Ensayo crisis corporativa de Microsoft

Joel David Montoya Romero[pic 1]

Control de calidad, 2023-2

MICROSOFT: UNA MARCA EN JUEGO

El prestigio de una marca es, sin lugar a dudas, uno de los objetivos primordiales de toda organización. Esto se ve traducido en reconocimiento, satisfacción de clientes y por supuesto en ventas también. A lo largo de la historia, diversas empresas han logrado aportar un distintivo que les ha permitido consagrarse en la memoria de los consumidores; cuando se hace un análisis en la industria tecnológica, es casi imposible no mencionar a Microsoft dentro de este selecto grupo. Esta empresa creada por Bill Gates y Paul Allen en 1975, trajo con diversos productos una revolución al naciente mundo de las computadoras, en la década de los 90. Su producto estelar, Windows 95, logro vender en un primer año mas de 40 millones de copias^[1], rápidamente se convirtió en un estándar para las computadoras personales; esto trajo consigo, una popularidad y éxito enorme sobre la marca. Sin embargo, toda esa acogida mundial se vería afectada por uno de los casos judiciales más importantes del inicio de los 2000, cuando el departamento de Justicia de EE. UU acusó a Microsoft de violar la ley Sherman y Clayton (leyes de antimonopolio y libre competencia). A raíz de este hecho, se puede afirmar que Microsoft vivió una crisis empresarial, en la cual, no solo estuvo en juego su estatus legal, sino también quedo en entredicho su prestigio y buen nombre. En el presente escrito, se analiza la crisis suscitada por este caso judicial con las consecuencias y soluciones que pudo ofrecer Microsoft.

La situación de esta empresa se estuvo cocinando por varios años en diversos expedientes judiciales que poseía el gobierno federal. Microsoft estuvo en la lupa por diversos casos: a inicios de los 90 hubo una investigación dado a la preocupación de que esta organización e IBM pudieran monopolizar el negocio de los sistemas operativos; un poco antes, la compañía habría sido demandada por Apple en 1998 por infringir en los derechos de autor de ciertas características de la Macintosh. Todos estos litigios e indagaciones desembocaron en el caso principal, cuando el gobierno federal americano en conjunto con 20 estados y el distrito de Columbia acusaron a Microsoft de haber violado la ley de antimonopolios, al vincular ilegalmente su navegador Internet Explorer, intentando monopolizar el mercado de navegadores web, y a su vez perjudicando a la competencia como Netscape y a Sun Microsystems.

Según expertos, el caso de Microsoft presenta unas particularidades dignas de analizar con lupa. Esta compañía a finales de los 90, era sin duda alguna, el mayor gigante tecnológico sin ninguna competencia que le hiciera sombra. Cuando estalla el caso antimonopolio, se desata lo que el juez Richard Posner ha llamado “El efecto bomba de racimo”^[2]. Esto quiere decir, que se genera un gran numero de demandas gubernamentales y privadas, lo que significa una gran inversión en grupos de abogados litigantes para afrontar tantos ataques judiciales al mismo tiempo. La empresa en su organización se vio afectada, dado que altos ejecutivos debían comparecer ante tribunales dando explicaciones sobre diversos temas, los empleados de todos los niveles debían almacenar información que normalmente habría sido desechada, adicionalmente, todo este caos debía sumarse a la opinión de la prensa, colaboradores y clientes que era espectadores solamente.

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Figura 1. Foto del CEO (Bill Gates) dando su testimonio en el caso United States v. Microsoft.

El veredicto final vino por parte de una corte de apelaciones en el año 2002, en el cual no se obligaba a la empresa a dividirse en dos partes (como había sido dictaminado en 2001) sino que se impuso serias restricciones a la practicas comerciales de la compañía. A pesar de esto, tiempo después Microsoft tuvo que continuar afrontando numerosas demandas de sus competidores, que alegaban haber sido perjudicados por sus malas practicas empresariales. Sin duda alguna, el buen nombre y prestigio de la empresa no volverían a ser los mismos, no solamente había quedado dañada la imagen corporativa ante los clientes, sino también ante los desarrolladores que dudaban de las buenas prácticas de Microsoft.

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