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¿porque Leer Los Clasicos?


Enviado por   •  17 de Febrero de 2013  •  2.200 Palabras (9 Páginas)  •  430 Visitas

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POR QUÉ LEER A LOS CLÁSICOS

Italo Calvino

Por qué leer los clásicos, Barcelona, Tusquets (Marginales, 122), 1993

Empecemos proponiendo algunas definiciones.

I. Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy

releyendo...» y nunca «Estoy leyendo ...».

Es lo que ocurre por lo menos entre esas personas que se supone «de

vastas lecturas»; no vale para la juventud, edad en la que el encuentro

con el mundo, y con los clásicos como parte del mundo, vale

exactamente como primer encuentro.

El prefijo iterativo delante del verbo «leer» puede ser una pequeña

hipocresía de todos los que se avergüenzan de admitir que no han leído

un libro famoso. Para tranquilizarlos bastará señalar que por vastas

que puedan ser las lecturas «de formación» de un individuo, siempre

queda un número enorme de obras fundamentales que uno no ha leído.

Quien haya leído todo Heródoto y todo Tucídides que levante la mano.

¿Y Saint-Simon? ¿Y el cardenal de Retz? Pero los grandes ciclos

novelescos del siglo XIX son también más nombrados que leídos. En

Francia se empieza a leer a Balzac en la escuela, y por la cantidad de

ediciones en circulación se diría que se sigue leyendo después, pero en

Italia, si se hiciera un sondeo, me temo que Balzac ocuparía los últimos

lugares. Los apasionados de Dickens en Italia son una minoría

reducida de personas que cuando se encuentran empiezan en seguida a

recordar personajes y episodios como si se tratara de gentes conocidas.

Hace unos años Michel Butor, que enseñaba en Estados Unidos,

cansado de que le preguntaran por Emile Zola, a quien nunca había

leído, se decidió a leer todo el ciclo de los Rougon-Macquart. Descubrió

que era completamente diferente de lo que creía: una fabulosa

genealogía mitológica y cosmogónica que describió en un hermosísimo

ensayo.

Esto para decir que leer por primera vez un gran libro en la edad

madura es un placer extraordinario: diferente (pero no se puede decir

que sea mayor o menor) que el de haberlo leído en la juventud. La

juventud comunica a la lectura, como a cualquier otra experiencia, un

sabor particular y una particular importancia, mientras que en la

madurez se aprecian (deberían apreciarse) muchos detalles, niveles y

significados más. Podemos intentar ahora esta otra definición:

II. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha

leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se

reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para

saborearlos.

En realidad, las lecturas de juventud pueden ser poco provechosas por

impaciencia, distracción, inexperiencia en cuanto a las instrucciones de

uso, inexperiencia de la vida. Pueden ser (tal vez al mismo tiempo)

formativas en el sentido de que dan una forma a la experiencia futura,

proporcionando modelos, contenidos, términos de comparación,

esquemas de clasificación, escalas de valores, paradigmas de belleza:

cosas todas ellas que siguen actuando, aunque del libro leído en la

juventud poco o nada se recuerde. Al releerlo en la edad madura,

sucede que vuelven a encontrarse esas constantes que ahora forman

parte de nuestros mecanismos internos y cuyo origen habíamos

olvidado. Hay en la obra una fuerza especial que consigue hacerse

olvidar como tal, pero que deja su simiente. La definición que podemos

dar será entonces:

III. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando

se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la

memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.

Por eso en la vida adulta debería haber un tiempo dedicado a repetir las

lecturas más importantes de la juventud. Si los libros siguen siendo los

mismos (aunque también ellos cambian a la luz de una perspectiva

histórica que se ha transformado), sin duda nosotros hemos cambiado

y el encuentro es un acontecimiento totalmente nuevo.

Por lo tanto, que se use el verbo «leer» o el verbo «releer» no tiene mucha

importancia. En realidad podríamos decir:

IV. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la

primera.

V. Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.

La definición 4 puede considerarse corolario de ésta:

VI. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.

Mientras, que la definición 5 remite a una formulación más explicativa,

como:

VII. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de

las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han

dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más

sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).

Esto vale tanto para los clásicos antiguos como para los modernos. Si

leo la Odisea leo el texto de Homero, pero no puedo olvidar todo lo que

las aventuras de Ulises han llegado a significar a través de los siglos, y

no puedo dejar de preguntarme si esos significados estaban implícitos

en el texto o si son incrustaciones o deformaciones o dilataciones.

Leyendo a Kafka no puedo menos que comprobar o rechazar la

legitimidad del adjetivo «kafkiano» que escuchamos cada cuarto de hora

aplicado a tuertas o a derechas. Si leo Padres e hijos de Turguéniev o

Demonios de Dostoyevski, no puedo menos que pensar cómo esos

personajes han seguido reencarnándose hasta nuestros días.

La lectura de un clásico debe depararnos cierta sorpresa en relación

con la imagen que de él teníamos. Por eso nunca se recomendará

bastante la lectura directa de los textos originales evitando en lo posible

bibliografía crítica, comentarios, interpretaciones. La escuela y la

universidad deberían servir para hacernos entender que ningún libro

que hable de un libro dice más que el libro en cuestión; en cambio

hacen todo lo posible para que se crea lo contrario. Por una inversión

de valores muy difundida, la introducción, el aparato crítico, la

bibliografía hacen las veces de una cortina de humo para esconder lo

que el texto tiene que decir y que sólo puede decir si se lo deja hablar

sin intermediarios

...

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