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Hacia Un Cambio Del Paradigma Interior


Enviado por   •  5 de Febrero de 2013  •  11.630 Palabras (47 Páginas)  •  462 Visitas

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HACIA UN CAMBIO DEL PARADIGMA

INTERIOR DEL DOCENTE.

Francisco Mora Larch.

Proyectar su inconsciente sobre los demás, sustituir la imagen del que está enfrente por la imagen de otro, formado de sus deseos, someterle influenciándole, es actuar sobre lo real pensando que el objeto latente se convertirá en objeto presente.

En los textos medievales, la alquimia no es solamente el poder de transformar el plomo, los metales interiores, viles, en oro; también tiene el poder de despertar lo que dormita, de hacer surgir lo que se esconde….. Hacer nacer al otro y renacer con él, buscarse en él y complementarse por él para alcanzar un orden universal”.

Marcel Postic.

¿Cómo transformarnos y transformar la sociedad a partir de ser hombres y mujeres enteramente capitalistas, construidos con las lógicas del capital? Esto nos sitúa en el decir de Brown (1975), "en la necesidad de sentar las bases de una praxis que ligue los contextos micro y macro sociales y transforme la realidad interna no menos que la externa".

Mirtha Cucco.

Introducción.-

El rol docente en la actualidad, se encuentra enfrascado en “renovados” procesos de formación, pero sus objetivos no han llegado a elucidarse de manera profunda como para poder encontrar un nuevo sentido social y humano a su labor.

Regularmente, después de la formación básica, el maestro se plantea una especie de educación continua sea a través de cursar una especialidad, una maestría o incluso un doctorado.

Pero sin una reflexión que vaya mas allá de la idea pragmática de muchos, de que un grado les reportará mayor paga o pagas mas justas a partir de avanzar en los niveles escalafonarios, será inviable que la “formación” en la que se “compromete” repercuta realmente en su rol y en la función que desempeña, incidiendo con esto en el mantenimiento o en la reconversión de los modelos de relación educativa que parecen mantenerse incólumes y perpetuarse en su rigidez y estereotipia.

Desde la incursión en el trabajo de formación de docentes, me he planteado que la necesidad de discriminar funciones como la de docente y tutor, puede realizar una marca, un hito, una indicación valiosa que nos posibilite re-pensar los enfoques de la formación docente, al identificar un rol que induce a llamar la atención acerca de las estructuras subjetivas de los maestros en vistas a identificar moldes, modelos de subjetividad que aparecen como atornillados en formas discretas de perfiles identitarios, arraigados en infraestructuras emocionales “aptas” para el enganche a los modelos sociales establecidos por la estructura social.

Me parece que el cambio de la función docente no pasa primordialmente por la transmisión o integración de nuevos enfoques teóricos o metodológicos, o por la modificación de contenidos o procesos didácticos. Entendemos que es necesario re-pensar también la función de las teorías en los procesos formativos. Las teorías solo se vuelven significativas cuando las estructuras subjetivas permiten posicionarse en el mundo desde una visión no estática sino dinámica a la vez que crítica.

Y nos podemos preguntar entonces, qué es lo que sostiene en la subjetividad docente este tipo de visiones referidas a la institución, a los chicos que van a la escuela y en particular a la forma en que los maestros se viven a sí mismos.

Estos tipos de interrogaciones favorecería también pensarse como sujetos sociales que transforman su realidad y se transforman, que no se vacían al dar, que su sino no consiste en alienarse en el otro, volviéndolo un apéndice de su identidad, sino que se vive o debe vivirse una dialéctica que alimenta y retroalimenta por el despliegue de actos cognitivos y emocionales con los que responden los otros, los estudiantes.

¿No es esta imagen de una especie de “dar” sin recibir, de “entrega” permanente, de donación perene donde nada mas se puede aprender de otros que requieren ser alimentados, uno de los factores que hacen de la profesión una especie de “sacrificio” perpetuo, de desgaste ilimitado, de penuria espiritual, a la cual el maestro se aferra, porque no puede renunciar y renegar de lo que se vuelve imposible, pero que a la vez no se abandona porque el amor trabaja en silencio y ahí debe permanecer?

La de-formación del maestro o docente.

La situación que atraviesa el magisterio tiene ya una historia de larga data, y es que en su formación parece haber imperado una especie de enganche “solidario”, de imbricación profunda que ha llevado al docente a funcionar mas como un agente de preservación de lo dado, que arriesgarse a desarrollar actividades de transformación que pongan en riesgo “la estabilidad alcanzada” individual e institucionalmente.

Todo en aras de “no perturbar” y afectar a los chicos que se encuentran en etapas críticas de evolución personal y social, entonces no podrían correrse a una actividad que los identifique como agentes de cambio social, esto solo seria viable para la institución que tiene normada la forma en que el otro evoluciona, según las “reglas de la convivencia social” nunca cuestionada, nunca perturbada por aquellos que intentan su transformación y que por ello pagan cara su osadía: son los chicos problema de la escuela o los maestros “rebeldes”. Así, la escuela problema queda en la sombra, encubierta por el “síntoma” individual.

Aquel enganche facilita que una especie de articulación (Pichon Rivière, E., 1971) aparezca entre unos tipos de psiquismo (cuyos contenidos son fantasías inconscientes de larga data) que tiende a “resonar” o hacer eco en los aspectos subjetivos y vocacionales que se activan en la identificación del rol que ejerce un maestro ante un grupo de niños o púberes, todo esto condicionado por la estructura social en la que se encuentra inmerso el sujeto.

Esta articulación, “bien ensamblada” facilita el reforzamiento de estas particulares estructuras (psíquicas y) subjetivas que sostienen la vocación magisterial y luego docente; el producto de ello es una subjetividad teñida por una sombra que la subyuga y la condiciona a la parálisis social, a no modificar roles, no crecer, no evolucionar, a no rebelarse, baluarte narcisista que se vuelve resistente a cualquier posibilidad de cambio sea perceptual, emocional o cognitivo, lo que implicaría una “reforma del entendimiento” y la modificación de los esquemas conceptuales, referenciales y operativos de los profesores.

El mantenimiento de esta situación existencial y de detenimiento de evolución espiritual que padecemos, con los atributos referidos en el colectivo magisterial,

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