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Poemas De Salome Ureña


Enviado por   •  15 de Octubre de 2013  •  631 Palabras (3 Páginas)  •  522 Visitas

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Mi Pedro

Mi Pedro no es soldado; no ambiciona

de César ni Alejandro los laureles;

si a sus sienes aguarda una corona,

la hallará del estudio en los vergeles.

¡Si lo vierais jugar! Tienen sus juegos

algo de serio que a pesar inclina.

Nunca la guerra le inspiró sus juegos:

la fuerza del progreso lo domina.

Hijo del siglo, para el bien creado,

la fiebre de la vida lo sacude;

busca la luz, como el insecto alado,

y en sus fulgores a inundarse acude.

Amante de la Patria, y entusiasta,

el escudo conoce, en él se huelga,

y de una caña, que transforma en asta,

el cruzado pendón trémulo cuelga.

Así es mi Pedro, generoso y bueno,

todo lo grande le merece culto;

entre el ruido del mundo irá sereno,

que lleva de virtud germen oculto.

Cuando sacude su infantil cabeza

el pensamiento que le infunde brío,

estalla en bendiciones mi terneza

y digo al porvenir: ¡Te lo confío!

El Ave y el Nido

¿Por qué te asustas, ave sencilla?

¿Por qué tus ojos fijas en mí?

Yo no pretendo, pobre avecilla,

llevar tu nido lejos de aquí.

Aquí, en el hueco de piedra dura,

tranquila y sola te vi al pasar,

y traigo flores de la llanura

para que adornes tu libre hogar.

Pero me miras y te estremeces,

y el ala bates con inquietud,

y te adelantas, resuelta, a veces,

con amorosa solicitud.

Porque no sabes hasta qué grado

yo la inocencia sé respetar,

que es, para el alma tierna, sagrado

de tus amores el libre hogar.

¡Pobre avecilla! Vuelve a tu nido

mientras del prado me alejo yo;

en él mi mano lecho mullido

de hojas y flores te preparó.

Más si tu tierna prole futura

en duro lecho miro al pasar,

con flores y hojas de la llanura

deja que adorne tu libre hogar.

Ruinas

Memorias venerandas de otros días,

soberbios monumentos,

del pasado esplendor reliquias frías,

donde el arte vertió sus fantasías,

donde el alma expresó sus pensamientos.

Al veros ¡ay! con rapidez que pasma

por la angustiada mente

que sueña con la gloria y se entusiasma

la bella historia de otra edad luciente.

¡Oh Quisqueya! Las ciencias agrupadas

te alzaron en sus hombres

del mundo a las atónitas miradas;

y hoy nos cuenta tus glorias olvidadas

la brisa que solloza en tus escombros.

Ayer, cuando las artes

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