La Rebelion De Los Colgados
Enviado por elomanzanita • 23 de Septiembre de 2013 • 2.798 Palabras (12 Páginas) • 817 Visitas
La historia inicia relatando que en un ranchito que formaba parte de la colonia agrícola libre de Cuishin, en los alrededores de Chalchihuistan, Cándido Vivía con su mujer Modesta, sus hijos Angelito, y Pedrito y su mujer Modesta. La posesión de esas familias esta disputa ente los finqueros como si se trataran de ganado sin hierro cuya propiedad trataban de asegurar. Las disputas de esas familias indígenas y sus numerosos progenitores se eternizaban, se trasmitían de padres a hijos y subsistían aun cuando el objeto de ellas hubiera desaparecido mucho tiempo atrás, no sabiéndose ya exactamente cuál era la causa del odio moral entre algunos finqueros vecinos. Los jefes políticos así como funcionarios de otras dictaduras, se hallaban siempre naturalmente al lado de los poderosos finqueros. Cuando se les pedía que despojaran a alguna familia indígena de su pedacito de tierra, declarando la desprovista de sus derechos o valiéndose de cualquier otro medio criminal inmediatamente lo hacían, dejando a las víctimas a merced del finquero. Este se encargaba de pagar deudas de la familia y las multas exorbitantes que se infringían, por motivos de la mayoría de veces inexistentes, pero que tenían por objeto ahogarlas en deudas de tal manera que el finquero quedará en posibilidad de adquirir derechos absolutos sobre la familia. Cándido había podido conservar su indecencia para vivir libremente, gracias a su innata cautela de campesino, as u buen sentido natural y a la línea de conducta que había trazado, de no ocuparse más que a su tierra, su trabajo y del bienestar de los suyos. El indio cree más en la fuerza de su destino que en el poder de no importa porque Dios, Sabe que haga lo que haga no podrá escapar de ese destino. Candido en busca de la recuperación de su esposa que se encantaba enferma y por firmar un contrato con don Gabriel (enganchador) a cambio del dinero que necesitaba para su esposa, que no pudo salvar de la muerte, se compromete ir a la Montería. La necesidad y la falta de recursos obligan a los indios a venderse a las personas de alto poder, y estar bajo su servicio sin reprochar, y sin ningún derecho obligados únicamente a obedecer las órdenes que les dan. Días posteriores los indios se pusieron en marcha, eran 35 contando los 2 hijos de cándido, y 4 mujeres formaban parte de la caravana. Antes de llegar a la maleza se habían ido reuniendo pequeños grupos aislados del trabaja dores pertenecientes a los pueblos o ranchos donde pasaban y que don Gabriel había enganchado anteriormente, y esperaban en el paso de la caravana para sumarse a ella. A cada kilometro la caravana aumentaba. Antes de llegar a la región desértica se contaba con 120 hombres, 14 mujeres y 9 niños menores de 12 años, los que eran o parecían mayores trabajan como los adultos pero ganaban medio salario. En la fila se agregaron también Martin Trinidad Castelazo, Juan Méndez y Lucio Ortiz, se encargo de no registrar los recién enganchados en Hucutsin como lo debía haber hecho., en el caminar de la caravana se acerca su hermana Modesta quien tenía tempo que no veía misa que lo esperaba para irse con el a las monterías. Días más tarde y después de tantos caminar La nueva cuadrilla llego al campo del Sur en plena noche, donde Cándido ingresa a la Montería con sus hijos y su Hermana. Las monterías las dominaban los Montellano Don Acacio, Don Severo, y Don Felix. La noche que llego Cándido a la Montería con sus compañeros estos conversaban con algunos leñadores trabajaban desde hace unos años y se encontraban en los alrededores de la cocina se aproximan a mirar a los recién llegados, a cabo de unos minutos comienzan a conversar con algunos de los recién llegados sombre lo dura que era la vida hay y los distintos castigos que se imponían para hacerlos que rindieran en el trabajo como ellos lo ordenaban.
Los boyeros como Pedro, Santiago, Procuro, explican las formas de castigo y desigualdades que existen en se lugar, entre patrón y trabajador. Si te resistes te dan 3 macanazos y cuando vuelves en ti te encuentras colgado perfectamente en un árbol, con el ejército de hormigas rojas paseándosete por la nariz y las orejas, que te han untado de manteca para atraerlas mejor, feliz de que no se te hayan metido en el trasero o se te paseen por delante, cosa ambas muy desagradables. Los Castigados por no cumplir con sus con sus 4 toneladas diarias son colgados con lazos que se sujetan a los arboles y han sido simplemente desnudados por los capataces, dejando caer los hombres por la tierra brutalmente. Los capataces jamás se preocupaban de sus víctimas porque sabían que los muchachos vendrían a socorrerlos. Además los capataces no estaban obligados a velar por la salid de los colgados. Los Montellano y sus guardaespaldas no se preocupaban de la muerte de los colgados más que en le medida que la perdida de la mano de obra los afectaba. Solo los leñadores eran haraganes o débiles, y no podían producir 3 toneladas diarias de caoba, la perdida no era grande, el hombre podía reventar tranquilamente. Para el proletario el trabajo es un deber. Si es perezoso, no tiene derecho a vivir. Después de todo si se revienta es un estorbo menos. Los cuerpos de los colgados se mostraban sanguinolentos e inflamados. También el cuerpo cubierto de placas provocadas por los piquetes de las hormigas rojas y los mosquitos. Centenares de garrapatas de todos los tamaños se habían introducido en su epidermis. Las cosas no son tan graves cuando los cuelgan cerca de los jacales que lo peligroso es cuando lo cuelgan legos del campamento en vía de castigo especial. Porque entonces lo jabalíes y los perros salvajes los devoran sin que sea posible la defensa alguna. Que hay un castigo que invento don Severo, que a las 11 de la mañana toman al sujeto, lo llevan a un sitio en el que no hay ni arboles ni abrigo de especie alguna. Entonces lo desnudad, lo atan de los pies y manos y lo entierran en la arena ardiente hasta debajo de la boca, no dejándole fuera más de la nariz, los ojos y el cráneo. Y todo ello bajo la caricia del sol. Estos eran algunos castigos impuestos para hacer que se produjeran lo que requería, pero los Montellano tenían demasiada experiencia y eran lo suficiente inteligentes para no llevar a sus trabajadores demasiado lejos del campamento, pies de haber colgado a la mayoría lejos, al día siguiente ya no encontrarían ni a uno solo vivo. Lo único que tenían en la cabeza los colgados era; “Por todos los santos del cielo, Diosito, haz que me pueda yo tumbar mis 4 toneladas para que no me cuelguen”. También relata Santiago que una noche escucho a un muchacho que cantaba en medio de los lamentos y gemidos de los colgados y parecía que su canto aliviaba. Su canto decía: “Si mi vida nada vale y vivo peor
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