San Martín

Los héroes existieron, existen y existirán. Según el diccionario son aquellos capaces de realizar grandes hazañas (¿acaso alguien puede dudar de que el cruce de los Andes y la liberación de Chile y de la mitad del Perú lo fueron?), pero esas hazañas son tales porque precisamente son hombres los que las hacen, hombres limitados como los demás pero con una capacidad especial de entrega a una causa.

Si bien no pueden a fuerza de voluntad cambiar por sí mismos la orientación de las fuerzas sociales de su tiempo, sí pueden cumplir una función importante en el proceso histórico, extrayendo la máxima potencialidad de ellas y organizarlas de la forma más eficiente posible para acelerar la concreción de la meta colectiva a cuya cabeza se ponen; y eso fue lo que hizo San Martín.

Pero ¿Quién fue realmente el Libertador y qué debemos rescatar los argentinos de su lección de vida?

San Martín, luego de pasar casi toda la primera mitad de su vida en España, abandonó su carrera y su familia para ponerse al servicio de la independencia de la tierra en la que accidentalmente había nacido. De vigorosa racionalidad y mentalidad universalista había adherido a la causa de la autodeterminación de los pueblos y vio en América la Patria en la que era posible la realización de su ideal de libertad fraterna. Puso su espada al servicio de la causa emancipadora que dio sentido a toda su existencia, convertida en una misión que llevó a cabo con una voluntad de hierro.

El pensaba “en grande”, “en americano” e inevitablemente tuvo que enfrentar el localismo de cortas miras y las ambiciones personales, así como también debió luchar a brazo partido contra la desconfianza que más de una vez puso en peligro la realización de su empresa.

Frente a la incomprensión de sus contemporáneos, se recluyó en un amargo silencio, soportando con entereza y templanza la soledad que precedió a su gloria. La suya fue, pues, una vida puesta al servicio de un ideal del que nada ni nadie lo pudo desviar. La imperturbable coherencia de su conducta, su espíritu tolerante, su condena de la lucha fratricida y su desapego al poder lo constituyen en un raro y poco imitado ejemplo, sobre todo en estos tiempos de doble discurso

La patria solicitó de este hombre libertad. Los tiempos cambian, los desafíos también. La patria nos llama hoy a nosotros a buscar un desarrollo conjunto, donde cada hombre de esta tierra pueda satisfacer sus necesidades básicas y llevar una vida digna.

"Mis necesidades están suficientemente atendidas con la mitad del sueldo que gozo." Dijo alguna vez. El ejemplo que recibimos de nuestros contemporáneos, de quienes tienen el poder, es de búsqueda del propio interés y perseguir fines egoístas a través de caminos de corrupción, tenemos que tomar conciencia de que sólo con la búsqueda de metas conjuntas que fomenten el desarrollo general se puede alcanzar

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