Narración de “Epilog”, de Tom Tykwer (Alemania)
Enviado por rboluartec • 12 de Octubre de 2015 • Ensayo • 544 Palabras (3 Páginas) • 323 Visitas
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Facultad de Comunicaciones
Taller de Técnicas de Expresión Escrita (CO13)
Narración de “Epilog”, de Tom Tykwer (Alemania)[1]
Espiral de recuerdos
Con lágrimas en los ojos y una pequeña gota de sangre surgiendo de su nariz, Nadja no dejaba de mirarlo fijamente mientras le gritaba: “¡Vete! ¡Lárgate!”. Rainer trató de desviar la mirada y, tambaleándose, se sentó con dificultad sobre su cama. De pronto, giró la cabeza hacia la mesa de noche, se levantó, caminó hasta ella y abrió el cajón. La respiración de la frágil mujer era cada vez más agitada, pero se detuvo por un instante: él la estaba apuntando con el revólver. Antes de que pudiera gritar por ayuda, él le disparó. Otra gota de sangre se pintó sobre su rostro.
Desconcertado y con la mirada vacía, Rainer no comprendía lo sucedido. Cerró los ojos: unas imágenes borrosas se apoderaron de su cabeza. Recordó cuando había abierto la puerta de su cuarto y encontró a Nadja hablando por teléfono. Silenciosamente, se sentó sobre su antiguo sillón. Ella seguía lamentándose de su relación sin sentido. Escuchó atentamente cada detalle que le fastidiaba, desde sus caramelos favoritos, aquellos que le impregnaban un aliento horroroso, hasta su falta de amigos, y es que quién lo iba a soportar si era un hombre patético y triste. “Yo te quiero a ti”, bastaron esas palabras para que él supiera quién era ese misterioso confidente.
Nadja colgó el teléfono, decidida a decirle a Rainer lo que él ya sabía: su relación había terminado. Él sacó uno de sus caramelos favoritos, los odiados de Nadja; lo insertó bruscamente en su boca, como una droga; y arrojó la envoltura al tacho de basura. Ella se dio cuenta de su presencia ingrata, pero prefirió ignorarlo. La batalla se inició.
Rainer exigía explicaciones. “¿Por qué?”, le preguntó, pero ella se paró y le pidió que le devolviera la llave. El teléfono sonó y Nadja lo contestó rápidamente: era su confidente. No terminó de hablar cuando Rainer se paró violentamente y lanzó, de un solo golpe, el aparato contra la pared. Una gota de sangre brotó de la nariz de Nadja. Después de burlarse de ella, arrepentido, trató de acariciarla; ella, con la rabia marcada en su rostro, lo alejó. Desesperado y con pocas fuerzas por la discusión, le tiró una cachetada. La gota de sangre se hizo más espesa.
Abrió los ojos intensamente, como los de un gato a punto de capturar a su presa. Con lágrimas en los ojos y una pequeña gota de sangre surgiendo de su nariz, Nadja le gritaba. Todo empezó a dar vueltas. Rainer trató de desviar la mirada y, tambaleándose, se sentó con dificultad sobre su cama. La respiración de la frágil mujer era cada vez más agitada; él giró la cabeza hacia la mesa de noche y abrió el cajón, pero algo faltaba. Volteó y lo supo: Nadja tenía en sus manos el arma. Había sido traicionado cruelmente por sus recuerdos y, antes de que pudiera seguir quejándose, ella le disparó fríamente.
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