayuda a

comprender el por qué del retraso español y la profunda complejidad del

siglo XIX.553

La revolución Industrial que comenzó en Inglaterra a fines del siglo

XVIII, se desarrolla en el siglo XIX dando nacimiento a una cuarta clase

social, la obrera, junto y frente a la burguesía nacida en el siglo anterior. De

aquí surge también una extensión paulatina del sufragio universal y una

mayor participación del pueblo en los asuntos públicos y, por tanto, en los

educativos.554

La revolución industrial o capitalista que llevó a la prosperidad

económica a Inglaterra, Francia y otros países europeos, no implicaba, una

prosperidad aceptable para las clases trabajadoras. La implantación de la

revolución industrial en España tenía que significar lo mismo que en los

demás países, miseria y pobreza para sus trabajadores. La nueva sociedad

553 Vid. Historia de España. Club Internacional del Libro, op. cit.

554 Luzuriaga, op. cit., pág. 94.216

fue diferente a la antigua, pero no menos clasista, pues, si bien las leyes

imponen la igualdad de los ciudadanos ante la ley (igualdad jurídica),

rompiendo así los compartimentos estancos que separaban las clases entre

sí, facilitando con ello una modalidad social indiscutible, el concepto

liberal de libertad individualista vinculada con la libre disposición de la

propiedad y de los medios de producción, por el propietario, y vinculado

también con la regulación de las relaciones humanas por el libre contrato,

otorga, de hecho, una situación de privilegio a aquel frente al trabajador.555

Surgen, por tanto, dos clases definidas: la burguesía capitalista y el

proletariado, dentro del cual hay que distinguir el campesinado y la masa

obrera. Junto a éstas no hay que olvidar otras clases como el clero,

debidamente protegido por la Iglesia, un pequeño número de empleados

públicos, cuya situación es cómoda pero inestable. La aristocracia

patrimonial que conservó algunos privilegios completa toda la escala

social.

En 1813 se decretó la libertad industrial y la libertad mercantil. En todos

los campos se instituyó la libertad contractual. La fabricación era defendida

a ultranza y protegida por la ley, a expensas de los intereses de los

trabajadores. Sobre los salarios de los obreros pesaba la famosa ley del

bronce que constituía uno de los pilares del capitalismo internacional. Ante

la precariedad de la situación de los obreros, éstos ven la necesidad de

asociarse, pero anterior al sexenio revolucionario no hay ninguna

legislación que mencione entre los derechos individuales los de reunión y

asociación. Frente a esta legislación reaccionan tanto empresarios,

burgueses como trabajadores. Los primeros obtuvieron a menudo una

relativa tolerancia por parte de los gobiernos, pero no así a los obreros

cuyo camino fue mucho más difícil, y cuyos momentos críticos provocó

levantamientos como el de Barcelona a fines de 1842.556

Dentro del siglo XIX han de establecerse dos grandes periodos cuya

línea divisoria se podría situar en las Revoluciones ocurridas en 1848 en

varios países europeos. En el primer periodo se trata de desarrollar los

principios de la educación nacional iniciada con la Revolución Francesa y

en el segundo, quedan establecidos los grandes sistemas nacionales de

educación de la mayoría de los países europeos.

555 Vid. Alcalá Galiano, A.: Orígenes del liberalismo español. Tomo II de sus Obras Escogidas, Madrid,

BAE, 1955.

556 Vid. Sánchez Jiménez, J.: La España Contemporánea, tomo I217

- PRUSIA

Prusia tuvo la máxima intensidad de su movimiento de regeneración en

el decenio de 1807-1817. En esos años se emprenden algunas de las

reformas más profundas que habían de cambiar las estructuras de la nación

y de su educación pública. El espíritu que inspira las reformas que se

introducen en la educación para hacerla verdaderamente nacional está en el

llamado testamento político de 1808 del ministro Von Stein. Aunque más

fructíferas fueron las palabras de Fichte en sus célebres Discursos a la

nación alemana que pronunció entre 1807 y 1808. Aquí se encuentra

expuesta por primera vez la idea de la educación nacional, por encima de

todas las diferencias de estado y clases sociales.

“Mediante la nueva educación – dice – queremos formar

de los alemanes una totalidad que sea movida y animada,

en todos sus miembros por un mismo interés [...] Por

tanto, sólo nos queda llevar la nueva educación de una

clase o estado particular, sino que llegue a ser la

educación de la nación como tal y sin exclusión de

ninguno de sus miembros. En ella, mediante la formación

del sentimiento interno de justicia, debe borrarse y

desaparecer completamente todas las diferencias de

clase, aun cuando puedan subsistir en lo sucesivo en

otras ramas del desarrollo. De este modo, surgirá entre

nosotros, no una mera educación popular, sino una

educación nacional propiamente dicha”.557

Fichte considera

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