LA HISTORIA DE LA SEXUALIDAD
Enviado por cr067 • 5 de Junio de 2013 • 3.815 Palabras (16 Páginas) • 335 Visitas
HISTORIA DE LA SEXUALIDAD
Como toda actividad humana, la sexualidad ha sufrido la influencia de la sociedad, organizándose, así, el conjunto de costumbres y leyes que rigen las relaciones sexuales. Estas forman desde la antigüedad, la red más tupida de prescripciones y de prohibiciones que jamás ha rodeado a una función biológica, un fenómeno paradójico, puesto que se trata de la "reglamentación" de una función que, en la mayoría de los casos, se realiza en la intimidad más secreta.
EL SEXO EN LAS CAVERNAS
Se ha investigado poco sobre la vida sexual de los seres humanos en la prehistoria. Es probable que la preocupación por la sexualidad no contara demasiado en las primeras comunidades cavernarias. Eso permite deducir, al menos, el modo de vida de los pueblos en estado primitivo que subsisten hasta nuestros días.
Hay que pensar en la vida totalmente insegura de los primeros hombres. El sustento debía buscarse día a día en un ambiente hostil. La persecución de la caza y la búsqueda de frutos obligaban a un constante cambio de refugios. Bajo estas condiciones, la unión sexual difícilmente significaba algo más que una satisfacción inmediata para la búsqueda de placer.
La sexualidad pasó a ocupar un lugar importante en la civilización sólo hasta el descubrimiento de la agricultura. Esta permitió a las tribus establecerse por períodos prolongados en territorios fijos. Así, con menos apuros por sobrevivir, los hombres y las mujeres pudieron por fin conocer con mayor amplitud el goce de reproducirse.
En ese momento, la humanidad estableció una concepción capital para la civilización: identificó a la mujer (que da vida a nuevos seres) con la tierra (que engendra los alimentos). De ésta relación simbólica nació un culto a la sexualidad femenina que sólo desplazarían, y no del todo, las religiones judaica, cristiana e islámica.
Por lo pronto, el hombre recién convertido en agricultor era más creativo y estaba menos angustiado. Creó las artes y la magia. También estaba agradecido con la tierra y con la mujer, que la simbolizaba. Así que ambas recibieron la adoración de los hombres.
Con una visión del mundo menos desesperante, el goce sexual pudo ocupar un papel más importante dentro de lo vida social. La función sexual adquirió entonces carácter de fiesta y ritual. Llevó a elevar el misterio sexual a divinidad. La capacidad fértil femenina era el símbolo más alto de lo fertilidad de la tierra, la “madre original.
Los pueblos de Mesopotamia desarrollaron ritos y festejos para rendir culto a su divinidad protectora de la sexualidad, Astarté. Más tarde los siguieron los griegos y latinos, que adoraron o la misma divinidad bajo los nombres de Afrodita y Venus, Hera y Juno. Estas diosas representaban, en conjunto, el goce sensual y la preservación de la especie que de él resulta.
LA EXALTACIÓN DEL SEXO
En las culturas helénica y latina el acto sexual llegó a ser una manifestación religiosa. Las orgías dedicadas a Dionisio o Baco, divinidad masculina de la sexualidad, fueron al principio verdaderos rituales del amor. En ellos se ofrecía o los dioses un presente para propiciar sus favores, en forma de fertilidad femenina y terrestre.
Con el correr del tiempo esta creencia perdió su base religiosa y se transformó en exceso hedonista. Es especialmente famoso el caso de las orgías romanas, que llegaron a dimensiones monstruosas durante ciertos períodos de su historia imperial.
En este período se consolidó también la exaltación del potencial sexual masculino, a través de las imágenes divinas corno Zeus y, especialmente Apolo. La mitología grecolatina está llena de las aventuras eróticas de estos personajes, el primero padre de los dioses y el segundo, su hijo predilecto.
La gente veneraba a Apolo como un dios pleno de belleza física y espiritual (era, en cierto modo, el protector de las artes), así corno de fortaleza y valor. De su imagen surgió el concepto de belleza apolíneo, que marca hasta nuestros días, con muy pocas variaciones, el prototipo del hombre viril, apuesto y sensual.
Este dios asume simbólicamente las aptitudes del varón llevadas a la perfección, sobre todo como amante. Su relación de conquistas divinas y humanas sólo se compara a la de su padre Zeus. Pero Apolo (o Febo, como lo conocieron los griegos) se acerca más a la simpatía de los mortales porque sus aventuras amorosas no siempre terminaban bien. Cuando, por ejemplo, engañó al feo Vulcano con su esposa, la bellísima Afrodita, ambos fueron descubiertos y expuestos al ridículo por el marido. Este es un rasgo muy humano para un dios, y debió atraerle las simpatías de no pocos amantes que alguna vez fueron, como Apolo, atrapados y castigados.
Otra costumbre del tiempo helénico, venida de Asia, fue la prostitución sagrada. Con ella, las mujeres pretendían atraer los favores de las diosas protectoras de su pueblo. Esta práctica también tuvo sus orígenes en el culto a la sexualidad.
La costumbre religiosa señalaba que la mujer debía ofrecer su virginidad y fertilidad a la diosa Venus o a alguna de sus equivalentes. Esto debía realizarse a través de la unión con un sacerdote o un extranjero; el forastero, en este caso, debía pagar a su vez con una ofrenda en especie o en metálico para costear los cuidados del templo de la diosa. Se suponía que la divinidad, en agradecimiento, derramaba sus favores sobre el pueblo de las prostitutas sagradas.
Esa costumbre ritual degeneró en la simple venta del cuerpo femenino, con el pretexto de la religión. A esta situación colaboró la facilidad para acceder a los favores de las mujeres en ciertos pueblos y, sobre todo, el incentivo de obtener recompensas monetarias paro las practicantes (no todo el dinero o los objetos que recibían iban a dar al templo).
Era natural que estos excesos ocurrieran en pueblos dominados por las concepciones helénicas y latinas, cuando las guerras o el desgaste de la sociedad alteraban las costumbres y causaban una profunda ansiedad por disfrutar placeres.
Entre los múltiples descubrimientos e invenciones de estas culturas no podía faltar la educación sexual. Griegos y latinos no conocían la importancia de desarrollar una sexualidad plena. Buscaban, por lo tanto, cumplir el ideal de la vida sexual. Educaban a sus niños en el conocimiento de las funciones sexuales. Procuraban exaltar el erotismo.
No obstante, algunas de sus costumbres, como la sumisión de la mujer y la esclavitud, presentaban una ruptura y negación de sus ideales humanitarios.
Las consideraciones
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