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Aprendamos El Arte De Actuar Con Tacto


Enviado por   •  15 de Enero de 2015  •  1.519 Palabras (7 Páginas)  •  214 Visitas

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PEGGY observó que su hijo le hablaba con aspereza a su hermano menor. “¿Crees que esa es la mejor manera de hablarle a tu hermanito? —le preguntó ella—. Mira lo afligido que está.” ¿Por qué le hizo esa pregunta? Trataba de enseñarle el arte de obrar con tacto y ser considerado con los sentimientos ajenos.

El apóstol Pablo animó a su joven compañero Timoteo a ser “discreto [o estar lleno de tacto] para con todos”. De esta forma, no heriría los sentimientos de los demás (2 Timoteo 2:24, nota). Ahora bien, ¿qué es tacto? ¿Cómo podemos mejorar en este aspecto? ¿Y cómo podemos ayudar a los demás a cultivar este arte?

¿Qué es tacto?

Un diccionario define tacto como la “habilidad para intervenir en asuntos delicados o para tratar a personas en situaciones comprometidas sin ofenderlas”. Esta palabra alude también al sentido del tacto. Tal como los dedos sensibles perciben si algo es pegajoso, suave, liso, caliente o peludo, la persona que obra con tacto percibe los sentimientos de otras personas y cómo sus palabras y acciones influyen en ellas. Pero para proceder así se necesita no solo habilidad, sino también el deseo sincero de no herir al prójimo.

En el relato bíblico de Guehazí, el siervo de Eliseo, encontramos un ejemplo de un hombre que obró sin tacto. Una sunamita a quien se le acababa de morir su hijo en los brazos acudió a Eliseo en busca de consuelo. Cuando se le preguntó si todo iba bien, ella respondió: “Va bien”. Pero al llegar la mujer a donde estaba el profeta, “Guehazí se acercó para empujarla de allí”. En cambio, Eliseo le dijo: “Déjala, porque amargada está su alma dentro de ella” (2 Reyes 4:17-20, 25-27).

¿Por qué actuó Guehazí de manera tan irreflexiva e imprudente? Es verdad que la mujer no expresó sus sentimientos cuando se le preguntó, pero lo cierto es que la mayoría de la gente no revela lo que siente a cualquier persona. No obstante, sus sentimientos deben haber sido evidentes de alguna forma, pues parece ser que Eliseo los percibió. Su siervo, en cambio, no los percibió, u optó por pasarlos por alto. Este incidente ilustra bien una razón común por la que algunos demuestran falta de tacto. Cuando alguien concede excesiva importancia a su labor, es fácil que no perciba o no atienda las necesidades de quienes lo rodean. Es como un conductor de autobús que está tan preocupado por llegar a tiempo que olvida detenerse para recoger a los pasajeros.

Para no obrar sin tacto, como Guehazí, debemos procurar ser bondadosos con la gente, pues desconocemos sus verdaderos sentimientos. Siempre tenemos que estar al tanto de cualquier indicio de lo que siente una persona, a fin de responder con palabras y hechos bondadosos. ¿Cómo podemos mejorar al respecto?

Es necesario comprender los sentimientos ajenos

Jesús se destacó por su capacidad para percibir los sentimientos de la gente y por saber cuál era la mejor manera de mostrarle bondad. En cierta ocasión, mientras cenaba en casa del fariseo Simón, una mujer “conocida en la ciudad como pecadora” se acercó a Jesús. Como en el caso de la sunamita, ella tampoco habló, pero sus acciones reflejaron su sentir. “Trajo una cajita de alabastro llena de aceite perfumado y, tomando una posición detrás, junto a [los] pies [de Jesús], lloró y comenzó a mojarle los pies con sus lágrimas, y se los enjugaba con los cabellos de su cabeza. También, le besaba los pies tiernamente y se los untaba con el aceite perfumado.” Jesús se dio cuenta del significado de todo esto. Y aunque Simón no decía nada, Jesús percibió lo que pensaba para sus adentros: “Este hombre, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” (Lucas 7:37-39).

Imaginemos el daño que se habría causado si Jesús hubiera empujado a la mujer, o si le hubiera dicho a Simón: “¡Eres un ignorante! ¿No ves que está arrepentida?”. En lugar de eso, se valió con tacto de la ilustración de un prestamista que perdonó a un hombre una gran suma de dinero y a otro hombre una suma mucho más pequeña. “¿Cuál de ellos le amará más?”, le preguntó Jesús. Así, en vez de dar la impresión de que condenaba a Simón, Jesús lo encomió por responder con acierto. Luego le ayudó con bondad a reconocer los muchos indicios de lo que la mujer sentía y sus obras de arrepentimiento. Jesús se dirigió a ella y le dijo amablemente que comprendía sus sentimientos. Además le dijo que sus pecados quedaban perdonados y añadió: “Tu fe te ha salvado; vete en paz”. Esas palabras discretas debieron de reforzar su determinación de hacer

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