Educación Cristiana

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Introducción:

El ministerio de la enseñanza es una responsabilidad para todos los creyentes, dicho de otra manera, como cristianos somos maestros. Algunos pueden enseñar de manera formal, pero también todos enseñamos con nuestras palabras, acciones, reacciones, en el trabajo y en todo contexto donde nos involucremos. Dios usa su Palabra para comunicarse con nosotros, quiere que la escuchemos, la leamos, la estudiemos, la enseñemos y que nos dejemos influenciar por ella en lo que pensamos, sentimos, lo que hacemos y lo que enseñamos. Jesús no nos pide otra cosa más que lo que Él hizo; la mayor parte de su ministerio la pasó enseñando. Por esa razón se debe considerar como estamos haciendo esta tarea dentro de la iglesia, si estamos siendo leales a su naturaleza y a sus propósitos.

Desarrollo:

La educación cristiana como “educación” necesita reflexionar sobre cuestiones como el por qué, y el cómo de su tarea, ya que esta presente en la vida del hombre desde los comienzos de su existencia de diferente manera y con diversos fines.  Así como en los tiempos antiguos, ahora la iglesia también lucha entre ser un agente de cambio y transmitir fielmente su mensaje, su herencia y su cultura. Educar cristianamente es ayudar a que cada persona pueda ser todo lo que Dios quiere que sea y facilitar su desarrollo total para que pueda contribuir significativamente a la misión de la iglesia como individuo, pero también desde su comunidad de fe.

Dicho lo anterior, llegamos al punto principal de este documento, el fin o propósito de la educación cristiana es el cambio. Este debe darse de tal forma que afecte todos los niveles de aprendizaje del alumno, en lo cognitivo, la comprensión, lo afectivo y las habilidades. Un fin como meta sugiere una actividad en proceso para alcanzarla. Este fin da dirección y sentido a la tarea educativa. Los objetivos son los resultados esperados, son consecuencias de los fines y metas. Dichos objetivos educativos surgirán de la teoría de aprendizaje y filosofía de la educación que se adopte; es decir, los objetivos pueden ser psicológicos, que enfatizan los cambios personales, operacionales que se especializan en las técnicas, teológicos, que se acentúan en el contenido del currículum, así como pueden ser generales o específicos.

Esto nos lleva a formular una propuesta educativa; pero antes de hacerlo es importante considerar los contextos que intervienen. Por ejemplo; el estudiante es el sujeto a quién debemos conocer en cuanto a sus características, motivaciones, necesidades y expectativas; ya que el acto pedagógico se formula con base al grupo, ya que no pueden ser los mismo contenidos o actividades entre un grupo de estudiantes y otro. Otro elemento de este contexto es el maestro, el buen maestro provee un ambiente positivo de aprendizaje, planifica, expone, explica, evalúa, escucha, orienta y es ejemplo o modelo de vida cristiana. Y por el último el contenido, que se constituye de los conocimientos y los saberes que se relacionan con la Palabra, la doctrina, la sociedad y la iglesia; que deben proporcionar experiencias para que el alumno las incorpore a su estructura cognitiva. Con esto confirmamos que el principio que debe orientar la educación cristiana es hacer posible que todas las personas, cualquiera que sea la edad, se conviertan y desarrollen un estilo de vida cristiano responsable con el evangelio del Reino de Dios.

El ministerio de la educación cristiana es esencial en la vida de la iglesia, por eso la tarea mas grande de la educación cristiana es equipar a las personas para enfrentar la misión de la iglesia en el mundo; la cual consiste en testificar y comunicar la fe de tal manera que capacite a las personas tanto dentro como fuera de la iglesia a responder a la palabra y los hechos de Dios en la vida cotidiana. Entonces, la responsabilidad de la iglesia es; dar el mejor testimonio de lo que Dios ha hecho y actuar como agentes de Dios para la reconciliación de todas las personas. Este se puede lograr cuando se toma seriamente el ministerio educativo y las necesidades de nuestro contexto para dar testimonio del evangelio.

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