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La Mision


Enviado por   •  8 de Junio de 2013  •  724 Palabras (3 Páginas)  •  274 Visitas

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(…)Esa tarde ex compañeros de mi categoría de Peñarol de Colonia pasaron a buscarme a mi casa en sus motocicletas, que suplantaban las bicis que todos usábamos un año antes.

Por lo visto estaban eufóricos de tenerme otra vez en la ciudad. Me invitaron a ir a la playa con ellos y acepté, sorprendido. Antes de irme a Montevideo nunca se habían querido juntar conmigo, y ahora que yo era un jugador famoso parecían ser amigos de toda la vida.

Al llegar a la playa, nos encontramos con otro grupo de compañeras del liceo. Todos parecían ser amigos míos de años.

Armamos una ronda en la arena y Alberto se ofreció para ir a comprar unas cervezas a un almacén donde, según él se las vendían a menores de edad.

Todos aprobaron el plan, pero yo comenzaba a ponerme nervioso. No me parecía buena idea tomar alcohol, pero no quise decirlo, ante la afirmación rotunda de los demás.

Alberto salió en su moto y diez minutos más tarde llegó con varias botellas de cerveza. Destapó una con los dientes y se zampó varios tragos seguidos, diciendo que no le hacia nada. Parecía que él necesitaba alardear para sentirse grande.

Todos se sumaron a la ronda y se pasaban las botellas, pero yo no quise tomar. Ya me sentía demasiado incómodo con la situación. No quería ser el aguafiestas que se opusiera, así que decidí irme.

Les agradecí la invitación y les expliqué que en mi casa me estaban esperando.

Alberto, que ya había bebido demasiado, se ofreció a llevarme, me negué cortésmente.

-Dale, déjate de pavadas-insistió. Se aparto del grupo y comenzó a caminar a mi lado en dirección a su moto.

-No, está bien, Alberto. Prefiero caminar-traté de persuadirlo.

-No embomes, Tito, son cinco cuadras, no me cuesta nada.

No pude escapar, así que termine subiéndome al asiento trasero de su moto. Alberto arrancó y, como era previsible, trató de lucirse para seguir siendo el centro de atención. Aceleró la moto e hizo surcos en la arena, antes de partir.

Dos cuadras antes de mi casa, al llegar a la esquina, Alberto no frenó, ni miró antes de cruzarla. Yo iba mirando hacia la izquierda, así que yo no pude ver lo que lo que pasó, tan solo escuché una frenada y sentí el golpe contra mi pierna derecha.

Lo único que recuerdo a partir de ese momento es que quedé tirado a varios metros de la esquina, sobre los pastos.

-Desperté varias horas más tarde en la habitación de un hospital. Mis padres estaban a mi lado.

-¿Cómo te sentís, mi amor?-pregunto mi madre, ansiosa.

-Me siento bien-contesté, en el momento que recordaba lo que había sucedido-¿Cómo está Alberto?

-Está bien-respondió mi padre-No se hizo nada.

-Menos

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