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Caracterización Temprana De La Edad Media


Enviado por   •  15 de Octubre de 2013  •  4.282 Palabras (18 Páginas)  •  395 Visitas

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2. Caracterización general de la Temprana Edad Media.

El texto del historiador José Luis Romero “La edad media”, editado por el FCE, cuya primera edición es de 1949, está compuesto por dos partes: una primera vinculada con una historia de la edad media, entendiéndola como un relato político militar casi convencional que trata de introducir al lector en algunos matices del periodo y una segunda parte vinculada con las formas culturales, tratando de desarrollar un ejercicio sobre historia de las mentalidades, un “Panorama cultural de la Edad Media”.

En el primer capítulo de la primera parte se describe la Temprana Edad Media, que abarcaría, en la periodización de tres etapas considerada por Romero (Temprana Edad Media, Alta Edad Media y Baja Edad Media) desde el siglo V a principios del IX (en la periodización que hace la Historia Universal editada por Siglo XXI, la edad media es abarcada en dos textos: alta y baja edad media, aunque comienza desde, prácticamente el siglo VIII; el periodo que transcurre desde el bajo imperio, es desarrollado en un volumen titulado “Las transformaciones en el mundo Mediterráneo, siglos III a VIII”).

El desarrollo del primer capítulo del texto de Romero parte de la crisis del bajo imperio romano, como una de las causas del surgimiento del feudalismo; luego describe la formación de los reinos germánicos, resultado de las invasiones-migraciones de pueblos del centro de Europa sobre territorio del Imperio, sobre lo que hoy sería Francia, norte de Italia, España; inmediatamente caracteriza cómo la parte oriental del imperio romano, que ha sobrevivido a las invasiones, continúa un proceso, que, por momentos, intenta sostener un proyecto de reedición del imperio; posteriormente describe el surgimiento del mundo musulmán, a partir de la exitosa predicación de Mahoma y de la conformación de una religión que permite la construcción de un estado con características imperiales y expansionistas; en último lugar, con la caracterización del imperio carolingio, construido desde el siglo VIII y consolidado a principios del IX en el centro de Europa, se cierra el capítulo.

El bosquejo rápido que hace Romero de los siglos que transitan el final de la edad antigua en la formación económico-social del Imperio Romano y los comienzos del Medioevo para todo el ámbito geográfico del Mediterráneo, permite empezar a plantear ciertos problemas.

Uno de ellos, con el que se abre forzosamente la etapa que tenemos por delante, esta puesto como el problema de lo que el autor llama la “cesura”, es decir, la forma del tránsito de una época a otra. Explicitamente Romero indica que no debe mirarse la caída del mundo antiguo romano como resultado exclusivo de las invasiones germanas. Después de todo, el trastrocamiento que producen las invasiones no parece haber sido tan grande: de hecho, entre la época de Constantino, previa a las invasiones y la de Carlomagno, posterior a las invasiones, parece no haber tanta distancia. Por otro lado, hacer depender la transformación de un modo de producción (aclaremos que Romero no habla en términos de modo de producción, sino que utiliza los conceptos más ambiguos de era, época o fisonomía de Europa Occidental) de un fenómeno, aunque de magnitud importante, pero relativamente exterior, como unas invasiones, resulta como un poco desbalanceado: una transformación de la estructura social de toda Europa Occidental dependiendo de una migración-invasión de pueblos.

El bajo imperio (que es la última formación política que adquiere Roma y que ocupa casi los primeros cinco siglos de nuestra era, desde el ascenso de Octavio Augusto hasta la caída de Roma en 476), a partir de la crisis del siglo III, pasa por una etapa que Romero indica que afecta a “la estructura y tradiciones de la romanidad”. Este concepto de la romanidad empleado por Romero, de difícil definición, parece interesante, porque intentaría identificar lo específico de la cultura romana, sin que por ello se deje de tener en cuenta que se trata de una de las formas de organización social basada en la institución de la esclavitud. En este sentido, Perry Anderson, en el texto editado por Siglo XXI, “Transiciones de la Antigüedad al feudalismo” (remarquemos el plural, “transiciones”) indica que una de las especificidades de la forma de organización del trabajo social en Roma, a diferencia de Grecia, es la puesta en marcha de importantes contingentes de esclavos que trabajan en latifundios: en Grecia había esclavos, pero no en un formato de grandes contingentes y tampoco que operaran sobre una estructura de la propiedad de la tierra concentrada. En este sentido, resulta interesante la idea de Anderson de que Roma habría potenciado el formato de organización del trabajo social que Grecia, por prejuicios de autonomía e independencia, no se habría animado a romper: amplios contingentes de esclavos sobre latifundio.

Entonces, en el bajo imperio romano, la estructura de la propiedad es el latifundio esclavista. Esclavista, lo que significa que el estado romano se hace cargo de la represión de las posibles formas de resistencia de los esclavos contra sus propietarios; esta claro el papel del estado, como estado coactivo, como sostenedor de las formas de explotación del trabajo esclavo. En este sentido, las rebeliones bagaudas, de esclavos, de los siglos III y V dc, son consideradas por algunos autores marxistas, como aquellas que llevan a cabo un cuestionamiento radical al estado esclavista y que, por lo tanto, habría provocado su debilidad e inacción frente a los pueblos germanos. Estos autores sostienen, de este modo, que en la transición la clave del asunto está en la lucha de clases, en este caso, la lucha de clases de la clase subordinada frente al representante jurídico militar de la clase opresora: el estado antiguo esclavista.

Entonces, en el Bajo Imperio, Romero indica que, a partir del siglo III dc. estamos en el comienzo de la crisis, estamos frente a la llamada anarquía militar. Como muchas crisis que no terminan en un colapso de esa formación social, su resolución se halla en una “salida hacia adelante” con un acrecentamiento del poder del emperador: estamos ante el paso del principado al dominado. Un aspecto de este movimiento centrípeto del poder es el carácter que asumen los cargos del estado: de magistraturas que eran durante el principado, desde 27 ac hasta 284 dc, con autonomía de quienes realizaban la carrera de honores, pasamos a la cooptación de funcionarios obedientes al poder y revocables por la sola decisión del emperador durante el dominado.

En la línea de lo que puede interpretarse como un acercamiento a la historia de las mentalidades, Romero sostiene que esta crisis, que hasta ahora se nos presentó con una huida hacia

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