TROYA: DIOSES, HEROES Y MORTALES
Enviado por Daniel A. Romero • 16 de Marzo de 2017 • Reseña • 5.928 Palabras (24 Páginas) • 328 Visitas
TROYA: DIOSES, HEROES Y MORTALES
El poderoso secreto que guardaba Prometeo durante su prolongado castigo era un anuncio de la profética Temis, que resultaba peligroso para el sostenimiento de la autoridad de los olímpicos. Ella había predicho que el hijo que concibiera Tetis superaría en fuerzas a su padre y sería un guerrero invencible.
Zeus y Poseidón competían presurosos por poseer el amor de Tetis, la más inteligente de todas las nereidas. Ante esta circunstancia, el titán Prometeo le revelo a Zeus el celoso designio de Temis. Fue así, como Zeus, pudo acordar la liberación del protector de los hombres. Por fin, después de tan largo padecer, Prometeo obtuvo la libertad. Y posteriormente la inmortalidad, gracias al centauro Quirón quien le cedió la suya.
Los olímpicos, siempre atentos y obedientes a los dictados de los hados superiores, tomaron las precauciones del caso. Zeus y Poseidón pactaron abstenerse de pretender a Tetis. Ambos resolvieron escogerle un esposo mortal para evitar cualquier amenaza de rebelión al orden olímpico. El elegido fue Peleo, hijo del justo Eaco, audaz guerrero de la ciudad de Ptía, de Tesalia.
Peleo destacó por su arrojo y valentía en la cacería del jabalí de Calidonia y en la expedición de los argonautas.
Fue gran amigo del centauro Quirón, el más prestigioso maestro y el doctor de guerreros, quien le dio aviso de su escogencia como el futuro esposo de Tetis. Peleo debió salir a buscarla y procurar que la nereida emergiera del fondo del mar, donde moraba en el palacio de su padre Nereo. El pretendiente guerrero, valiéndose de mil argucias, logró atrapar a la elusiva Tetis y ella, ante la imposibilidad de escaparse valiéndose de sus metamorfosis, acepto ser su esposa.
La celebración de la boda de Tetis y Peleo en el monte Pelión solo tenían como precedente la fiesta nupcial de Harmonía y Cadmo y el matrimonio de Hera y Zeus. Estas bodas tuvieron en común la asistencia de todas las deidades en su magnifica grandeza y los opulentos obsequios a los novios. La unión de Tetis y Peleo pronto daría lugar a un hecho determinante en el curso de las próximas historias. Ellos serian los padres del guerrero más conocido de la nueva época que nacía: el gran Aquiles, << el de los pies ligeros>>.
Muchos fueron los regalos de bodas recibidos, uno más excelso que otro. Dionisos aportó una gran ánfora de vino espumante; Poseidón regaló los celebres caballos proféticos Balio y Janto; Hefesto obsequio una brillante armadura forjada con los mas recios metales mortales, y entre tanta generosa dispendiosidad, llego un regalo de alguien que no había sido invitado.
Eris, la discordia, apareció arrojando una manzana de oro en medio de la celebración. La fruta tenía escrita la siguiente frase:<
¡Ah!, pero, ¿quién determinaría a cuál de las diosas le debía ser otorgada la preciada manzana por ser la más bella?
Zeus debió resolverlo. En vista de que los dioses ya no querían más responsabilidades comprometedoras, serían los humanos quienes atenderían y solucionarían lo que el destino depararía en adelante. Por lo tanto un mortal debía decidir esta diferencia entre las diosas, pero ¿a quién se le entregaría la responsabilidad de resolver semejante controversia?
Paris, hijo de Príamo
El rey Príamo, soberano de Troya, reinaba en paz en su ciudad. El fornido Heracles lo había ungido como legítimo mandatario, luego de la insensatez cometida por el desaparecido Laomedonte. Príamo estaba casado con Hécuba, con quien tuvo gran cantidad de hijos. Entre ellos destacaron el valeroso Héctor, su primogénito, y el furtivo Paris, también conocido como Alejandro.
Desde el momento del nacimiento de Paris su sino estuvo asociado a la destrucción de Troya. Así lo reafirmaron los adivinos de la ciudad. Su padre, antes de aceptar las recomendaciones de eliminarlo, lo ocultó enviándolo a las afueras de la ciudad para ser abandonado en el enmarañado bosque. El niño sobrevivió, fue criado por una osa y se gestó como un robusto joven, conocedor de las labores del campo.
Luego volvió a Troya. En desconocimiento de su verdadero origen, participó en unas competencias deportivas y salió vencedor en todas las pruebas. Esto provocó el enojo de Deífobo, un hijo de Príamo. París fue acosado y amenazado de muerte. Su salvación se produjo por un grito oportuno de su hermana, la adivina Casandra:
-¡Alto, Deífobo! ¡Detente! Aplaca tu rabia porque le quitarás la vida a tu hermano Paris.
A Casandra pocos le creían. Deífobo dudó y el resto de la familia, expectante, se fijó en el joven, quien detectaba un porte majestuoso. París, desconcertado, mostró sus prendas y entre ellas fue reconocida una tela que lo cubría cuando fue abandonado de niño. Esa muestra bastó para que Príamo y Hécuba lo identificaran, suficiente prueba para reintegrarlo con gran satisfacción y alegría en la corte real troyana.
El juicio de Paris
Aún cuando la suerte de Paris tomó un satisfactorio giro al ser reconocido en la casa real troyana, ello no significó su salvación de un destino inimaginable para él y los suyos.
Paris volvió a su campo, donde vivía como un humilde pastor. No obstante, hasta allá llegaría el heraldo Hermes, acompañado por las inquietas Hera, Atenea y Afrodita. La corte de los dioses olímpicos necesitaba que se resolviera la definitiva asignación de la manzana de Eris y se definiera el resultado del certamen de la <
-Paris, hijo del paciente Príamo, el padre Zeus te ha otorgado el mayor de los privilegios. Ante ti están las más primorosas diosas del Olimpo: Hera, la esposa de nuestro padre; Atenea, la leal protectora de los hombres y Afrodita, la inspiradora del grato amor. Una de ellas deberá merecer esta manzana de oro que tengo en mis manos. Tú, Paris, serás quien decida cuál de ellas la merece.
El joven, impávido, se pregunto angustiado << ¿Por qué yo?>>. El mensajero de los dioses continuó su explicación:
-Paris, ahora escucharás a cada una de las diosas. Ellas te ofrecerán los motivos que guiarán tu escogencia, presta mucha atención.
Inmediatamente casa una de ellas tomó la palabra. Primero inició su oferta la regia Atenea:
-Paris, debes elegirme porque en premio a tu sabia decisión, serás el más victorioso de todos los guerreros y serás conocido por tu lúcida sabiduría.
Continúo la incisiva Hera:
-Paris, no dudes en tu decisión. Sabrás escoger porque serás merecedor absoluto del reino soberano de Asia. Glorioso será tu nombre.
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