El Enamorado (Leonora Carrington)
Enviado por arielme • 4 de Marzo de 2013 • Reseña • 3.667 Palabras (15 Páginas) • 1.325 Visitas
El Enamorado (Leonora Carrington)
Un atardecer, pasando por una callejuela, hurté un melón. El frutero que estaba escondido detrás de sus frutas, me agarró, por el brazo y me dijo:
--señorita, hace cuarenta años que espero una ocasión como esta. He pasado cuarenta años escondido detrás de una pila de naranjas con la esperanza de que alguien me birlase una fruta. Y le diré por qué: necesito hablar, necesito contar mi historia. Si usted no me escucha, la entregaré a la policía.
--Escucho—dije.
Sin soltarme, me llevó al interior de la tienda, entre frutas y hortalizas. Traspusimos una puerta, al fondo, y llegamos a una habitación donde había un lecho en el cual yacía una mujer inmóvil y probablemente muerta. Me pareció que debía encontrarse allí desde hacía mucho tiempo, porque la cama estaba toda cubierta de hierbas.
--La riego todos los días – dijo el frutero, con aire pensativo --. En cuarenta años no he logrado saber si está muerta o no lo está. Nunca se ha movido, ni hablado, ni comido durante ese tiempo. Pero lo curioso es que permanece caliente. Si usted no me cree, mire. El hombre levantó un ángulo de la cobija, lo que me permitió ver muchos huevos y algunos polluelos recién nacidos.
-- Como usted puede advertir –dijo--, hago incubar los huevos aquí. También vendo huevos frescos. Nos sentamos cada uno a un lado de la cama y el frutero empezó a contar:
--Créame usted: ¡la quiero tanto! Siempre la he querido. ¡Era tan dulce! Tenía unos piececitos agiles y blancos. ¿Le gustaría verlos?
--No-- contesté.
-- En fin – prosiguió, tras exhalar un hondo suspiro--, ¡era tan hermosa! Mis cabellos eran rubios y los de ella, magníficamente negros. Ahora, ambos tenemos cabellos blancos. Su padre era un hombre extraordinario. Tenía una gran casa en el campo. Era coleccionista de costillas de cordero. Por eso llegamos a conocernos. Yo tengo cierta destreza en desecar la carne con la mirada. El señor Pushfoot (así se llamaba) oyó hablar de mí. Me invitó a su casa para que desecase sus costillas a fin de evitar que se pudrieran. Agnés era su hija. Nos amamos desde el primer momento. Partimos juntos en un bote por el Sena. Yo remaba. Agnés me decía: “te quiero tanto que sólo vivo para ti”. Y yo le contestaba con las mismas palabras. Creo que es mi amor lo que la mantiene cálida; quizás está muerta, pero el calor persiste. Tras una corta pausa, con la mirada ausente, prosiguió:
--El año próximo sembraré algunos tomates; no me asombraría que crecieran bien allí dentro…
Anochecía e ignoraba donde podríamos pasar nuestra noche de bodas. Agnés se había puesto muy pálida, a causa de la fatiga. Finalmente, apenas habíamos dejado atrás a Paris, vi una posada que daba al río. Amarré la barca y anduvimos hasta una oscura y siniestra terraza. Había allí dos lobos y un zorro, que empezaron a pasear en torno nuestro. No había nadie más…. Llamé y llamé a la puerta, al otro lado de la cual reinaba un terrible silencio “¡Agnés está fatigad! ¡Agnés está muy fatigada!” Grité lo más fuerte que pude. Por fin, una vieja cabeza se asomó a la ventana y dijo: “no sé nada. Aquí el patrón es el zorro. Déjame dormir. Me fastidias”. Agnés se puso a llorar. No había más remedio que dirigirse al zorro. “¿Tiene usted camas?”, le pregunté varias veces. No respondió nada: no sabía hablar. Y de nuevo la cabeza, más vieja que antes, pero ahora desciende lentamente por la ventana atada al extremo de un cordoncito. “Dirígete a los lobos; yo no soy el patrón aquí. ¡Déjame dormir por favor!” Acabé por comprender que aquella cabeza estaba loca y que no tenía sentido continuar. Agnés seguía llorando. Di algunas vueltas alrededor de la casa y, finalmente, pude abrir una ventana, por la que entramos. entonces nos encontramos en una cocina de techo alto; sobre un gran horno enrojecido por el fuego había una legumbres que se cocían solas y saltaban en el agua hirviendo, cosa que les divertía mucho. Comimos bien y luego nos acostamos en el suelo. Tuve a Agnés entre mis brazos. No dormimos. Aquella terrible cocina contenía toda suerte de cosas. Muchas ratas habían sacado sus cabezas de sus agujeros y cantaban con vocecitas chillonas y desagradables. Olores inmundos se hinchaban y deshinchaban uno tras otro, y había corrientes de aire. Creo que fueron las corrientes de aire las que acabaron con mi pobre Agnés. Nunca se restableció. Desde aquel día. Cada vez habló menos…
Y el frutero estaba tan cegado por las lágrimas que pude escapar con mi melón.
(Leonora Carrington “La dama oval” 1° edición, 1965, ediciones eras, S. A.)
Análisis estructural del cuento
Identificación de las funciones
1. Función cardinal:
a) “…Pasando por una callejuela,
b) hurté un melón.
c) El frutero…me agarró por el brazo y me dijo…
Si usted no me escucha, la entregaré a la policía.
-- Escucho—dije.
d)
Sin soltarme me llevó al interior de la tienda…llegamos a una habitación donde había un lecho en el cual yacia una mujer inmóvil y probablemente muerta… me parecio que debía encontrarse allí desde hacía mucho tiempo, porque la cama estaba toda cubierta de hierbas…
…En cuarenta años no he logrado saber si esta viva o no lo esta…..
… El hombre levantó un ángulo de la cobija, lo que me permitió ver muchos huevos….
…Pude escapar con mi melón”
Anteriormente se presentan los fragmentos con los verbos subrayados que son los que dan movimiento al relato que se está analizando.
2. Función de catálisis
“… El frutero, que estaba escondido detrás de las frutas…
… y le diré por qué: necesito contar mi historia….
… transpusimos una puerta
… El hombre levantó un ángulo de la cobija,…
… También vendo huevos frescos. Nos sentamos…
… tenía unos piececitos agiles y blancos. ¿Le gustaría verlos?
No
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