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Etapa Anal Tallaferro


Enviado por   •  15 de Marzo de 2014  •  3.824 Palabras (16 Páginas)  •  553 Visitas

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ETAPA ANAL.

Desde el punto de vista psicoanalítico, el píloro es la línea demarcatoria entre la región oral y la anal; a partir de este punto domina la sexualidad anal. Se supone que la etapa anal comienza con el nacimiento tornándose gradual y progresivamente más importante, alcanzando el máximo interés en la época del destete, y cuando comienzan a establecerse los hábitos de limpieza. Se admite que sus manifestaciones empiezan en el período comprendido entre los 6 y los 12 meses y que alcanzan su mayor intensidad entre los 18 y los 24. A esta edad comienza a ser reemplazada en importancia por lo genital, modificación que se patentiza entre los 30 y 36 meses (Menninger). A lo largo de la etapa anal el recto es asiento de las más importantes sensaciones placenteras, y así como en la etapa oral el hedonismo bucal dirigía la organización libidinosa, en este período el recto y sus zonas adyacentes tienen la supremacía. El acto de mover el vientre, los trastornos intestinales —entre ellos el estreñimiento, la diarrea y la flatulencia, que pueden ser a su vez expresión de conflictos— son, juntamente con los cuidados higiénicos, los que mantienen las primeras excitaciones determinantes de los vivos deseos posteriores de la satisfacción anal. Las manifestaciones características de esta etapa son: el placer en la defecación, el agrado por los excrementos, y al mismo tiempo la tentativa de someter al control de la voluntad la actividad del esfínter. Se desarrolla en el niño, a esta altura de la vida, un afán por retener los excrementos, con la finalidad, entre otras, de experimentar mayor placer en el momento de la eliminación, que se une al que le provoca la distensión de la ampolla rectal. El niño valoriza sus materias fecales con un deleite que suele ser extraño al pensamiento habitual de los adultos. Los excrementos son considerados en esta etapa como la primera producción creada personalmente y que puede brindarse al mundo exterior. Por la sobrevaloración que hace de su organismo, del que forman parte las materias fecales, el obsequio a quienes solicitan su deposición significa un sacrificio que el niño realiza mediante una compensación afectiva.1

Tal como sucede en la etapa oral, en la anal se consideran dos fases en las que se manifiestan dos tendencias placenteras contradictorias . En la denominada fase anal primaria o expulsiva, el niño obtiene el máximo placer por el pasaje de las materias fecales a través del ano. Desde el punto de vista psíquico, esta expulsión significa la destrucción de las mismas, obedeciendo a un propósito placentero hostil. Los representantes endopsíquicos de los objetos queridos del mundo exterior son identificados por el sujeto, en esta fase, con los excrementos. Por esta razón un desengaño puede producir una diarrea cuyo significado inconsciente es desprenderse, expulsar al objeto malo, frustrador, y simultáneamente, es expresión de la agresión . El lenguaje popular es bien gráfico al respecto. La fase anal secundaria o retentiva es aquella en la cual el placer principal ya no está determinado por la expulsión, sino, contrariamente, por la retención de materias fecales, lo cual produce una distensión de la ampolla rectal, agregándosele el valor psíquico de la retención y el control de los objetos internos. Debe considerarse, por lo tanto, que la retención o el pasaje de las heces brindan al niño, en etapas sucesivas, intensos sentimientos de placer, constituyendo el acto de la excreción la preocupación dominante del infante, que no siente, hasta un período ulterior, el rechazo de los excrementos como lo experimenta por lo general el adulto. Por el contrario, el niño concede gran valor a sus heces, las manipula y huele, gustándolas placenteramente, si se le permite. Durante el tratamiento, un paciente recordaba que en su infancia uno de los perfumes más agradables que había para él era el de sus propias materias fecales. Esto les ocurre también a muchos adultos, fijados a la etapa anal.

1 Menninger relata que un esquizofrénico con profunda regresión anal guardaba cuidadosamente en un florero las materias fecales para regalárselas a su médico "cuando éste se portaba bien". Por otra parte, muchos pueblos primitivos guardan o esconden cuidadosamente sus heces con el fin de evitar que caigan en manos del enemigo, pues éste podría obrar sobre ellas, parte de su cuerpo, y realizar un maleficio. Los delincuentes muchas veces defecan en el lugar en que han cometido su robo o crimen y al hacerlo satisfacen un deseo inconsciente de dejar allí, a cambio de lo que se llevan o como compensación por lo que han hecho, algo de sí mismos.

Según la actitud del medio, llega un momento en que el niño se ve privado del placer que estos actos le deparan, sintiéndose obligado a no actuar como desearía con el producto de la actividad excretora, y es en ese instante cuando el infante traslada la actividad, dirigida primitivamente hacia las deposiciones, a otros equivalentes socialmente más aceptados, comenzando un proceso de sublimación. En La ontogenia del interés por el dinero, Ferenczi hizo un acertado estudio de la forma en que este proceso se desarrolla. "El niño —dice Ferenczi— experimenta placer manipulando sus heces, que son olorosas, blandas, húmedas, marrones e inservibles. Lo primero que comienza a rechazar de ellas es el olor, pero sigue manteniendo una inclinación por los olores fuertes, y así, le gustará oler alquitrán, gas, nafta, goma quemada o ciertos perfumes fuertes. Esta desodorización lo lleva a jugar con barro, que, si bien no es oloroso, es blando, húmedo, marrón e inservible, tal como sus heces.1 "Un paso posterior lo lleva a rechazar la humedad del barro y juega con tierra y arena; pero algunas veces al llegar a esta etapa, el niño hace una regresión y siente placer en manipular tierra o arena mojadas y en andar descalzo por el barro. La tierra y la arena siguen siendo para él elementos inservibles y además le molesta la blandura de los mismos, por lo cual, en una etapa inmediata posterior, juega con piedras, que son duras, inservibles y secas. También en el caso de las piedras el niño halla sumamente fácil una asociación con la forma de sus excrementos. A esta altura de la evolución entra a desempeñar un papel, preponderante, el sentido utilitario o de valoración y empieza a coleccionar figuritas, tapitas, estampillas y otros elementos que son secos y tienen algún valor. Luego de esto, el sujeto puede iniciar colecciones de objetos, especializándose en joyas, dinero, monedas y sellos postales o manifestándose como financista o gran comerciante." Termina así una larga mutación que ha llevado al niño desde el placer por el manipuleo de sus excrementos en su primera edad al apego por el dinero en la adultez, proceso que reconoce

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