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Poemas Ruben Dario


Enviado por   •  8 de Diciembre de 2013  •  8.167 Palabras (33 Páginas)  •  361 Visitas

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Rubén Dario

POEMAS

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LA BAILARINA DE LOS PIES DESNUDOS

Iba en un paso rítmico y felino

a avances dulces, ágiles o rudos,

con algo de animal y de divino,

la bailarina de los pies desnudos.

Su falda era la falda de las rosas,

en sus pechos había dos escudos...

Constelada de casos y de cosas....

La bailarina de los pies desnudos.

Bajaban mil deleites de los senos

hacia la perla hundida del ombligo,

e iniciaban propósitos obscenos

azúcares de fresa y miel de higo.

A un lado de la silla gestatoria

estabas mis bufones y mis mudos...

¡Y era toda Selene y Anactoria

la bailarina de los pies desnudos!

PEGASO

Cuando iba yo a montar ese caballo rudo

y tembloroso, dije: "La vida es pura y bella".

Entre sus cejas vivas vi brillar una estrella.

El cielo estaba azul, y yo estaba desnudo.

Sobre mi frente Apolo hizo brillar su escudo,

y de Belerofonte logré seguir la huella.

Toda cima es ilustre si Pegaso la sella,

y yo, fuerte, he subido donde Pegaso pudo.

Yo soy el caballero de la humana energía

yo soy el que presenta su cabeza triunfante

coronada con el laurel del Rey del día;

domador del corcel de cascos de diamante,

voy en un gran volar, con la aurora por guía,

¡adelante en el vasto azur, siempre adelante!

+no es azul

A COLÓN (1892)

¡Desgraciado Almirante! Tu pobre América,

tu india virgen y hermosa de sangre cálida,

la perla de tus sueños, es una histérica

de convulsivos nervios y frente pálida.

Un desastroso espíritu posee tu tierra;

donde la tribu unida blandió sus mazas,

hoy se enciende entre hermanos perpetua guerra,

se hieren y destrozan las mismas razas.

Al ídolo de piedra reemplaza ahora

el ídolo de carne que se entroniza,

y cada día alumbra la blanca aurora

en los campos fraternos sangre y ceniza.

Desdeñando a los reyes nos dimos leyes

al son de los cañones y los clarines,

y hoy al favor siniestro de negros beyes

fraternizan los Judas con los Caínes.

Bebiendo la esparcida savia francesa

con nuestra boca indígena semiespañola

día a día cantamos la Marsellesa

para acabar danzando la Carmañola.

Las ambiciones pérfidas no tienen diques,

soñadas libertades yacen deshechas:

¡Eso no hicieron nunca nuestros Caciques,

a quienes las montañas daban las flechas!

Ellos eran soberbios, leales y francos,

ceñidas las cabezas de raras plumas;

¡ojalá hubieran sido los hombres blancos

como los Atahualpas y Moctezumas!

Cuando en vientres de América cayó semilla

de la raza de hierro que fue de España,

mezcló su fuerza heroica la gran Castilla

con la fuerza del indio de la montaña.

¡Plugiera a Dios las aguas antes intactas

no reflejaran nunca las blancas velas;

ni vieran las estrellas estupefactas

arribar a la orilla tus carabelas!

Libres como las águilas, vieran los montes

pasar los aborígenes por los boscajes,

persiguiendo los pumas y los bisontes

con el dardo certero de sus carcajes.

Que más valiera el jefe rudo y bizarro

que el soldado que en fango sus glorias finca,

que ha hecho gemir al Zipa bajo su carro

o temblar las heladas momias del Inca.

La cruz que nos llevaste padece mengua;

y tras encanalladas revoluciones,

la canalla escritora mancha la lengua

que escribieron Cervantes y Calderones.

Cristo va por las calles flaco y enclenque,

Barrabás tiene esclavos y charreteras,

y las tierras del Chibcha, Cuzco y Palenque

han visto engalonadas a las panteras.

Duelos, espantos, guerras, fiebre constante

en nuestra senda ha puesto la suerte triste:

¡Cristóforo Colombo, pobre almirante,

ruega a Dios por el mundo que descubriste!!

A FRANCIA

¡Los bárbaros, Francia! ¡Los bárbaros, cara Lutecia!

Bajo áurea rotonda reposa tu gran paladín.

Del cíclope al golpe ¿qué pueden las risas de Grecia?

¿Qué pueden las Gracias, si Herakles agita su crin?

En las locas faunalias no sientes el viento que arrecia,

el viento que arrecia del lado del férreo Berlín,

y allí, bajo el templo que tu alma pagana desprecia,

tu vate, hecho polvo, no puede sonar su clarín.

Suspende, Bizancio, tu fiesta mortal y divina,

¡oh Roma, suspende la fiesta divina y mortal!

Hay algo que viene como una invasión aquilina

que aguarda temblando la curva del Arco Triunfal.

¡Tannhauser! resuena la marcha marcial y argentina,

y vese a lo lejos la gloria de un casco imperial.

YO SOY AQUEL (1904)

Yo soy aquel que ayer no más decía

el verso azul y la canción profana,

en cuya noche un ruiseñor había

que era alondra de luz por la mañana.

El dueño fui de mi jardín de sueño

lleno de rosas y de cisnes vagos;

el dueño de las tórtolas, el dueño

de góndolas y liras en los lagos;

y muy siglo diez y ocho y muy antiguo

y muy moderno; audaz, cosmopolita;

con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,

y una sed de ilusiones infinita.

Yo supe de dolor desde mi infancia,

mi juventud...¿fue juventud la mía?

Sus rosas aún me dejan la fragancia...

una fragancia de melancolía...

Potro sin freno se lanzó mi instinto,

mi juventud montó potro sin freno;

iba embriagada y con puñal al cinto;

si no cayó, fue porque Dios es bueno.

En mi jardín se vio una estatua bella;

se juzgó mármol y era carne viva;

un alma joven habitaba en ella,

sentimental, sensible, sensitiva.

Y tímida ante el mundo, de manera

que encerrada en silencio no salía

sino cuando en la dulce primavera

...

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